lunes, febrero 27, 2006

Hechos insólitos de la 2GM



Mi libro HECHOS INSOLITOS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (Inédita Editores), que apareció en tapa dura en marzo del año pasado, acaba de salir ahora en edición de BOLSILLO, en la colección PUZZLE.

Pese a que pienso que éste es un libro más maduro que el anterior (Las cien mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial), la verdad es que no ha tenido las mismas ventas que él. Aún así, muchos de los que lo han leido coinciden en que es mejor, aunque hay otros que dicen que les gustó más el otro.

Sea por lo que sea, creo que el "Hechos insólitos..." no ha tenido la respuesta que creo que merece, por lo que espero que su aparición en bolsillo sirva para que sea más conocido y apreciado.

viernes, febrero 17, 2006

La Batalla de Lepanto






La batalla de Lepanto supuso el final de la amenaza turca sobre Europa. La toma de Constantinopla por los turcos en 1453 había iniciado un periodo de expansión musulmana por el Mediterráneo que finalizaría en la célebre batalla en la que Cervantes perdió un brazo.
Antes de ese decisivo encuentro naval, la flota otomana amenazaba las rutas comerciales que enlazaban el mundo cristiano con el oriental. Suleimán el Magnífico había tomado la gran fortaleza de Belgrado y expulsado a los caballeros de San Juan de la plaza fuerte de Rodas. En 1526 había aplastado a los húngaros, abriendo así el camino hacia el corazón de Europa, aunque se vería obligado a renunciar a la conquista de Viena tras un largo asedio.
Las plazas de Argel y Trípoli caerían bajo dominio otomano, al igual que Túnez, que sería ocupada en 1570 por el virrey de Argel. Continuando con la expansión turca, Selim II tomó Chipre, lo que provocaría finalmente una decidida reacción cristiana ante el riesgo de invasión generalizada.
Se formó entonces la denominada Liga Santa, que estaba formada en su mayoría por barcos españoles y que contaba solamente con el apoyo del papa Pío V (1504-1572) y de la República de Venecia, reuniendo un total de 80.000 hombres y más de doscientas embarcaciones de guerra, que quedarían concentradas en el puerto siciliano de Messina bajo el mando de don Juan de Austria.

El 15 de septiembre de 1571 la flota partió dirigiéndose a la isla de Cefalonia, tras recibir la noticia de que en el golfo de Lepanto , en la costa occidental de Grecia, se había reunido la flota turca, compuesta por unas 270 naves.
Al amanecer del 7 de octubre de 1571, la flota cristiana avistó a la turca y don Juan dispuso sus naves en formación de combate. En el flanco derecho se situaron las naves venecianas bajo el mando de Andrea Barbárigo; en el izquierdo, la flota papal capitaneada por Andrea Doria, mientras que en el centro quedó en manos de don Juan de Austria, con el grueso de la flota. Por su parte, los turcos adoptaron la forma de media luna, separándose poco más tarde en tres secciones: en el centro la flota de Alí Pashá; Mohamed Siroco en la derecha y Ulach Alí en el flanco izquierdo.
Don Juan abrió la batalla disparando sus cañones contra las naves de Alí Pashá, destruyendo de golpe siete galeras turcas. Los otomanos avanzaron entonces su flanco central contra las naves de don Juan, entablando una encarnizada batalla. Pero don Juan logró tomar la nave capitana, rompiendo así el centro de la flota turca, que se batió en retirada.
Por su parte, el flanco derecho turco, con Mohamed Siroco al frente, llevó a cabo una ariesgada maniobra envolvente contra las galeras venecianas de Barbárigo, para lo que se desplazó bordeando la costa, muy cerca de las rocas. Esta táctica de saldó con éxito, consiguiendo desbordar así a la flota veneciana. Su buque insignia fue tomado al quedar rodeado por ocho galeras turcas. Pero la retaguardia cristiana acudió rápidamente en auxilio de Barbárigo, lo que provocó la derrota de Siroco y la huida precipitada de su flota.
La línea izquierda turca, la mando de Uluch Alí, empleó la misma táctica que Siroco, intentando rodear las naves de Andrea Doria y alcanzarlas por detrás. Sin completar la maniobra envolvente, Alí decidió atacar al grueso de la flota de Doria, logrando abrir un importante hueco en las líneas de la flota papal. Pero nuevamente la retaguardia cristiana estuvo atenta y pudo llegar a tiempo de evitar el desastre. Al poco tiempo llegó también parte de la flota de don Juan, que ya había asegurado el centro de la formación, obligando así a Uluch Alí a retirarse.
A pesar de haber perdido 17 galeras y más de 8.000 hombres, tras unas cuatro horas de lucha la flota cristiana había tomado el control de la batalla. Pero, aunque la escuadra otomana había sufrido unas 25.000 bajas y había visto como se hundían un centenar de galeras, los tripulantes musulmanes mantuvieron su ánimo combativo hasta el final.

A esas alturas de la batalla, los tripulantes de una galera turca se habían quedado ya sin munición; en ese momento, para defenderse del ataque de un navío español, ¡los musulmanes acabaron lanzando contra los cristianos limones y naranjas!
Con la victoria de la flota cristiana se acababa el mito de la invencibilidad naval musulmana y se alejaba así el peligro de una invasión. Los europeos en general tenían así motivos para estar contentos, pero quienes más lo celebraron fueron los galeotes que habían remado en las naves cristianas.
Antes de la crucial batalla, para asegurarse su colaboración en los momentos críticos que se avecinaban, don Juan de Austria había prometido a los galeotes de su flota que, en caso de conseguir la victoria, les liberaría de su condena y que serían puestos en libertad a su regreso a España. Al haber ganado la batalla se vio obligado a cumplir con su palabra, pero esta liberación masiva tuvo como consecuencia que la mayor parte de la flota quedó paralizada en los puertos españoles por falta de remeros.
Pero lo que supuso una alegría para unos acabó tornándose en desgracia para otros, puesto que don Juan de Austria solicitó a su hermano, el rey Felipe II, que se le proporcionasen galeotes si no quería que su flota languideciese sin posibilidad de hacerse a la mar. La petición fue aceptada y el monarca ordenó a jueces y alcaldes que cualquier delito, por pequeño que fuera, se castigase con la pena de galeras.

miércoles, febrero 15, 2006

El general Custer no era general





Aunque todo el mundo se refiere a él como el general Custer, el conocido militar norteamericano que murió el 25 de junio de 1876 a manos de los indios en la batalla de Little Big Horn no lo era en esos momentos.

George Armstrong Custer (1839-1876) fue ascendido a general de brigada con tan sólo 23 años, siendo entonces el general más joven de ese momento. Sin embargo, sus titubeantes inicios en la carrera castrense no presagiaban la brillante carrera que luego llevaría a cabo.

Se graduó en la academia militar de West Point en 1861, obteniendo el último puesto de su promoción. Además su expediente no estaba precisamente impoluto; reflejaba un total de 726 faltas cometidas durante los cuatro años que estuvo en la academia, la mayoría de ellas causadas por su afición al whisky.

Pero durante la guerra de Secesión, que estalló el mismo año en el que se graduó, Custer demostraría una valentía fuera de lo común. Sus actos de heroísmo le valieron sucesivos ascensos, hasta alcanzar en tan sólo un año el grado de general de brigada, convirtiéndose por méritos propios en el general más joven del bando nordista.

No obstante, tras el final de la guerra y para adaptarse al tiempo de paz, el Ejército norteamericano sufrió una reorganización que alteró toda la estructura militar. Custer fue uno de los más perjudicados, puesto que se vería rebajado a capitán. En ello también tuvo que ver el hecho de que fuera sometido a un Consejo de Guerra en 1866, al haber dejado su puesto para encontrarse con su esposa.

Posteriormente, en 1868, volvería a ascender, en este caso a teniente coronel, tras la recomendación del general Sheridan, que había combatido junto a Custer durante la guerra civil. Ese sería el rango con el que acabaría perdiendo la vida en la famosa batalla que se dio durante la segunda guerra sioux.

Custer fue enviado con 600 hombres del Séptimo de caballería a explorar el río Little Big Horn. Tenía previsto reunirse con otras dos columnas del Ejército. Pero al llegar al río se encontró con 3.500 guerreros sioux, ayudados en esta ocasión con los cheyennes y arapahos, con los míticos jefes Toro Sentado y Caballo Loco al frente.

Custer cometió el error de dividir su pequeña fuerza en tres grupos, encabezando una de ellas y dejando las otras dos al mando del comandante Reno y el capitán Benteen.

Los indios impusieron su superioridad numérica y aplastaron a los tres grupos. La imagen que ha pasado a la historia es la de Custer rodeado de guerreros indios. Resistió una hora los ataques hasta que, agotada la munición, cayó muerto. De todos modos, se desconocen las circunstancias exactas de su muerte, puesto que hasta nueve guerreros se arrogaron el honor de haber matado a Custer, llamado por los indios "Cabello Largo".

Un arapaho llamado Waterman explicó después que vio "a Custer en el suelo, apoyado en sus manos y rodillas, con una herida de bala en el costado. Le salía sangre de la boca a borbotones, mientras contaba tan sólo con la protección de cuatro de sus hombres, mientras miraba desafiante a los indios que le tenían rodeado".

El primer hombre blanco que vio el cadáver de Custer fue el teniente James Bradley, que llegó al lugar poco después de la batalla. Según su testimonio, "la expresión del rostro de Custer no expresaba odio o terror, sino más bien una inmensa paz".

Bradley confirmó la apreciación del indio Waterman, al comprobar el orificio de bala que tenía en el costado izquierdo, cerca del corazón. Además, presentaba otra herida de bala en la sien izquierda. Según el perspicaz Bradley, la bala del costado fue disparada a cierta distancia por un rifle Henry o Winchester, y probablemente le ocasionó la muerte, mientras que el disparo en la sien pudo haber sido un disparo de gracia. ¿Quién lo hizo? ¿Fue un indio, uno de los hombres de Custer para evitarle más sufrimientos o, por qué no, el propio Custer? Nunca se sabrá.

Otro oficial, el sargento Knipe, ofreció también una descripción de lo que halló en el campo de batalla. Según él, "el cuerpo de Custer estaba desnudo, conservando tan sólo los calcetines. El cadáver descansaba sobre los cuerpos de tres soldados, y sólo una parte de su espalda estaba en contacto con el suelo". Curiosamente, la suela de una de sus botas estaba cerca de él; probablemente, el cuero de la bota había sido arrancado por un indio para confeccionarse unos mocasines.

El cadáver de Custer no sufrió las mutilaciones de que fueron objeto otros de sus compañeros. Pero, al parecer, unas mujeres indias perforaron sus tímpanos para que no pudiera oir nada en la otra vida.

Una cuestión interesante es saber si a Custer se le arrancó la cabellera. La versión oficial asegura que no sufrió está costumbre india. Un guerrero indio llamado "Lluvia en la cara" lo confirmó, afirmando que no se le cortó el cuero cabelludo en reconocimiento al valor que demostró en la batalla.

En realidad, lo más probable es que el motivo de que su cabeza conservase el cabello fuera el hecho que Custer se lo cortase poco antes de marchar a esa campaña. Aunque la iconografía muestra siempre a Custer resistiendo los ataques indios con su larga cabellera rubia, en realidad ese día llevaba el pelo muy corto, lo que posiblemente disuadió a los guerreros indios en su propósito de llevarse ese trofeo tan poco lucido.

martes, febrero 14, 2006

El búnker de Hitler


Foto: T. Widjaja


Los restos del búnker en el que Hitler se suicidó el 30 de abril de 1945 permanecen aún hoy enterrados en el antiguo Berlín Oriental, entre las calles Vostrasse y Wilhelmstrasse.

Tras la guerra, los rusos lo intentaron dinamitar, pero sólo lograron destruir el búnker superior. El inferior, o Führerbunker,en el que estaba alojado el dictador nazi, salió a la superficie durante unas obras a finales de los ochenta. Fue tapado con tierra y justo al lado se construyó un bloque de apartamentos de ocho pisos.

Los turistas que hoy día buscan infructuosamente algún vestigio del escenario del último acto del Tercer Reich han de conformarse con pisar el parque infantil que hoy ocupa el lugar en donde se cree que fueron incinerados los cuerpos de Hitler y Eva Braun y que puede verse en esta foto, tomada el pasado mes de enero.

En la actualidad, los científicos emplean sofisticados instrumentos para detectar el lugar en donde se encuentra lo que queda del búnker, ante la imposibilidad de realizar excavaciones, lo que ha dado lugar a varias versiones sobre su emplazamiento exacto.

Lo que acabaría con todas las especulaciones sería desenterrar de una vez por todas los restos del búnker, pero ¿qué alcalde de Berlín se atrevería a dar el permiso de que aflorase la última morada de Hitler?

Origen militar de San Valentín




El que San Valentín sea el patrón de los enamorados tiene su origen la HISTORIA MILITAR, concretamente en el hecho de que, a partir del año 270, los soldados romanos tenían prohibido casarse. El responsable de esta norma fue el emperador romano Marco Aurelio Flavio (214-270), que consideraba que los soldados que estaban casados no afrontaban suficientes riesgos en el campo de batalla.

San Valentín, que entonces era obispo, celebraba en secreto las bodas de los soldados que no querían cumplir esa orden, por lo que fue detenido. El 14 de febrero de 270 fue lapidado y finalmente decapitado, en un día que daría lugar al tradicional día de los enamorados.

sábado, febrero 11, 2006

Nixon en la marina



Una de mis anécdotas preferidas de la Segunda Guerra Mundial es ésta:


Al entrar Estados Unidos en la guerra, el futuro presidente Richard Nixon (1913-1994) ejercía como abogado. Se alistó en la Marina, pero como simple asistente, estando encargado de servir comida a la tropa, asando hamburguesas y despachando cervezas en la cantina. La paga que le correspondía por su labor era mínima, pero aún así, cuando acabó la guerra, había conseguido ahorrar 10.000 dólares de 1945.

¿Cuál fue la razón de este rápido enriquecimiento? Nixon era un consumado jugador de póker y no tenía muchas dificultades para desplumar a sus compañeros. Lo que no sabemos es si ya entonces hacía honor al sobrenombre que se le adjudicó durante su presidencia: Tricky Dick ("Dick el tramposo").

martes, febrero 07, 2006

Batalla de Inglaterra




Como los aficionados a la 2GM ya estamos cansados de que siempre nos pongan las mismas fotos de la Batalla de Inglaterra, os regalo un par de imágenes que al menos yo no tenía vistas anteriormente y que me parecen extraordinarias.

lunes, febrero 06, 2006

Artículo en EL PAIS

A continuación transcribo el artículo que me dedicó el diario EL PAÍS el lunes 12 de diciembre de 2005:

GOTAS DE HUMOR PARA UN BAÑO DE SANGRE

Jesús Hernández recopila en sus libros anécdotas y hechos insólitos de la II Guerra Mundial

Los británicos contrataron los servicios de un prestidigitador para ocultar a los alemanes el canal de Suez. Durante la invasión de Sicilia los Aliados crearon una unidad de mulas paracaidistas. Churchill auspició un proyecto para usar un iceberg como portaaviones. Otto Skorzeny, el célebre oficial nazi que liberó a Mussolini en el Gran Sasso, cazó en las calles de Burdeos un tigre que se había escapado de un circo. La Casa Blanca estuvo a punto de ser pintada de negro para protegerla de ataques aéreos... Son algunos de los hechos insólitos de la Segunda Guerra Mundial que Jesús Hernández (Barcelona, 1966) ha recogido en sus libros de anécdotas bélicas, unos libros que, publicados por Inédita, tienen una muy buena acogida y que ponen el contrapunto de una nota de humor en aquella espantosa contienda de cuyo final se ha cumplido este año el 50 aniversario.

"Al empezar a recopilar esos hechos extravagantes y divertidos era consciente de que optaba por un acercamiento cuestionable a una tragedia que provocó tanto dolor y tantas muertes", señala el autor de Las cien mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial (2004), Hechos insólitos de la Segunda Guerra Mundial (2005) y ¡Es la guerra! Las mejores anécdotas de la historia militar (2005). "Pero siempre he sido respetuoso con las víctimas y con la historia". Hernández, licenciado en Historia y Periodismo y apasionado de la historia militar, es un lector compulsivo de obras sobre la contienda y ha recorrido sus escenarios, desde el campo de batalla de El Alamein a las playas de Normadía. "No pretendo más que entretener, rastreo historias divertidas o curiosas, las cosas que los historiadores generalmente dejan porque consideran que no pertenecen a la gran historia. Yo quiero reflejar esa pequeña historia que a veces acerca más al lado humano del conflicto, insisto que siempre desde el respeto y la conciencia de que nada debe disfrazar que la guerra es un absoluto horror".

Entre las historias favoritas de Hernández están la del plan de soltar sobre Tokio murciélagos incendiarios; la de Saburu Sakai, autor del último derribo de un B-29 en la guerra, un piloto japonés que era... tuerto. Y la del ametrallador de cola de un bombardero Lancaster que cayó sin paracaídas desde seis mil metros de altura y sólo se rompió un tobillo. Está también la historia del hombre ciego que ayudó a descubrir las defensas nazis del Muro del Atlántico y la del envío de preservativos a las tropas alemanas cercadas en Stalingrado.

Curiosa (y digna de 1941, el divertido filme de Spielberg) es asimismo la historia del aviador japonés Nobuo Fujita, al que se le encargó en 1942 la singular misión de bombardear los bosques de Oregón para incendiarlos. Para ello, se desmontó y estibó en un submarino un pequeño hidroavión. Una vez ante las costas de EE UU, el aparato fue ensamblado y lanzado. Sobre el objetivo, Fujita dejó caer dos pequeñas bombas, una de las cuales no explotó y la otra provocó un pequeño incendio que afectó a... siete árboles. En 1962, el piloto regresó a EE UU invitado por los habitantes del pueblo de Brookings, que le había visto pasar volando aquel lejano día. Fujita les regaló su espada de samurái, que pende en el ayuntamiento de la localidad.

Hitler no daba cuerda al reloj

Jesús Hernández es un hombre perseverante hasta la obsesión. Le sorprendió que en una entrevista el historiador Antony Beevor dijera que uno de los secuaces de Hitler le birló el reloj al cadáver de éste cuando lo conducían para quemarlo en el patio del bunker de la Cancillería. "Pensé que era un error de Beevor porque es sabido que Hitler se pasaba el día preguntando la hora a sus generales". Ante la evidencia fotográfica -aportada por quien escribe estas líneas- de que Hitler sí llevaba reloj, de bolsillo, regalo de cumpleaños en 1929 de su hermana Angela y sus sobrinas Friedl y Geli Raubal, quedó algo estupefacto. Hasta que descubrió en el testimonio de la secretaria de Hitler Christa Schröeder (Doce años junto al Führer, Pagés Editors) que Hitler llevaba siempre ese preciado reloj en un bolsillo de la chaqueta "pero nunca le daba cuerda, por lo que se veía obligado a pedir la hora continuamente".

Hernández está siempre a la búsqueda de anécdotas. Sabe un montón, pero agradece que se le proporcionen más. Como la de que Hitler le prohibió tajantemente a Rommel que se fotografiara en camello, algo que le parecía propio de espíritus raros y extravagantes como Lawrence de Arabia e indigno de un mariscal suabo del Reich.

El deporte durante la II Guerra Mundial, señala Hernández, es una rica fuente de anécdotas. En 1942, en el Kiev ocupado, los alemanes hicieron jugar al Dynamo contra una selección de su Ejército reforzada tramposamente con jugadores del Flakelf de Primera División. Ganaron los ucranianos 4-1, pero los nazis represaliaron a los jugadores.

domingo, febrero 05, 2006

Las cien mejores anécdotas de la 2GM



Me gustan los DVD´s que tienen como opción oir la voz del director mientras se ve la peli, porque va explicando qué es lo que pretendía en determinada escena, los esfuerzos que le costó rodarla, etc.
En este caso voy a explicar brevemente la génesis de mi primer libro. En 1999, leyendo los tomos de Time Life de la 2GM, pensé que podría ser interesante explicar los hechos más curiosos de ese conflicto. Me puse manos a la obra y escribí un original, que comencé a enviar a las editoriales. Todas ellas me respondían lo mismo (deben tener un modelo de carta para estos casos), diciendo que el libro estaba muy bien "pero que ahora mismo no entra en nuestros planes editoriales", o me decían que estos supuestos planes los tenían comprometidos hasta el 2010, por lo menos, pero eso sí, me deseaban mucha suerte en el futuro.
Seguí enviando el libro hasta que una editorial de Málaga llamada BmmC se interesó y me dijo que lo publicaría. Estuvieron trabajando con el original durante varios meses y me enviaron una maqueta en PDF. Pasaron los meses y no tenía noticias de ellos, hasta que ví que habían cerrado la editorial. Continué mandando manuscritos con el mismo resultado -me rechazaron un total de 24 editoriales- hasta que me harté y decidí publicarlo en una editorial que los edita si tú los pagas. Así lo hice y, tras pagar religiosamente, en diciembre de 2003 ya tenía mis 300 ejemplares de "Las cien mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial" en cajas.
Afortunadamente, por pesao me dejaron que los depositase en una librería céntrica de Barcelona (lo que aceptaron a regañadientes) y el libro (para sorpresa de ellos y alegría mía) comenzó a funcionar. Entonces, el dueño de Inédita Editores lo vio por casualidad y le gustó, me llamó y me propuso publicarlo. A partir de ahí, ya todo ha ido sobre ruedas.
En mayo de 2004 se publicó en tapa dura y pasó a estar en FNAC, La Casa del Libro, El Corte Inglés, etc. Hasta ahora se han vendido cuatro ediciones en tapa dura y ahora mismo acaba de salir ya la segunda en bolsillo. Como véis, publicar no es nada fácil, pero sí eso se os ha pasado por la cabeza, para conseguirlo hay que seguir las tres reglas de oro que Woody Allen estableció para alcanzar el éxito: "Insistir, insistir e... insistir".

sábado, febrero 04, 2006

Presentación

Soy Jesús Hernández, escritor y periodista. Hasta la fecha he publicado tres libros: "Las cien mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial" (Inédita Ediciones, 2004), "Hechos insólitos de la Segunda Guerra Mundial" (Inédita Ediciones, 2005) y "¡Es la guerra! Las mejores anécdotas de la historia militar" (Puzzle Editores, 2005).Gracias al google he podido comprobar que son muchos los aficionados a la Segunda Guerra Mundial que han leído mis libros y que dejan sus comentarios sobre ellos en los foros sobre este tema. Me alegro de que las líneas que tecleo en el ordenador sirvan para que personas anónimas y desconocidas para mí pasen unos buenos ratos. Por ejemplo, hace un mes iba en el metro y ví como un tío que estaba de pie, al lado mío, cogido a la barra, iba leyendo... ¡mi libro de "Es la guerra"!Quizás tenía que haberme presentado y decirle que yo era el autor de lo que estaba leyendo, pero no le dije nada, le observaba y veía que se lo estaba pasando bien porque no dejaba de leer pese a los vaivenes que daba el metro, así que con eso ya era suficiente...A lo largo de las entradas de este blog que ahora inauguro iré dejando mis impresiones y espero que los lectores me hagan llegar sus observaciones para poder ir mejorando en libros sucesivos, como los que están a punto de salir y que pronto anunciaré.