viernes, octubre 30, 2015

"LOS DESASTRES DE LA GUERRA": UNA PERLA DE LA TVE DE LOS OCHENTA QUE VALE LA PENA RESCATAR






Bien, amigos, si recordáis, ya le dediqué hace poco un post a la Guerra de la Independencia (1808-1814) y no me gusta repetir temas, pero ahora he acabado de ver una serie sobre este conflicto que, sin duda, merece que la veáis.

Se trata de LOS DESASTRES DE LA GUERRA, una miniserie de TVE de 1983, dirigida por Mario Camus. Sinceramente, no recuerdo si la vi entonces.

Pero ahora la he visto y me ha entusiasmado. No las tenía todas conmigo, tratándose de una serie con bastantes años encima, pues temía que no hubiera soportado bien el paso del tiempo.



Pero mis temores se disiparon desde el primer momento. Sus seis capítulos son excepcionales, con un gran sentido del ritmo, respeto por la historia, ausencia de las típicas tramas adicionales para "atraer al público", además de unas interpretaciones excelentes y un despliegue de medios bastante aceptable.

La serie la tenéis en Youtube. Aquí, el 1/6:





Hay varios puntos a tratar. Uno que me ha sorprendido es el tratamiento tan amable que recibe la figura del rey José I, el hermano de Napoleón, alias Pepe Botella. Si lo relatado se ajusta a la realidad -imagino que sí, pero no he tratado este tema a fondo-, uno llega a la conclusión que hubiera podido ser un gran monarca, ya que estaba decidido a modernizar nuestro país y a ganarse el afecto del pueblo español. Sin duda, nos hubiera ido mejor con él que con Fernando VII, del que luego hablo.

También me ha resultado muy atractivo el duelo entre el guerrillero Juan Martín Díez, El Empecinado, y el general francés Hugo, encargado de darle caza. Parece casi un western. Lo único que no me ha convencido es ver a Sancho Gracia en el papel de El Empecinado, a pesar de que lo hace muy bien; uno no puede dejar de ver en él a Curro Jiménez...

En cuanto a Fernando VII, el segundo peor gobernante que ha tenido España -el primero ya lo sabéis-, es el protagonista absoluto -nunca mejor dicho-, del último capítulo. Y la verdad es que su regreso a España te deja un muy mal sabor de boca; resulta descorazonadora esa escena de los felices súbditos arrastrando la carroza real en lugar de las mulas, mientras la gente grita "¡vivan las caenas!"...

Por último, vamos con una pequeña anécdota. En aquellos lejanos tiempos no existía lo políticamente correcto, y en la serie se nota. En una escena, uno de los hombres de El Empecinado larga información confidencial en una taberna de Cádiz, después de que uno de los contertulios -que se supone que es gay- le tirase de la lengua, al ser un espía. Posteriormente, el amigo del guerrillero se lamenta de haber explicado los planes que debían ser secretos, refiriéndose despectivamente al "mariquita" que le ha hecho hablar más de la cuenta. Hoy esa escena sería inconcebible.

Pues ahora que todo el mundo sigue varias series a la vez, ya sean de zombies, tronos o políticos daneses, y se embaula temporadas como el que sorbe un espagueti, creo que vale la pena disfrutar de estos seis episodios de una serie de calidad por la que el tiempo no ha pasado.




lunes, octubre 26, 2015

¿CUÁLES ERAN LOS COCHES FAVORITOS DE LOS PROTAGONISTAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL?






Vamos a comenzar la semana con otra entrada sobre una de las curiosidades recopiladas en mi último libro, el PEQUEÑAS GRANDES HISTORIAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.

Los que habéis leído ya mucho sobre el conflicto de 1939-45 seguro que disfrutáis encontrando algún dato nuevo, por nimio o fútil que éste esa.

Pues aquí vais a conocer algunos de esos datos que son ignorados por los historiadores en sus trabajos por su intrascendencia e irrelevancia, pero que los aficionados a la historia de la contienda valoramos especialmente.

¿Cuál era el coche favorito de cada uno de los grandes protagonistas de la Segunda Guerra Mundial?

Vamos a empezar con el Eje.

La marca alemana MERCEDES era la predilecta de Adolf Hitler y de la mayoría de jerarcas del Reich, como su ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, el jefe de la Luftwaffe, Hermann Göring o el jefe de las SS Heinrich Himmler.




Edito para incluir tres fotos que me ha enviado Clemente, fiel seguidor del blog, que tomó él mismo en el Museo de la Automoción y Tecnología de Sinsheim (Alemania).

Estos dos Mercedes fueron utilizados por Hitler:






Y este otro por Heinrich Himmler:





Esa preferencia por Mercedes era compartida por el emperador de Japón, Hirohito, quien utilizaba un Mercedes-Benz 770. Este vehículo está expuesto en el museo Mercedes-Benz de Stuttgart:




En cambio, el arquitecto preferido de Hitler, Albert Speer, a quien le gustaba conducir, se decantaba por otra marca germana, BMW.

Speer sería el feliz poseedor de un BMW 328 Mille Miglia Bügelfalte, un coche de competición. El vehículo se lo quedaron los soviéticos como reparación de guerra y, tras varias peripecias, hoy día está en poder de un coleccionista particular.




En cuanto a Benito Mussolini, éste se decantaba por los coches italianos; gustaba de utilizar en los desfiles oficiales un elegante Lancia Astura de color granate.




Ahora vamos con los Aliados.

La mítica marca británica ROLLS ROYCE contaba entre sus admiradores con el general norteamericano Douglas MacArthur y el mariscal británico Bernard Montgomery. Aquí vemos a éste último.




No obstante, MacArthur se sintió atraído también por otras marcas. Asi, en Filipinas tuvo a su disposición este Cadillac de 1937.





En su país, MacArthur se hizo con este Packard Clipper de color verde oliva, fabricado especialmente para él, y por el que pagó 2.600 dólares con un cheque personal, pero la Packard tuvo la gentileza de devolvérselo y además se encargó de enviárselo a su destino en Australia.





En cuanto a Churchill, éste no se dejó seducir por los ostentosos Rolls Royce, convirtiéndose en un cliente asiduo de DAIMLER. A pesar del origen alemán de la marca, los vehículos de la británica Daimler Company Limited eran fabricados en su planta de Coventry.

Así, Churchill utilizaría un pequeño pero elegante descapotable Daimler DB 18 Drophead coupé, de color gris y chocolate, para hacer campaña electoral, dotándolo de dos altavoces en el capó.




El general Omar Bradley y el almirante Chester Nimitz, ambos norteamericanos, preferían un vehículo ligado al esfuerzo militar, el célebre JEEP.




El inefable general George Patton no podía conformarse con un simple Jeep; se decantaba por los CADILLAC.




El accidente que le costó la vida le ocurrió precisamente en el Cadillac de la foto superior, que fue reconstruido posteriormente, aunque mirad el estado en el que quedó.



AQUÍ podéis ver fotos del interior del vehículo.


El presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, condujo durante muchos años un PLYMOUTH PHAETON, especialmente adaptado para ser conducido por él, afectado por la polio.



La marca favorita del general Dwight D. Eisenhower era PACKARD.

El fabricante de estos vehículos de lujo contribuyó al esfuerzo de guerra de su país con más de cincuenta mil motores, la mayoría de ellos destinados a la aviación; curiosamente, aunque el P-51 Mustang -el mejor caza fabricado durante la guerra- era conocido como el "Rolls Royce de los cielos", su motor fue fabricado por Packard.





Por último, Stalin también compartía gustos con Eisenhower, ya que, además de varios vehículos ZIS de fabricación soviética, poseía un Packard Super 12 de 1937.




Este coche tendría posteriormente una curiosa historia. Después de la guerra, Stalin se lo regaló al presidente búlgaro, Georgi Dimitrov. Tras la caída del Muro, en 1989, el Packard se quedó en el garaje de la casa museo de Dimitrov, en Sofía, pero el 2 de octubre de 1992 desapareció misteriosamente... para aparecer en 2002 en un museo privado de vehículos históricos en Roscoe, cerca de Chicago. Allí está expuesto junto al DeLorean de Regreso al Futuro, el coche de Batman o la ambulancia de los Cazafantasmas, por ejemplo.

Al parecer, el Packard de Stalin había entrado en Estados Unidos en 1997 como "chatarra". Su desaparición fue denunciada en su día incluso a la Interpol, por lo que, una vez localizado, las autoridades búlgaras han tratado de recuperarlo, hasta ahora sin éxito.


Estas son las preferencias que yo he podido recopilar, si conocéis alguna más, no dudéis en hacérnoslo saber.

jueves, octubre 22, 2015

UNA BOTELLA DE COCA-COLA DE CUATRO MIL DÓLARES




Bien, amigos, disculpad que esté un poco desaparecido, pero he cogido la velocidad de crucero en un proyecto que quiero entregar justo después de navidades; no se equivocaba Picasso cuando dijo que "cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando"...

Por otro lado, ya sabéis que, cuando estoy callado, es que algo estoy tramando... y es verdad. Estoy planeando una Operación Magnet II -los seguidores del blog más fieles ya saben a qué me refiero-, pero ya habrá tiempo de hablar de eso.

Pues hoy vamos con una historia que fue relatada por el mítico corresponsal de guerra Ernie Pyle en su recomendable libro Brave Men, y que he reproducido en mi última obra, PEQUEÑAS GRANDES HISTORIAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.

Pyle, que cubrió la campaña de Italia con el Ejército estadounidense, gustaba de mezclarse con los soldados y conocer de primera mano sus historias. Así, en una de sus crónicas, relató una anécdota protagonizada por los hombres de la 13ª Brigada de Artillería del ejército norteamericano, destinada en los alrededores de Nápoles.

Los integrantes de un regimiento de esta unidad decidieron organizar una lotería, cuyo primer premio sería una botella de Coca-Cola. Todo empezó cuando un soldado que había pertenecido al regimiento, y que ya había regresado a Estados Unidos, Frederick Williams, de Forida, envió dos botellas de ese popular refresco a dos de sus antiguos compañeros. El obsequio les hizo una especial ilusión, ya que nadie allí había visto una botella de Coca-Cola desde hacía un año.




Los destinatarios se bebieron a medias una de las botellas y después empezaron a tener ideas sobre la otra. Finalmente, decidieron rifarla y utilizar las ganancias para el cuidado de los niños cuyos padres habían muerto sirviendo en el regimiento.

Además, tenían la esperanza de que la empresa Coca-Cola igualaría la cantidad que consiguieran.



La lotería se anunció en el pequeño periódico ciclostilado de la unidad y las participaciones se pusieron a la venta a veinticinco centavos cada una. No había transcurrido la primera semana y en la caja ya había más de mil dólares. El dinero llegaba en cuartos de dólar, dólares, chelines, libras, francos y liras.

Ante el vuelo que estaba adquiriendo la rifa, hubo que designar un comité que hiciera de administrador. Al final de la tercera semana, los fondos recaudados sobrepasaban los tres mil dólares. Para añadir alicientes al sorteo, el soldado Lamyl Yancey, de Kentucky, consiguió una botella en miniatura de Coca-Cola y la ofreció como segundo premio.




Justo antes del gran sorteo, los fondos llegaban a los cuatro mil dólares. El día señalado, se metieron todas las papeletas en una caja de proyectiles alemanes y el comandante de la brigada extrajo dos números. El vencedor fue el sargento William Schneider, de Nueva Jersey. La botella en miniatura del segundo premio fue a parar al sargento Lawrence Presnell, de Carolina del Norte.

El sargento Schneider, en lugar de alegrarse por ser el afortunado ganador, estaba horrorizado por lo que le había ocurrido. Aquel refresco valía lo mismo que ocho mil botellas en Estados Unidos.

«No creo que me interese beberme una botella de cuatro mil dólares» —dijo—. «Creo que la enviaré a casa y la guardaré unos cuantos años».


La anécdota llegó de algún modo a oídos del enemigo. La emisora de radio que emitía desde Roma, bajo control alemán, se hizo entonces eco de la historia, pero distorsionándola completamente y utilizándola en contra de las tropas norteamericanas.

Tal como lo divulgaron los alemanes, los soldados iban tan cortos de suministros que estaban pagando hasta diez mil dólares por una sola botella de Coca-Cola, añadiendo de ese modo seis mil dólares más a la recaudación.




Pero la historia de aquella botella de Coca-Cola no puede darse todavía por concluida. En 1979, un periodista del Washington Post, Joseph Mastrangelo, leyó la anécdota relatada por Pyle y decidió lanzarse a la búsqueda del afortunado soldado al que le correspondió el primer premio, intrigado por saber cuál había sido el destino final de la preciadísima botella.

No obstante, a pesar de sus esfuerzos, implicando en su pesquisa a las asociaciones de veteranos, Mastrangelo no consiguió localizar al sargento Schneider. Al menos, como premio de consolación, fue capaz de encontrar al soldado al que le correspondió el segundo premio, la botella en miniatura.

Cuando Mastrangelo publicó el resultado de sus investigaciones, la compañía Coca-Cola lanzó una campaña por todo el país para tratar de encontrar al escurridizo sargento Schneider, con idéntico resultado.

Así pues, el destino final de esa botella de cuatro mil dólares es uno de los enigmas pendientes de la Segunda Guerra Mundial...



martes, octubre 13, 2015

¿SABÍAS QUE LOS INGLESES LE HICIERON UN "DUNKERQUE" A NAPOLEÓN EN ESPAÑA?





Bien, amigos, después del post frívolo para cubrir estos tres días de fiesta, vamos con una historia que seguramente algunos de vosotros conocéis, pero que quizás haya muchos que no.

Como sabéis, ahora me ha dado por la Guerra de la Independencia (1808-1814), un conflicto que va mucho más allá de lo conocido por todos, como la victoria en Bailén, los sitios de Zaragoza o Gerona, o las andanzas del Empecinado...

Hay que tener presente que nuestra geografía fue el escenario de un conflicto mucho mayor, el que enfrentaba a Francia y Gran Bretaña. Y enmarcado en esa contienda nos encontramos un episodio que yo conocía a muy grandes rasgos, que fue la fracasada campaña del general Moore, que acabó con sus tropas emprendiendo una auténtica marcha de la muerte hasta La Coruña, para embarcar hacia Inglaterra. Esa retirada es conocida como la Carrera de Benavente.

Como os dije, he leído LA MARCHA DE LA MUERTE, de Christopher Summerville, y me ha encantado. El libro narra crudamente lo que tuvieron que pasar los soldados de Moore para atravesar las cordilleras galaicoleonesas, en una retirada parecida a la que cuatro años más tarde sufriría el ejército napoleónico en las estepas rusas.



¿Qué pasó para que se tuviera que producir esa dramática retirada?

Os lo voy a resumir. Después del éxito de la campaña británica para expulsar a los franceses de Portugal, los políticos ingleses y la opinión pública se vinieron arriba. El triunfo en Bailén daba a entender que los españoles nos habíamos levantado en armas, así que la opinión pública inglesa exigía penetrar en España para unirse a la sublevación y expulsar así a los franceses de la península.

Al frente de la campaña pusieron al general John Moore, quien por entonces no estaba muy bien considerado en las altas esferas militares. Eso da a entender que los militares eran conscientes de que la campaña que se iba a emprender era un marrón; si Moore fracasaba, sería el perfecto cabeza de turco, como así sería.




El problema era fijar un objetivo claro a la campaña, que comenzaría en diciembre de 1808. Se decidió entonces como estrategia general cortar las comunicaciones de Madrid con Francia, o al menos molestar en esas regiones para aliviar así la presión gala en el sur. Así que el primer paso fue dirigirse a Salamanca para seguir hacia Valladolid.

En Sahagún (León) estaba el mariscal francés Jean de Dieu Soult. Hasta allí llegaron las tropas de Moore, enfrentándose con sus avanzadas, alcanzando una prometedora victoria. Pero Napoleón, que estaba en Madrid, decidió acudir con sus tropas al escenario de ese enfrentamiento a marchas forzadas, para atrapar a Moore entre dos fuegos.

Moore, de quedar atrapado entre Soult y Napoleón, no hubiera tenido ninguna opción, así que decidió retroceder hacia Galicia, para embarcar rumbo a Inglaterra y evitar así el desastre.





Aunque la retirada resultaba muy complicada en esas circunstancias, en pleno mes de diciembre con frío y nieve, los ingleses fueron protegiendo a duras penas su retaguardia. Napoleón inició su persecución, pero en Benavente perdió la oportunidad de aniquilarlos, antes de que llegasen a las zonas montañosas, en donde ya sería más difícil atraparlos. El emperador debió considerar que esa tarea ya no era digna de un emperador y se retiró, dejando el trabajo sucio a Soult.

Durante el camino hacia la costa, las tropas se dedicaron al pillaje en los pueblos por donde pasaban. Se dio la trágica circunstancia de que los soldados británicos pensaban que el pueblo español los aclamaría como libertadores y les ofrecerían comida y bebida, pero las gentes locales preferían esconderlo todo al paso de las tropas. La frustración de los soldados por no haberse podido enfrentar a los franceses y la rabia al ver cómo los españoles escondían lo que ellos tanto necesitaban les llevarían a cometer todo tipo de excesos.




Las tropas de Moore, tras enormes penalidades y después de perder muchos hombres y pertrechos por el camino, lograron llegar a La Coruña, aunque con los franceses del mariscal Soult pisándoles los talones. Los barcos británicos que debían rescatarles estaban a punto de llegar.

Finalmente, mientras se mantenían las defensas en los alrededores de La Coruña, los barcos salvadores llegaron y los británicos consiguieron hacer un "Dunkerque". Los franceses hicieron todo lo que pudieron por penetrar en La Coruña y culminar así la persecución -Moore murió heroicamente durante los combates-, pero los ingleses resistieron el tiempo suficiente para poder embarcar hacia Inglaterra y ponerse a salvo.

Los soldados llegaron a casa enfermos, demacrados y casi desnudos, causando un shock en la opinión pública británica. Como estaba previsto, Moore cargó con todas las culpas; el hecho de estar muerto facilitaría las cosas. Su rehabilitación tardaría unos años en llegar.

La campaña de Moore había sido un fracaso, pero al menos se pudo evitar que el cuerpo expedicionario fuese aniquilado por Napoleón, en un episodio que, en cierto modo, se repetiría siglo y medio más tarde; ya se sabe que los ingleses son especialistas en ir de derrota en derrota... hasta la victoria final.

jueves, octubre 08, 2015

ESCRIBIR EN LOS TIEMPOS DEL WHATSAPP






Bien, amigos, después de las interesantes recomendaciones de la entrada anterior,vamos con un post frívolo, pero que quizás despierte más comentarios que el anterior.

Coincidiréis conmigo en que el mundo de la comunicación interpersonal está avanzando a gran velocidad. Hoy día es casi indispensable estar conectado; si no, corres un serio peligro de quedar fuera de todo. Ya no sirve de nada resistirse, con el paso del tiempo uno tiene que rendirse y aceptar lo que hay, dejando a un lado sus principios.

Quedan muy lejos aquellos tiempos en los que, para quedar el grupo de amigos, había que ir llamando por teléfono a la casa de cada uno y, en muchos casos, dejar recados a la madre del amigo... Lo normal era eso, llegar a casa y que tu madre te dijera "ha llamado fulano y mengano, que les llames". Entonces, tú llamabas, pero el amigo ya no estaba y tenías que dejar otro recado a su madre...

Ahora eso resulta inconcebible, pero ese sistema arcaico funcionaba y conseguíamos quedar cada fin de semana.




Ahora eso ha quedado sustituido por el "grupo de WhatsApp". La verdad es que ahora es facilísimo para un grupo de varias personas quedar casi al instante.

Pero eso también tiene su cara negativa; esa facilidad de comunicarse hace que uno tenga la tentación de lanzar comentarios absolutamente banales, que son respondidos de forma similar, por lo que puedes encontrarte enfrascado en una apuesta de "a ver quien la dice más gorda", todo ello trufado de fotos (mejor no entrar en este tema) y emojis...




Pues sí, aunque uno se resiste al principio a utilizar estos emoticonos por su carácter infantil, se acaba cayendo y ahí te ves, tíos de cerca de 50 años mandándose caritas, cacas, fantasmas y flamencas...



Esa nueva manera de comunicarnos nos hace estar todo el día online, con lo que se difuminan las barreras entre tiempo de trabajo y ocio. Ahora es posible estar trabajando y, a la vez, comunicándose con la gente.

Eso me ocurre a mí; mientras escribo, suelo tener abiertos mis canales de comunicación, lo que va muy bien para temas editoriales, ya que a veces se plantean cuestiones que es necesario responder lo más rápido posible ("Jesús, ¿qué portada te parece mejor para el nuevo libro?"), pero también llega a distraerte bastante si ese día no estás muy inspirado o, sencillamente, estás un poco vago.

Así, como experimento, ayer fui apuntando mis comunicaciones por WhatsApp mientras estaba escribiendo un capítulo de mi próximo libro.




Afortunadamente, ayer estaba inspirado y escribí lo que me marqué como objetivo.

Vamos allá:

- A., un autor que está intentando publicar su primer libro, me responde a mi propuesta para ir a comer para hablar de sus progresos y quedamos.

- B. me pregunta cómo he comenzado el día.

- C. dice en el grupo que no va a poder venir a la cena programada, así que cambiamos fecha.

- D. me dice que, al final, E. va a poder venir a buscar setas, aunque yo ya le había preguntado a E. y no me había respondido, con doble check azul...




- C. dice que tampoco puede venir a la cena en la nueva fecha, así que no la cambiamos.

- F. me pregunta una cosa sobre el niño.

- G. me pregunta cómo he comenzado el día.


A esto hay que sumar los mails y algunos mensajes de Facebook, pero, en todo caso, ayer fue un día bastante tranquilo en este aspecto.

De todos modos, para aprovechar bien el tiempo, lo mejor es desconectarse y centrarse en el trabajo, que es lo que debería hacer ahora, antes de ponerme a escribir, pero voy a conectar el wifi del móvil a ver si alguien me ha dicho algo...



lunes, octubre 05, 2015

OLVIDAOS POR UN RATO DE "JUEGO DE TRONOS"... Y ENGANCHAOS A "LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA"





Hoy vamos con otra recomendación, en este caso de una serie, ahora que esto está tan de moda. Pero no, no os voy a hablar de esas series de ficción que llevan loco a más de uno para poder seguirlas todas, sino de una serie documental española que, a pesar de sus limitaciones, me ha entusiasmado.

El origen de mi interés por este documental viene de unos meses atrás, cuando visité junto a unos amigos un paraje cercano a Solsona (Lérida), los llanos de Busa, o Pla de Busa, un lugar poco conocido que creo que merecería serlo más. Se trata de un altiplano de 1.300 m. de altura, rodeado de impresionantes riscos de 300 m., formando una especie de fortaleza natural. Se llega hasta allí desde un desvío a la izquierda, a 9 km de Solsona, por la carretera que une esta ciudad y Berga, la C-26.

Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), esta meseta fue utilizada como campo de instrucción por las fuerzas españolas. Se fortificaron los escasos puntos débiles y se construyeron un millar de cabañas de madera para alojar a los combatientes. Busa fue, después de Cádiz, el primer lugar de España en proclamar la Constitución de Cádiz de 1812, en un acto celebrado ante 8.000 hombres.

Aunque sólo por eso el lugar ya merece atención, lo más interesante del lugar es que en un extremo del altiplano hay un gran peñasco, el Capolatell, que fue utilizado como prisión natural durante la guerra. A ese pico sólo se podía acceder a través de un puente de madera que lo unía al resto de la sierra; una vez obligado el prisionero a atravesar el puente, éste era retirado para que no pudiera regresar.

Los franceses que tenían la desgracia de quedar confinados en la "prisión de Busa" acababan muriendo de hambre o enfermedades, ya que resultaba imposible huir descendiendo por aquellos riscos. La única y desesperada salida era lanzarse al vacío, con el lema Mourir à Busa et resurgir à Paris (morir en Busa y resurgir en París), lo que acabó haciendo más de uno.




Hoy es posible acceder fácilmente a la "prisión" por un camino que llega hasta un puente metálico, esta vez sin riesgo de que después sea retirado.





Es una excursión apta para ir con niños, así que es una buena idea para una escapada en familia.

A partir de ahí, traté de buscar más información sobre lo ocurrido en aquella prisión infernal, pero no he podido encontrar demasiados detalles. De ahí, leí algún libro sobre la Guerra de la Independencia en Cataluña, y después he refrescado lo que sabía sobre el conflicto en toda España, al que no había vuelto desde los años de la carrera.

Pues buscando información sobre este conflicto, me he tropezado con esa serie que ha satisfecho mis expectativas, LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.

Aquí tenéis el primer capítulo:





Son doce capítulos que ofrecen una visión completísima de la contienda. Eso sí, no esperéis el tipo de documental que ahora se lleva, ilustrado con dramatizaciones y efectos varios, además de una excelente infografía.

Esta serie cuenta con pocos medios y se nota; recurre a cuadros y grabados, así como secuencias de películas antiguas para las escenas de acción (algunas de ellas se repiten demasiado). Además, la infografía es antediluviana, por lo que el "envase" resulta bastante descorazonador.

Sin embargo, si logramos reponernos ante el impacto de esa mala presentación, uno se acaba centrando en lo que de verdad importa; el relato de los hechos y las aportaciones del dream team de historiadores con los que cuenta la serie. Las intervenciones de los historiadores son certeras y concisas, por lo que se mantiene el ritmo en todo momento.

La consecuencia es que uno queda enganchado a la serie y la docena de capítulos es devorada a toda prisa, o al menos eso me ha pasado a mí. No me habría importado que hubiera durado algunas entregas más.

Gracias a la serie he descubierto bastantes cosas que desconocía, por lo que he me animado a descubrir algunas más. Rebuscando por casa, he visto que tenía el libro LA MARCHA DE LA MUERTE, de Christopher Summerville, en un ejemplar perteneciente a una colección de títulos de Historia Militar que publicó hace unos años RBA, así que igual vosotros lo tenéis por ahí sin que lo hayáis leído todavía, como me ha pasado a mí.





Lo he comenzado hoy mismo y también me ha enganchado, así que estoy teniendo suerte.

Pues nada, si os animáis, hincadle el diente a esa excepcional serie documental, no os arrepentiréis.


jueves, octubre 01, 2015

"LA PEQUEÑA COMUNISTA QUE NO SONREÍA NUNCA": UNA BIOGRAFÍA FICTICIA DE NADIA COMANECI




Bien, amigos, vamos con una recomendación literaria.

El otro día, un amigo que, como yo, es un ávido lector sin prejuicios y se embaula todo lo que le cae en las manos, me dijo que se acababa de leer un libro con el irresistible título de LA PEQUEÑA COMUNISTA QUE NO SONREÍA NUNCA, de la francesa Lola Lafon, una biografía novelada de la célebre gimnasta rumana Nadia Comaneci, que había encontrado por casualidad en uno de esos yacimientos de e-books que se encuentran por la red, y que le había gustado.

Como me fío de su criterio, decidí colarlo en mi lista de lecturas, y hoy lo he terminado.

Se trata de libro un tanto inclasificable, parecido al de HHhH, de Laurent Binet, que seguro que habéis leído.

Al igual que en esa novela, la autora relata el supuesto proceso de creación de su libro, en el que pretende reconstruir la vida de la célebre gimnasta. El elemento más original es que a lo largo de la novela va transcribiendo las conversaciones telefónicas y por e-mail que mantiene con Comaneci, a quien va remitiendo los capítulos conforme los escribe para que confirme los detalles o le indique lo que debe cambiar; sin embargo, al principio advierte de que esos diálogos "son una ficción soñada", así que no engaña a nadie.




Aun así, en cuanto te lanzas a la lectura te olvidas del aviso y le concedes toda la verosimilitud a esas conversaciones. De hecho, cuando he terminado el libro, he dudado de si al principio decía eso o no, así que he tenido que volver atrás para confirmar que esa relación epistolar pertenece por completo a la ficción.

Aparte de sus méritos literarios, el libro es útil para conocer el tema del deporte dentro de un régimen comunista como el rumano, la dureza de los entrenamientos que debían realizar aquellas niñas gimnastas, los chanchullos que se dan en los Juegos Olímpicos -tremenda la descripción del robo de una medalla de oro a Comaneci en Moscú '80-, o la vida diaria en la Rumanía del dictador Ceaucescu, así como su caída.

Otro aspecto interesante es que Lafon no te da toda la información sobre los hechos que jalonan la vida de la protagonista, a pesar de que se supone que es una biografía. De algunos episodios tan sólo proporciona pistas, lo que empuja al lector a buscar más datos por su cuenta, como es mi caso.

Aquí tenéis, por ejemplo, su actuación en las barras asimétricas en Montreal '76, que le valió un 10. Como curiosidad, por entonces los marcadores electrónicos sólo llegaban al 9.99, por lo que no tuvieron otra opción que marcar 1.00, ante la sorpresa del público y de la propia gimnasta; los jueces, con gestos ostensibles, aclararon que se trataba de un 10, la primera vez que una gimnasta alcanzaba esa nota en unos Juegos Olímpicos.






Pero ese planteamiento de dejar huecos que el lector debe rellenar también tiene un punto débil; en algunos tramos, el libro aparece un tanto deslavazado e inconexo, pero no hay que olvidar en ningún momento que nos encontramos con una novela, por lo que si alguien buscaba una biografía de la gimnasta debería acudir a otro lugar.

En resumen, uno de esos libros que, sin ser extraordinario, te proporciona información desconocida, te despierta la curiosidad y, además, no te aburre en absoluto. Poco más se puede pedir a un libro que cae en tus manos por casualidad.