miércoles, diciembre 26, 2007

Cómo meterse en un charco...

Bien, ya ha pasado el núcleo duro de las Navidades. Pasó Nochebuena, con su zarzuela de marisco y su redondo de ternera, pasó la Navidad con su escudella y carn d´olla y otra vez redondo de ternera, y pasó San Esteban (aquí en Cataluña es festivo y también hay comilona) con sus canalones, como es preceptivo. Todo ello con sus turrones, neules, copas de cava... y claro, esta noche estoy abonado a la botella de agua de Vichy.

Espero que a todos os hayan ido bien los interminables festines, y nada, ahora ya queda lo más llevadero, Nochevieja, Año Nuevo y Reyes.

Como mi estado no me permite mucha inspiración, esta entrada va dedicada a un personaje que se ha metido en un charco así, chaaaaf. Se trata de Will Smith, el famoso actor norteamericano. Bueno, a mi la verdad es que ni fu ni fa. Le vi en la peli aquella de la vida de Cassius Clay y vamos..., y en otras pelis supuestamente graciosas a mí nunca me ha hecho ni siquiera sonreir (pero no quiere decir nada, lo mismo me pasa con Martes y Trece, y parece ser que hay gente que se descojonaba con ellos).
Pues resulta que Will Smith ha generado una gran polémica por una entrevista que concedió al periódico escocés Daily Record. Ahí decía que todo el mundo es básicamente bueno, hasta el mismo Hitler. “Ni Hitler se levantaba pensando "déjenme hacer las cosas más diabólicas". Pienso que él se levantaba por la mañana usando una lógica confusa, él acreditaba que estaba haciendo el bien”."Incluso Hitler era buena persona", destacó Smith.

Se ve que el actor planea abrir una escuela junto a su esposa, basada en el principio de to er mundo e gueno, como decía aquél. Pero para explicar que hasta el tipo más malo tiene su lado bueno, Smith ha elegido el personaje equivocado...

Naturalmente, todo el mundo se le ha echado encima rápidamente. Así que el hombre ha tenido que salir diciendo que donde dije digo digo Diego, asegurando que se le ha malinterpretado:

"Es una terrible y repugnante mentira (lo de que Hitler era buena persona). Esto habla del peligro que tiene un ignorante con un bolígrafo. Hitler fue un asesino infame y despiadado, responsable de uno de los más grandes actos de maldad cometidos en este planeta», ha contestado de inmediato Smith, o más bien el agente de prensa de Smith, al ver el huerto en el que se ha metido.

Fíjate si había gente mala por ahí para escoger -Atila, Vlad el Empalador, Pol Pot o Pinochet-, y ha tenido que ir a dar con Adolfo...
Los que se han subido por las paredes no se dan cuenta precisamente de que, al destacar su "lado humano", sus crímenes nos aparecen aún más horrendos; alguien que le gustaban los niños y los perros, y que hacía regalos a sus secretarias, y que luego ordenaba exterminar a millones de personas. En cambio, si sólo lo vemos como la encarnación del mal pensaremos que era alguien ajeno a la especie humana. Pero esto parece que algunos no acaban de entenderlo.

martes, diciembre 18, 2007

La tregua de Navidad

Pues nada, como os dije, estoy muy contento porque veo que el libro de la Primera Guerra Mundial está funcionando muy bien. La verdad es que tenía un poco de miedo porque no sabía si a la gente le podía interesar la PGM, pero ahora veo que sí. Así que me imagino que, de seguir este ritmo, la editorial tendrá que sacar una segunda edición; si advertís algún error en el libro, decídmelo, please, porque así lo podré corregir.

Lo malo de que se esté agotando es que ahora son las fechas ideales para regalar o regalarse, pero bueno, el editor me ha dicho que va a meter caña al distribuidor.

Pues para celebrar el tema, nada mejor que transcribir el pasaje que en el libro dedico a la tregua de Navidad de 1914. Creo que en las navidades pasadas ya puse una entrada sobre este episodio, pero ahora pongo lo que sale en el libro, que es más completo. Ahí va:

En la Navidad de 1914 ocurriría un hecho sin precedentes en la historia militar. Con el paso del tiempo, lo sucedido en aquella jornada se ha convertido en un mito que ha apoyado la creencia de que la guerra es capaz de revelar también lo mejor del ser humano.

Aquella Nochebuena, siguiendo la tradición de su país, las tropas alemanas comenzaron a lo largo de todo el frente a entonar canciones, a la vez que colocaban sobre el borde de los parapetos árboles decorados con luces. Estos pequeños abetos habían sido enviados a miles por orden expresa del káiser para que sus soldados pudieran celebrar la Navidad, además de raciones extra de pan, salchichas y licores.

Los soldados franceses y británicos no podían creer lo que veían: ¡árboles de Navidad iluminados en las trincheras enemigas! La cantidad de abetos fue tal, que en varios puntos del frente había un árbol cada cinco metros. Esa poética visión ayudó a crear un clima irreal, en el que los soldados aliados no tardaron en convertirse en protagonistas, uniéndose a los cánticos de los alemanes o incluso realizando peticiones de piezas concretas.

Al despuntar el alba, algunos soldados alemanes comenzaron a agitar banderas blancas y a salir desarmados de sus trincheras, dirigiéndose con paso dubitativo a tierra de nadie. En un primer momento, los aliados vacilaban en acudir a su encuentro, pero pronto comprobaban que la maniobra de acercamiento de los alemanes era sincera. Los hombres que hasta ese mismo día habían estado matándose estaban ahora a medio camino de sus posiciones, compartiendo tabaco, alcohol o chocolate, mostrándose las fotografías de sus esposas e hijos o intercambiándose recuerdos.
Los gestos de confraternización continuaron durante toda la jornada. En ese singular día de Navidad, cada bando pudo recoger a sus compatriotas muertos en los combates de los días anteriores y darles sepultura. En algunos lugares se celebraron ceremonias religiosas conjuntas e incluso se improvisaron partidos de fútbol.

Uno de los testimonios más ilustrativos es el de Bertie Felstead, fallecido en 2001 a la provecta edad de 106 años, siendo en ese momento el hombre más viejo de Gran Bretaña. Felstead recordaba que al atardecer del día de Nochebuena escucharon los acordes de un villancico procedente de las trincheras enemigas, situadas a unos escasos cien metros, lo que les transmitió un sentimiento de paz y esperanza, pero aún así no llegó a establecerse ningún tipo de comunicación entre los dos bandos.
A la mañana siguiente, las cosas cambiarían; los alemanes comenzaron a salir de las trincheras, caminando hacia las líneas inglesas. Felstead y sus compañeros hicieron lo mismo, saliendo a campo abierto para abrazar a sus enemigos. Los combatientes intercambiaron cigarrillos, aunque eran conscientes de que aquello duraría muy poco.

"Sabíamos perfectamente que aquella situación era irreal, ya que les estábamos felicitando las fiestas ¡a las mismas personas a las que íbamos a intentar matar al día siguiente!".
Fue en esos momentos cuando a alguien se le ocurrió amenizar el insólito encuentro con un partido de fútbol:

"Fabricaron algo parecido a una pelota –recordaba Felstead- y comenzamos a jugar, aunque la verdad es que no se puede hablar de partido porque de cada lado había por lo menos cincuenta soldados y nadie se encargó de contar los goles...".
Después de una media hora de partido, se oyó la voz de un comandante: "¡Hemos venido aquí para combatir a los hunos, no para hacer amistad con ellos!". Una descarga de artillería desde las filas británicas acabó con el espejismo. Volvía la cruda realidad.

A lo largo de toda la jornada de Navidad no hubo prácticamente intercambio de disparos en todo el frente. Tan sólo la Legión Extranjera, en Alsacia, no respetó esta tregua tácita y lanzó un ataque contra las líneas alemanas.

Las noticias que relataban estos inesperados episodios de amistad en el frente llegaron a los cuarteles generales, causando sorpresa y estupor. De inmediato se impartieron órdenes a los oficiales para que entregasen un informe detallado de lo ocurrido e impidieran que volviera a ocurrir, tomando represalias contra los que habían mostrado una actitud más condescendiente con el enemigo. Las unidades de uno y otro bando menos dispuestas a proseguir la lucha fueron desmembradas y distribuidas en otros sectores. Un número indeterminado de soldados franceses fue pasado por las armas como escarmiento. Los alemanes poco combativos serían enviados al frente oriental.
Las cartas en las que los soldados relataban a sus familias los pormenores de esa insólita celebración navideña fueron destruidas. Los franceses pusieron un especial empeño en confiscar los negativos de las instantáneas que algunos soldados habían tomado durante la tregua, en donde podían verse a los hombres de uno y otro bando posando amistosamente ante la mirada del fotógrafo improvisado. Una de estas imágenes no pudo ser interceptada por la censura y acabó siendo publicada a toda página en la portada de un diario londinense, el Daily Mirror, pero las informaciones relativas a este episodio desaparecieron rápidamente de los periódicos siguiendo consignas de los gobiernos.

Poco a poco, la vida en el frente retomó la dinámica anterior y la tregua navideña pasó a ser un recuerdo agradable diluido en la realidad de una guerra despiadada. Aunque las altas esferas militares se encargaron de que aquel inesperado entendimiento no tuviera continuidad, al menos sirvió para que los hombres de ambos bandos comprendiesen que les unían los mismos temores y que, por lo tanto, no eran tan diferentes como los que les habían lanzado a aquella guerra inhumana les habían intentado convencer.

viernes, diciembre 14, 2007

El hijo inglés de Hitler

Bien, esta semana los ingleses no ganan para desgracias. La más importante es que su selección va a quedar en manos de Fabio Capello (el que dicen que su cerveza favorita es la 0,0%). Y la segunda es que es posible que Hitler tuviera un hijo... inglés.

Esta es una hipótesis tan intrigante que varios británicos se han lanzado a investigar el amor apasionado que la aristócrata inglesa Unity Mitford sentía por el líder nazi.

Hija del segundo barón de Redesdale y una de las seis hermanas Mitford, Unity (1914-1948) quedó tan obsesionada con el Führer durante una visita a Alemania en los años treinta que hizo lo posible para acceder a su entorno.Y lo consiguió.
Llegó a ser tan cercana al dictador que los servicios secretos británicos de entonces, el llamado SIS, sabían que en torno a 1936 Unity Mitford veía mucho a Hitler cuando éste estaba en Múnich y decían de ella que era "más nazi que los nazis". Incluso cuando el Reino Unido le declaró la guerra al Tercer Reich en septiembre de 1939, Unity quedó tan destrozada por la situación que se pegó un tiro en la cabeza en el Jardín Inglés de Múnich con una pistola que supuestamente le había regalado Hitler. Pero el intento de suicidio falló, Unity sufrió daños cerebrales y fue llevada al Reino Unido, donde vivió inválida hasta su muerte en 1948 a los 33 años de edad.
Pero, ¿pudo esta tipa tener un hijo con el líder nazi y entregarlo después en adopción? La incógnita ha llevado al periodista Martin Bright, de la revista política 'New Statesman', a investigar esta posibilidad, mientras que un documental que emitirá próximamente el Canal 4 de la televisión británica, titulado "La chica británica de Hitler", analiza las muchas teorías que rodean la vida de Unity Mitford, que podemos ver abajo con el Führer, en una foto tomada por un paparazzi de la época.

En un artículo publicado en el último número de esa revista, Bright relata que recibió una llamada telefónica de una mujer de nombre Val Hann que cree que hay un misterio en la vida de Unity.
"Explicó que su tía, Betty Norton, administraba una maternidad para gente acomodada en Oxfordshire (sur de Inglaterra) durante la guerra y que Unity Mitford fue una de sus pacientes", señaló.

"El negocio de la tía, en el pequeño pueblo de Wigginton, dependía de la discreción, y no contó a nadie excepto a su hermana que Unity había tenido un bebé. La hermana pasó la historia a su hija Val", afirmó el periodista.
Cuando Bright le preguntó quién podía ser el padre, Hann hizo una pausa y contestó: "Bueno, ella siempre dijo que era de Hitler".
De todos modos, este documental este admite que hay muy pocas pruebas de que estuviera embarazada, y menos de Hitler, pero es igual, la serpiente de verano -en este caso, de invierno- ya está lanzada y seguro que pronto saldrá algún abuelete por ahí diciendo"Yo soy el hijo inglés de Hitler".

miércoles, diciembre 12, 2007

Hitler es hincha del Tottenham

Dejamos aparcado momentáneamente el tema de la Guerra de Secesión y volvemos a nuestros clásicos...

Pues yo pensaba que Hitler, aunque no era muy futbolero, sentía simpatías por el Dresden, pero no, se ve que en realidad era hincha del Tottenham, el histórico club londinense que ahora entrena Juande Ramos. Al menos, esto es lo que se puede ver en el siguiente video que está en el Youtube:

VIDEO

Ahí podéis ver que Hitler, en su despacho del búnker, escucha atentamente cómo va el partido Tottenham-Arsenal, que él cree que su equipo va ganado por 1-0. Un oficial alemán le explica que el Arsenal ha marcado un gol. Hitler, aunque es seguidor acérrimo del Tottenham, se conforma con el 1-1: "Un resultado justo", confiesa.

Pero otro oficial se arma de valor para decir al Führer toda la verdad: "El resultado final ha sido de 3-1 para el Arsenal". Entonces, la ira de Hitler se desata y todo el mundo se acojona vivo. "¡No les hemos ganado desde 1999!, se queja a gritos. Incluso protesta por la fama de los seguidores del equipo rival, como la reina Isabel II o Bin Laden. "Se supone que ésta iba a ser nuestra temporada...", acaba lamentándose amargamente.

Este vídeo, que no es más que una escena de la peli de El Hundimiento con subtítulos, ha cosechado más de 70.000 visionados y sigue subiendo. Curiosamente, el Tottenham se considera tradicionalmente el club judío de Londres...

Pues yo fui a ver un partido del Tottenham en su campo allá por el año 1993, contra el Aston Villa. La verdad es que no vi mucho, porque la entrada que compré en la reventa a un tipo por diez libras era la que quedaba justo detrás de una columna, esas típicas de los viejos campos ingleses, y tenía que estar todo el rato esquivándola para ver el partido, ¡vaya timo!

Pues esa escena de El Hundimiento no ha servido sólo para fines futbolísticos; el cabreo de Hitler también ha permitido una parodia a costa de comparar la consola Wii de Nintendo con la Xbox de Microsoft. "¡Imagínense las noticias!", exclama, "¡Hitler abandona la batalla y decide jugar con su Wii!", poco después de que alguien le intente convencer de que la consola de Nintendo podrá sustituir a la Xbox del Führer, de la que ha perdido su licencia.

La escena ha servido también para hacer que Hitler se cabree porque ha sido suprimida su cuenta de Youtube, o para hacer que Chávez (transformado en Hitler) monte en cólera tras perder la votación del otro día.

Lo que es curioso es que los vídeos que utilizan la imagen de Hitler proliferan de manera exponencial, por lo que está fuera de toda duda que el Führer vende, pero a ver quién se atreve a sacar un anuncio en la TV con su imagen...

martes, diciembre 11, 2007

El fantasma de Lincoln

Bien, esto corre el peligro de convertirse en un blog monográfico sobre la Guerra de Secesión, pero claro, voy descubriendo historias flipantes como las anteriores y siento la necesidad de explicarlas lo más pronto posible, sin haceros esperar a que salga el libro.

Ahora le toca el turno al fantasma de Abraham Lincoln. Este es un tema muy conocido, pero bueno, en el libro Ghosts and Haunts of the Civil War, de Christopher K. Coleman, he leído algunos datos interesantes sobre el tema, que no conocía.
Pues lo que está claro es que el espíritu de Lincoln no reposa en paz. Su principal campo de actuación es la Casa Blanca. El presidente Theodore Roosevelt y la esposa del presidente Calvin Coolidge dijeron haber tenido allí un encuentro con el espectro de Lincoln.
El presidente Franklin D. Roosevelt y su esposa Eleanor (en la foto de la izquierda, por cierto -para los cotillas- que Roosevelt le ponía los cuernos con una ex-novia y ella hacía lo mismo pero con su secretaria...) confesaron haber tenido algún inesperado encuentro con él en diferentes habitaciones y salas de la Casa Blanca.

Una de las sirvientas de los Roosevelt, Mary Evan, salió gritando del denominado dormitorio Lincoln cuando vio la figura de un hombre alto sentado en la cama y poniéndose unas botas.

El sucesor de Roosevelt, Harry Truman, no estaba seguro de que el fantasma de Lincoln habitase allí, pero sí estaba convencido de que la Casa Blanca estaba encantada. En una ocasión, se despertó al oir dos fuertes golpes en la puerta de su habitación; cuando abrió no vio a nadie, pero escuchó unos pasos que se alejaban. De todos modos, Truman aseguró no sentir ningún temor, pues –según dijo- le preocupaban mucho más los problemas que le causaban los vivos...
El presidente Dwight D. Eisenhower tampoco vio al fantasma de Lincoln, pero afirmó haber notado su inquietante presencia. Lo mismo había sentido Winston Churchill cuando visitó la Casa Blanca en 1941; se le asignó el dormitorio Lincoln (en la foto de arriba, con un fantasma de Lincoln en la butaca más falso que un duro sevillano), pero la noche no fue muy apacible, pues notó la incómoda presencia de su antiguo ocupante. Para garantizarse un buen descanso, al día siguiente Churchill pidió que trasladasen la cama a otra alcoba.

De todos modos, el testigo que sin duda peor lo pasó fue la reina Guillermina de Holanda, que durante la Segunda Guerra Mundial estuvo invitada unos días en la Casa Blanca. La monarca neerlandesa en el exilio estaba durmiendo en la llamada habitación rosa cuando unos golpes en la puerta la despertaron; al abrir, se topó con el inconfundible espectro de Lincoln, desmayándose en ese mismo momento.

Lincoln no volvería a aparecerse en la Casa Blanca hasta los años ochenta, durante la presidencia de Ronald Reagan. Su hija Maureen estaba durmiendo con su marido en el dormitorio Lincoln cuando supuestamente vio el espectro del presidente caminar por la habitación. Reagan dijo no haberlo visto durante los ocho años que vivió en la Casa Blanca, pero es posible que su perro Rex sí que pudiera verlo, pues de repente comenzaba a ladrar furiosamente al vacío como si tuviera delante un intruso.

Curiosamente, Rex ladraba también cuando pasaba ante la puerta del dormitorio Lincoln, pero no se atrevía a entrar en él, y se resistía con todas sus fuerzas cuando su dueño trataba de que entrase en la habitación.

Reagan, al igual que Truman, tampoco sentía ningún temor por la presencia del fantasma. En una visita de unos escolares a la Casa Blanca en 1887, en el día del aniversario del nacimiento de Lincoln, Reagan respondió a la pregunta de un niño sobre si tenía miedo del espectro diciendo que "sería maravilloso tener un encuentro con él, y probablemente muy útil".

Pero la actividad de Lincoln no se ha limitado a vagar por la Casa Blanca. También ha sido visto en Fort Monroe, en una habitación en la que una vez se alojó, así como en su casa de Springfield (en la foto de abajo), hoy convertida en museo.
En este último caso, la figura del presidente ha aparecido en ocasiones acompañada de la de un niño, que los testigos han identificado como su hijo Willie, por el que su padre sentía un afecto especial. El personal del museo está seguro de que algo extraño sucede en la casa, pues a veces sienten que alguien les toca el hombro para descubrir, al girarse que no hay nadie. Los vigilantes afirman también que la mecedora de Lincoln suele balancearse por sí misma.

Como no podía ser de otro modo, la tumba de Lincoln en Oak Ridge también ha sido escenario de frecuentes apariciones. Es habitual que los visitantes digan haber escuchado profundos suspiros o ruido de pasos cerca de donde reposa el cuerpo del presidente, pero es a medianoche cuando es más fácil tener un encuentro con el fantasma, pues algunos de los que han visitado el lugar a esa hora aseguran haberlo visto entre las sombras.

Además de este repertorio de apariciones en vivo, el espectro de Lincoln ha hecho alguna incursión en el mundo de la fotografía. Abajo podéis ver un famoso retrato de su viuda, Mary Todd (por cierto, que estaba como una cabra y hacía la vida imposible a Lincoln, se ve que hasta le cascaba y todo), tomado en 1872, en el que la figura fantasmal de su marido aparece tras ella, abrazándola por los hombros en un cálido gesto protector.
En este caso, es muy probable que se trate de un fraude, no tanto por el montaje fotográfico que se aprecia, sino por esa poco probable actitud afectiva de Lincoln después de muerto hacia la mujer que tanto le atormentó en vida, a no ser que lo que pretendía fuera estrangularla...

Pues si os gustan las historias de fantasmas de la Guerra de Secesión tengo algunas más, ya las iré poniendo.

lunes, diciembre 10, 2007

La bala mágica

Ya estoy de vuelta del puente. Como no hay un duro, pues he ido a gorrear alojamiento a casa de mi hermano, que vive en la costa de Tarragona, y aunque no hace tiempo de playa, pues al menos se respira otro aire que el de aquí. Ayer por la mañana volví y por la tarde fui con mi mujer a ver el musical Mamma Mia!, que lo hacen ahora en Barcelona.

Por cierto, el día antes de irme me vi en el ordenador la peli Punto límite cero. Una pasada; recuerdo perfectamente que la vi de pequeño en la TV, tendría unos 12 años, y me quedó para siempre el nombre del héroe protagonista: Kowalski.
Hace unos meses vi la peli de Tarantino Death Proof, que es bastante malilla, pero que era un homenaje a esa película de 1971; así que la pude buscar porque no recordaba el título y el otro día me puse a verla, pertrechado de una tableta de chocolate Lindt. Me lo pasé genial, así que ya véis con que poco me monto la fiesta; la verdad es que me lo pasé mejor que con el Mamma Mia!, y mucho más barato, claro. Por cierto, que me han dicho que la de Punto límite cero la han sacado en DVD, al haberla puesto ahora de moda Tarantino, y que la venden a 8,50 eurillos.

Pues me dejo de historietas personales, y vamos con una Historia, con mayúsculas, de la Guerra de Secesión, la que he bautizado como la de "La Bala Mágica" (un guiño al espectador por JFK), que supuestamente ocurrió a una pareja de jóvenes, que quedó unida para siempre por la trayectoria de una bala.
El protagonista masculino del episodio, un joven soldado confederado, estaba combatiendo en la batalla de Raymond, el 12 de mayo de 1863. En medio de la refriega, en torno a las tres de la tarde, el soldado rebelde resultó herido de bala en las pelotas (¡uggh!).
En ese doloroso momento, a unos cientos de metros, una joven de diecisiete años estaba refugiada en el interior de una cabaña junto a sus padres, esperando que terminase el intercambio de disparos. Pero la bala que había herido al soldado en tan crítico lugar, al seguir su camino, entró por la ventana de la cabaña, hiriendo a la joven en el bajo vientre y quedando alojada en su interior.
Al finalizar el combate, el soldado herido pudo ser atendido por el doctor del regimiento, que le practicó las curas necesarias. La bala había entrado por la pierna y se había llevado en su camino el testículo izquierdo.
Al poco rato, el galeno fue requerido por la familia de la muchacha; al llegar a la cabaña, atendió a la joven, pero no detectó la presencia de la bala. En ese momento no sospechó ningún tipo de relación entre ambas heridas.

Ese episodio ya formaba parte del pasado cuando, tres meses más tarde, la muchacha descubrió que estaba embarazada, pese a que ella afirmaba, ante el comprensible escepticismo de sus padres, que eso era totalmente imposible. El increíble caso llegó a oídos del doctor que aquel día la había atendido; al comprobar personalmente la virtud intacta de la joven, llegó a la insólita conclusión de que la bala que había herido al soldado era la responsable de que ahora estuviera embarazada.

El soldado, que desde el incidente se encontraba abatido por el convencimiento de que nunca iba a ser padre a consecuencia de la herida, recibió la noticia de su próxima paternidad con perplejidad, pero después con una enorme alegría. En cuanto se conocieron personalmente, el amor surgió entre ellos y decidieron casarse. A los 278 días de embarazo, la muchacha dio a luz a un niño sano.
Pero aún quedaba otra sorpresa. El doctor observó una extraña hinchazón en el escroto del bebé. Le hizo una incisión y dentro encontró la bala gracias a la que debía su existencia.

Pese a ser ésta una historia increíble, ha sido dada por cierta en innumerables ocasiones. La razón es que el suceso fue publicado en una prestigiosa revista de medicina, la American Medical Weekly, el 21 de noviembre de 1874, en un artículo firmado por el doctor LeGrand G. Capers, cirujano jefe confederado en la campaña de Vicksburg.
A partir de ahí, otras revistas de medicina se hicieron eco del insólito episodio, cuya autencidad estaba aparentemente avalada por dicho doctor. Desde entonces, se ha venido relatando como un caso extraño pero real de la historia de la medicina.

En realidad, como es fácil de imaginar, esa estrambótica inseminación nunca ocurrió. El artículo original del doctor Capers estaba redactado en un tono escasamente científico, y había que interpretarlo como una anécdota propia de la vida en el frente.
Para evitar confusiones, dos semanas más tarde, la revista se publicó una nota firmada por el director de la misma, también en tono humorístico, en la que aclaraba que el autor del artículo no respondía de su veracidad, al ser una historia que alguien le había contado, y que lo único que esperaba era que los lectores hubieran disfrutado con ella. Pero el episodio ya había cobrado vida propia, resultando imposible detener su propagación, que ha llegado incluso hasta nuestros días.

La historia ha alcanzado tal renombre que se ha hecho merecedora de una exposición permanente en Vicksburg. En el Old Courthouse Museum de esta ciudad puede contemplarse una muestra que explica con todo detalle el episodio supuestamente ocurrido aquel lejano 12 de mayo de 1863 en Raymond, a 56 kilómetros de allí. En el museo se expone una bala similar a la que llevó a cabo ese trabajo de mensajero y una copia del artículo publicado por el doctor Capers, así como una fotografía suya.
El lema de la exposición resume la actitud que se ha de tener ante éste y otros increíbles sucesos supuestamente ocurridos durante la Guerra Civil: We don't ask you to believe the story, just enjoy it! (No le pedimos que crea esta historia, ¡tan sólo disfrútela!).

miércoles, diciembre 05, 2007

Las benévolas

Bueno, amigos, pues dejemos aparcada por unos días la Guerra de Secesión, pese que veo que también os pone.

La verdad es que debería hablaros de la Primera Guerra Mundial, para promocionar en plan Umbral mi último libro, el TODO LO QUE DEBE SABER SOBRE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL, pero me pasa lo de siempre, que cuando me entrevistan para hablar de mi último libro ya estoy enzarzado en otro que absorbe todo mi interés, y el otro libro ya me parece demasiado lejano y me da mucha pereza hablar de él. Pero bueno, a ver si la semana que viene os explico algo de la I Guerra Mundial, aunque parece que el libro se está vendiendo muy bien; ya me han dicho que en algún FNAC ya se han agotado todos los ejemplares.


Pues os voy a hablar del libro del que todo el mundo habla, lo más de lo más, lo último de lo último... LAS BENÉVOLAS. ¿Cómo? ¿Que no has oído hablar de este libro? ¡No puede ser! Pues nada, ¡a enterarse!

Las benévolas, pese a un título tan disuasorio (parece de una novela costumbrista de Pérez Galdós) resulta que es uno de los mayores fenómenos literarios de los últimos meses. El libro, que aborda el Holocausto a través de un oficial de las SS, ha contado con una magnífica acogida de la crítica y ha vendido por ahora un millón de ejemplares.

El escritor Jorge Semprún ha dicho de él que es el "acontecimiento del siglo" y Le Monde que es "uno de los libros más impresionantes que se han escrito nunca". En España lo edita RBA y vale 25 eurillos, tampoco se han pasado.

El autor, Jonathan Littell, nació en Nueva York en 1967 y creció en el sur de Francia. Ha estado en Rusia, en la antigua Yugoslavia, en Ruanda, en Afganistán y en Pakistán, como parte de su trabajo humanitario en la ONG Acción contra el hambre. Actualmente reside en Barcelona para escapar del peso de la fama en Francia.


Pues bien, para estar a la última tenéis que leer este libro. Yo, por el momento, no lo pienso hacer; resulta que el libro de marras tiene 1.200 páginas (!) y la verdad es que tengo tantos libros pendientes que no puedo meterme con semejante mamotreto. Igual es muy bueno, como dicen los críticos, pero por ahora me va muy mal; si existe mucha presión social, como me pasó con el Código Da Vinci, igual lo pillo para el verano. Aquí tenéis una crítica de un pavo que se ve que sí, que se ha leído todo el libro, y que defiende la tesis de que sí, que está más o menos bien, pero que tampoco es para tanto.
Para los que no tengáis pensado leerlo pero queráis saber un poco de qué va, aquí podéis leer el primer capítulo. Yo ni siquiera he leído eso todavía; a ver si durante este puente tengo un ratillo y me pongo al menos a leer ese trozo, para que no se diga.

Pues eso, si hay alguno que se lo haya comprado y ya se haya puesto, que nos diga a ver qué tal, pero a mi me parece que es el típico libro que la gente se compra porque todo el mundo se lo compra pero luego no se atreve a decir que no le ha gustado (como el de La sombra del viento o La catedral del Mar), y si dicen que un millón de tíos lo han comprado (aunque me gustaría cuántos se lo han leído después), pues venga, no podemos ser menos.

Ojalá me equivoque y el libro esté muy bien. Ya diréis algo.

lunes, diciembre 03, 2007

El grito de guerra rebelde

Bueno, hoy os iba a hablar de la novela de la Segunda Guerra Mundial de la que todo el mundo habla, y de la que ya se han vendido un millón de copias sólo en Francia, LAS BENÉVOLAS, pero no he podido resistir la tentación de explicaros otra cosilla de la Guerra de Secesión.

Si habéis visto pelis ambientadas en esa guerra, seguro que habéis visto a los soldados sudistas lanzando un singular grito de guerra. Pues no es un grito cualquier, no, se trata del mítico REBEL YELL.

El sonido exacto de este peculiar grito se desconoce, lo que ha dado lugar a muchas especulaciones sobre cómo era en realidad, con el consiguiente debate entre los investigadores. Las descripciones de los contemporáneos no han ayudado a definirlo, ya que, por ejemplo, era comparado con el chillido de un conejo o el rugido de un puma, aunque otros aseguraban que era parecido al grito de guerra utilizado en algunas tribus indias.

El origen del grito confederado se desconoce; unos defienden que es precisamente una imitación de los guerreros indios, pero otros creen que es una imitación de los aullidos de los perros de caza.
No obstante, últimamente se está abriendo paso la hipótesis planteda por algunos historiadores, que sitúa su origen en el grito de guerra ancestral de los highlanders escoceses y que habría llegado a través de la inmigración de origen celta, mayoritaria en el Sur, en contraposición a la anglosajona, con mayor presencia en el Norte.

En 1938, con ocasión del 75 aniversario de la batalla de Gettysburg, varios veteranos sudistas accedieron a dejar grabadas para la posteridad sus interpretaciones personales del Rebel Yell. El experimento dio como resultado versiones un tanto diferentes, por lo que se cree que quizás cada regimiento tenía su particular grito de guerra, lo que explicaría la falta de uniformidad de las descripciones de la época.

Pues aquí tenéis ni más ni menos que un auténtico Rebel Yell, en la voz de un veterano de la Guerra Civil, el soldado raso Thomas N. Alexander (en la foto). Fue grabado en 1935 por una emisora de Charlotte, Carolina del Norte, cuando éste era ya un vejete de 90 años.

Este increíble testimonio sonoro lo tenéis a vuestra disposición aquí.

¿Os imagináis cientos o miles de tipos lanzando ese grito, como si fuera una jauría de perros, justo antes de cargar a la bayoneta?


Por cierto, si hay alguno que quiera un uniforme confederado a buen precio, unos 90 euros, he encontrado el lugar adecuado; aquí tenéis el de soldado y aquí el de oficial, que mola un montón, aunque parece ser que, sorprendentemente, el uniforme más vendido no es ninguno de éstos, sino éste otro.