lunes, febrero 06, 2006

Artículo en EL PAIS

A continuación transcribo el artículo que me dedicó el diario EL PAÍS el lunes 12 de diciembre de 2005:

GOTAS DE HUMOR PARA UN BAÑO DE SANGRE

Jesús Hernández recopila en sus libros anécdotas y hechos insólitos de la II Guerra Mundial

Los británicos contrataron los servicios de un prestidigitador para ocultar a los alemanes el canal de Suez. Durante la invasión de Sicilia los Aliados crearon una unidad de mulas paracaidistas. Churchill auspició un proyecto para usar un iceberg como portaaviones. Otto Skorzeny, el célebre oficial nazi que liberó a Mussolini en el Gran Sasso, cazó en las calles de Burdeos un tigre que se había escapado de un circo. La Casa Blanca estuvo a punto de ser pintada de negro para protegerla de ataques aéreos... Son algunos de los hechos insólitos de la Segunda Guerra Mundial que Jesús Hernández (Barcelona, 1966) ha recogido en sus libros de anécdotas bélicas, unos libros que, publicados por Inédita, tienen una muy buena acogida y que ponen el contrapunto de una nota de humor en aquella espantosa contienda de cuyo final se ha cumplido este año el 50 aniversario.

"Al empezar a recopilar esos hechos extravagantes y divertidos era consciente de que optaba por un acercamiento cuestionable a una tragedia que provocó tanto dolor y tantas muertes", señala el autor de Las cien mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial (2004), Hechos insólitos de la Segunda Guerra Mundial (2005) y ¡Es la guerra! Las mejores anécdotas de la historia militar (2005). "Pero siempre he sido respetuoso con las víctimas y con la historia". Hernández, licenciado en Historia y Periodismo y apasionado de la historia militar, es un lector compulsivo de obras sobre la contienda y ha recorrido sus escenarios, desde el campo de batalla de El Alamein a las playas de Normadía. "No pretendo más que entretener, rastreo historias divertidas o curiosas, las cosas que los historiadores generalmente dejan porque consideran que no pertenecen a la gran historia. Yo quiero reflejar esa pequeña historia que a veces acerca más al lado humano del conflicto, insisto que siempre desde el respeto y la conciencia de que nada debe disfrazar que la guerra es un absoluto horror".

Entre las historias favoritas de Hernández están la del plan de soltar sobre Tokio murciélagos incendiarios; la de Saburu Sakai, autor del último derribo de un B-29 en la guerra, un piloto japonés que era... tuerto. Y la del ametrallador de cola de un bombardero Lancaster que cayó sin paracaídas desde seis mil metros de altura y sólo se rompió un tobillo. Está también la historia del hombre ciego que ayudó a descubrir las defensas nazis del Muro del Atlántico y la del envío de preservativos a las tropas alemanas cercadas en Stalingrado.

Curiosa (y digna de 1941, el divertido filme de Spielberg) es asimismo la historia del aviador japonés Nobuo Fujita, al que se le encargó en 1942 la singular misión de bombardear los bosques de Oregón para incendiarlos. Para ello, se desmontó y estibó en un submarino un pequeño hidroavión. Una vez ante las costas de EE UU, el aparato fue ensamblado y lanzado. Sobre el objetivo, Fujita dejó caer dos pequeñas bombas, una de las cuales no explotó y la otra provocó un pequeño incendio que afectó a... siete árboles. En 1962, el piloto regresó a EE UU invitado por los habitantes del pueblo de Brookings, que le había visto pasar volando aquel lejano día. Fujita les regaló su espada de samurái, que pende en el ayuntamiento de la localidad.

Hitler no daba cuerda al reloj

Jesús Hernández es un hombre perseverante hasta la obsesión. Le sorprendió que en una entrevista el historiador Antony Beevor dijera que uno de los secuaces de Hitler le birló el reloj al cadáver de éste cuando lo conducían para quemarlo en el patio del bunker de la Cancillería. "Pensé que era un error de Beevor porque es sabido que Hitler se pasaba el día preguntando la hora a sus generales". Ante la evidencia fotográfica -aportada por quien escribe estas líneas- de que Hitler sí llevaba reloj, de bolsillo, regalo de cumpleaños en 1929 de su hermana Angela y sus sobrinas Friedl y Geli Raubal, quedó algo estupefacto. Hasta que descubrió en el testimonio de la secretaria de Hitler Christa Schröeder (Doce años junto al Führer, Pagés Editors) que Hitler llevaba siempre ese preciado reloj en un bolsillo de la chaqueta "pero nunca le daba cuerda, por lo que se veía obligado a pedir la hora continuamente".

Hernández está siempre a la búsqueda de anécdotas. Sabe un montón, pero agradece que se le proporcionen más. Como la de que Hitler le prohibió tajantemente a Rommel que se fotografiara en camello, algo que le parecía propio de espíritus raros y extravagantes como Lawrence de Arabia e indigno de un mariscal suabo del Reich.

El deporte durante la II Guerra Mundial, señala Hernández, es una rica fuente de anécdotas. En 1942, en el Kiev ocupado, los alemanes hicieron jugar al Dynamo contra una selección de su Ejército reforzada tramposamente con jugadores del Flakelf de Primera División. Ganaron los ucranianos 4-1, pero los nazis represaliaron a los jugadores.

1 comentario:

  1. Estimado Jesús, tengo anécdotas que te pueden interesar, cual es tu email de contacto.

    Saludos,

    Esteban Dávalos

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