No, es broma, pero bueno, me voy dos semanitas de vacaciones, así que os vais a librar de mí durante ese tiempo.Pues no me voy a Benidorm, como decía aquella canción de los Nikis, ni a Marina d´Or Ciudad de Vacaciones, sino a Lanzarote, que igual está un poco más tranquilo. La verdad es que no tengo ganas de coger vacaciones, porque estoy metido de lleno en lo de la guerra de Secesión y este impasse me va a hacer perder el ritmo. Cuando cortas, luego tardas una semana más en volver a pillar la dinámica de escribir, así que de buena gana me quedaría... en serio.
Pero claro, a nadie le amarga un dulce y me voy con la mujer y el niño para las Canarias. Hace una semana pillamos un pack de esos de viajes Halcón, soltamos la pasta y ya está, con los billetes en la mano y el lunes para el aeropuerto. Eso me ha hecho recordar cuando los viajes veraniegos eran otra cosa...
Me he acordado de cuando nos metíamos toda la familia en el Seat 850 e íbamos a Aragón. Aquellos viajes sí que eran épicos y no los del París-Dakar. Entonces aún no estaba hecha la autopista y te pasabas el camino adelantando camiones y jugándotela cada vez. Y de fondo el omnipresente Toro de Osborne.Me acuerdo que parábamos en un hostal que se llamaba El Ciervo, por los Monegros, en el que había una empalizada con un ciervo de verdad e íbamos a verlo de cerca. No sé si estará aún el ciervo (supongo que en todo caso sería el hijo o el nieto del que estaba entonces), a ver si alguien tiene noticias actuales.
Pues cuando nos pillaba una avería por el camino (algo a lo que era proclive el 850) podíamos tardar bastante más de lo previsto. Una vez tardamos doce horas y llegamos ya de noche, lloviendo, bueno, parecía que llegabas a Sebastopol, cuando hoy se tarda unas cuatro horitas o menos. 
Esto fue hasta 1977. Después vino el Seat 124, con el que íbamos a Murcia, al Mar Menor. Este coche era más fiable, pero como se calentaba un montón debíamos ir con la calefacción puesta, y eso en agosto... Entonces había autopista, pero a trozos. Y no veas atravesando Valencia, el llamado Semáforo de Europa. Aquellos viajes, aunque menos, también eran míticos.
Y ahora todo es mucho más fácil. Al aeropuerto y te plantas en otro sitio, te llevan al hotel, y a la piscina.
Pues nada, me voy para allá y nos vemos dentro de quince días. ¡Un saludo!



Tampoco puede faltar un piloto alemán malísimo y, por el contrario, un entrañable "canto a la amistad" entre los pilotos norteamericanos, pero el guión está lleno de acción y yo me lo pasé en grande. Hay una escena increíble (en el sentido de inverosímil) cuando uno de los aeroplanos aterriza en pleno campo de batalla, pero es igual, no se trata de un documental.



Ya se ve que de los altos mandatarios no te puedes fiar mucho. Ya veríamos luego lo que haría Clinton en su despacho con el puro y con lo que no era el puro, mientras que en Moscú Boris Yeltsin se pillaba unas cogorzas de aúpa, aunque le disculpaban diciendo que era un "bebedor social". Y esos dos eran los que regían las dos superpotencias. Hoy, con Bush y Putin la sensación no es menos desasosegante.


Y por último, una muy curiosa. Richard Milhouse Nixon fue el primer presidente de los Estados Unidos que con las letras de su nombre completo podía formarse la palabra CRIMINAL. El segundo y último, hasta ahora, es William Jefferson Clinton. 


Pues sí, un amigo me puso tras la pista; en el 




