martes, marzo 13, 2007

Dos héroes del balón

Si esta semana hay algún héroe del balón, este es el pequeño pero gran jugador del F.C. Barcelona Lionel Messi. El sábado, contra el Real Madrid, dio una lección de fútbol; el tercer gol fue una maravilla, puesto que se lo inventó totalmente. Esa es la prueba de que es un grandísimo jugador. El chaval apunta muy alto y puede marcar una era, si le dejan progresar.
Como nota curiosa, se ve que Messi no ha completado ninguna clase de estudios y que el club al menos le está enseñando algo de inglés e informática. Como confesó en una entrevista, nunca ha conseguido leer un libro; empezó la autobiografía de Maradona pero la dejó a la mitad. Yo no lo critico por esto ni pretendo reirme; Messi ha tenido la inmensa suerte de averiguar para lo que él sirve y además a una edad tan temprana. Algunos hemos tardado un poquito más y además nunca ganaremos en toda la vida lo que él en sólo unos meses, así que si alguien se puede reir, es él...

Como los seres humanos necesitamos héroes, pues Messi puede servir para este cometido. Pero han habido otros jugadores que han sido héroes en todo el sentido de la palabra, no sólo por meter goles decisivos. Uno de ellos fue Matthias Sindelar, un jugador austríaco que formaba parte en la década de los 30 del equipo conocido como el Wunderteam ("equipo maravilloso"): la selección austríaca, que deslumbró a la Europa futbolística e incluso al mismísimo Adolf Hitler en Berlín durante los Juegos Olímpicos de 1936. Si el tema interesa, otro día explicaré la hazaña que culminó allí este equipo.

En el año 1938, tras la anexión de Austria por Alemania, la selección germana incorporó jugadores que hasta ese entonces habían vestido la camiseta austríaca para que en el Mundial de Francia de ese año jugaran en el once germano. Todos los grandes jugadores austríacos accedieron -qué remedio-, pero no nuestro amigo Sindelar, la estrella del Wunderteam, y apodado "el Mozart del fútbol", que se negó en redondo a defender los colores de Alemania, la potencia que había ocupado su pequeño país.

Esto le costó la etiqueta de "opositor" al régimen en el nuevo orden nazi. Se desató una campaña contra él que le impidió jugar a fútbol, pero tampoco pudo trabajar ni salir de su país a buscarse la vida. Además , fue perseguido y se ofreció una recompensa a quien lo delatara.
En 1939 un compañero suyo bastante cabronazo, que había jugado también en el Wunderteam, lo delató inventándose alguna historia. Días más tarde, Sindelar se suicidó junto a su mujer inhalando gas de la cocina de su casa, para no dar el gusto a los nazis de ser enviado a un campo de concentración. A su funeral acudieron unas 40.000 personas desafiando a las tropas alemanas allí presentes. En su honor, la calle donde vivía pasó a llamarse Sindelarstrasse.
No sé si muchos jugadores hoy día se negarían a jugar en un equipo si fuera en contra de sus convicciones personales. Uno decía que no iría nunca a la Selección, pero en cuanto le llamaron a una jornada de convivencia acudió presto y veloz, pero estos son tiempos menos heroicos...

2 comentarios:

  1. Una historia deliciosa de un héroe anónimo. Me ha encantado.

    Salud!

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  2. Es una lastima pero en la mayoría de los deportes, al igual que en muchas guerras, hemos sustituido héroes anónimos por mercenarios de renombre.

    Noro. Saludos!

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