En EL PAÍS de hoy domingo vienen un par de reportajes interesantes. Uno es sobre el ascenso de Hitler al poder, un hecho transcendental que cumple 75 años este miércoles. Aquí podéis ver la versión digital. Ya habrá tiempo de comentar ese episodio.
Pero me ha interesado más un excelente reportaje sobre el final de Bobby Fischer, el que ha sido uno de los mejores ajedrecistas, si no el mejor, de la historia. El trabajo lo ha realizado John Carlin, un periodista británico cuyas crónicas dominicales sobre la liga inglesa son altamente recomendables. Podría resumiros el artículo, pero creo que es mejor que lo leáis íntegro aquí.
No hace falta hablar sobre las excentricidades de este hombre, que en sus últimos tiempos tenía toda la apariencia de un homeless. Está claro que no estaba muy bien de la cabeza, pero eso ya venía de muy lejos; cuando era un adolescente, un compañero de torneo en no sé qué isla se quedó un poco mosqueado cuando veía que Bobby, en su tiempo libre, se dedicaba a torturar a pequeños animales, sin expresar ningún sentimiento.
No hace falta hablar sobre las excentricidades de este hombre, que en sus últimos tiempos tenía toda la apariencia de un homeless. Está claro que no estaba muy bien de la cabeza, pero eso ya venía de muy lejos; cuando era un adolescente, un compañero de torneo en no sé qué isla se quedó un poco mosqueado cuando veía que Bobby, en su tiempo libre, se dedicaba a torturar a pequeños animales, sin expresar ningún sentimiento.
Ya de adulto, sus rabietas infantiles estuvieron a punto de impedirle disputar el torneo de 1972 contra Spasski, y de perderlo mientras se estaba disputando, el que se dio en llamar, y con toda razón, la partida del siglo.
Pero lo que hace fascinante este personaje es que era un ser absolutamente libre. Cuando hoy día todos nos mordemos la lengua para no decir lo que pensamos, por la dictadura de lo políticamente correcto, Fischer decía lo que le venía en gana, le importaba todo un bledo, se retiró a Filipinas y allí, desde la pequeña emisora local Radio Bombo, lanzaba al éter perlas como que que el atentado del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York había sido una "noticia maravillosa" y que había llegado la hora "de acabar con Estados Unidos de una vez por todas". Además, los judíos se convirtieron en una de sus dianas preferidas, siendo él judío, como el negro aquel de la peli Corredor sin retorno que era del Ku Klux Klan...
Pues bien, diréis que qué tiene que ver Bobby Fischer con la historia militar. Bien poco, si no contamos con que su célebre partida contra Spasski fue uno de los símbolos de la Guerra Fría, pero lo he traído a cuento con la excusa -cogida con alfileres, sí, pero es que me apetecía hablar dé él- de que Fischer era un entusiasta de los libros de la II Guerra Mundial, además de los de fugitivos y de desertores soviéticos; tenía su piso lleno de ellos, los que lo visitaron dicen que parecía una tienda de libros de segunda mano de tantos que había.Lástima que no lo hubiera sabido antes, le hubiera mandado alguno de mis libros de la II Guerra Mundial. Estoy convencido de que poniendo en el sobre "Bobby Fischer, Reykiavik, Iceland" le hubiera llegado, porque aquello es muy pequeño y se conoce todo el mundo. Eso sí, sé que no me iba a mandar una nota de agradecimiento; si lo hubiera hecho, me habría decepcionado...
Aún podemos mandarle alguno de tus libros, aunque ya no iba a poder disfrutarlo como hacemos todos los demás.
ResponderEliminarEso sí, seguro que no nos iba a mandar ninguna nota de agradecimiento. (Y perdón por el humor negro...)
Un saludo