Bueno, como hoy todo el mundo va a estar hablando del resultado de las Elecciones USA, yo doy la nota discordante y voy a hablar de la última
peli que he visto,
MUNICH, dirigida por Steven Spielberg en 2005.
No la vi entonces, pero mi hermano se la ha pillado de la biblioteca y me la ha pasado. Por si no lo recordáis, la
peli va de la venganza que los servicios secretos israelíes emprendieron contra los presuntos instigadores de la masacre de Munich durante los Juegos Olímpicos de 1972, en la que unos atletas israelíes fueron secuestrados y asesinados por terroristas palestinos. Así, en el
film, un grupo de agentes se embarca en una ruta por Europa cargándose palestinos a sangre fría, y evidenciando las dudas que surgen en sus integrantes respecto a la ética de semejante procedimiento.
La
peli es muy buena, me ha dejado pillado; pensaba que ofrecería una imagen favorable a Israel, pero creo que Spielberg consigue reflejar con crudeza y una cierta imparcialidad el conflicto arabe-israelí. El
film es oscuro y un tanto opresivo, y además el mensaje que deja traslucir esta exento de esperanza, apuntando a un conflicto interminable, lo cual es una apuesta valiente por lo que tiene de políticamente incorrecto.
Esto me ha hecho reflexionar sobre el tema y he recordado mi visita a Israel en el año 95. Lo más destacable, curiosamente, fue el viaje en sí; volé con la compañía israelí EL AL, y os la recomiendo si queréis experimentar una vivencia inolvidable. Otro día lo contaré con más detalle, pero pasé por varios interrogatorios, registros, vigilancia durante el vuelo, etc., y todo porque durante mi estancia en Israel me fui en autocar a Egipto y luego regresé; al parecer eso me hacía sospechoso de llevar una bomba o de querer secuestar el aparato. EL AL ha sido denunciada por miles de pasajeros que han sufrido experiencias similares, pero la compañía pasa de todo; lo que les importa, y lo que cuenta, es que desde hace exactamente cuarenta años (1968, cuando hubo un secuestro aéreo) ningún terrorista ha logrado entrar en uno de sus aviones, y visto lo visto, no me extraña.
Y sobre el conflicto arabe-israelí, lo tengo claro. Cuando vas a allí lo comprendes al momento; es imposible la convivencia. Ves en Jerusalén una simple piedra y resulta que, pongamos por caso, según los musulmanes allí Mahoma se echó una siesta, pero según los judíos Abraham sacrificó allí una cabra. Para colmo, los cristianos dirán que allí Jesucristo se ató una sandalia, total, que cada centímetro cuadrado de Israel es sagrado para unos o para otros, y naturalmente, nadie está dispuesto a compartir ese lugar.
Así que aquella tierra será para el más fuerte, que, por desgracia, es la ley que ha regido desde siempre. Argumentar que o los judíos o los palestinos tienen más derechos que el otro para vivir allí es una discusión sin sentido; el único derecho que cuenta es el del que se muestre más fuerte y sea capaz de expulsar al otro, y así ha sido a lo largo de la historia. El día que unos consigan expulsar a los otros, ese día se habrá acabado el conflicto.
Si los territorios perteneciesen para siempre a sus más antiguos propietarios, en España gobernarían aún los celtas y los iberos. O si se aplicase posteriormente, aún estaría bajo el dominio árabe, que estuvieron aquí ocho largos siglos y es de suponer que eso confiere algunos derechos.
Sobre este tema, recuerdo una ocurrencia del genial libro de
Hazañas y chapuzas bélicas de Gary Brecher, en el que el autor habla de los defensores actuales de los derechos de los indios norteamericanos, diciendo que muy pocos de ellos están dispuestos a devolverles el terreno en donde se levantan sus actuales casas, situadas en los territorios que antes les pertenecían...
Supongo que el texto de esta entrada ya estará siendo malinterpretado por alguno, seguramente porque a estas horas de la noche tampoco me expreso muy bien, pero no estoy defendiendo el uso de la fuerza para conseguir unos objetivos, sino que simplemente constato como funciona esto.
Ahora he recordado la frase que suelta el profesor mutilado de guerra al principio de la inquietante película
Starship Troopers:
"La opinión de que la violencia nunca resuelve nada es la expresión de un deseo inútil. Aquél que lo olvida, siempre paga por ello". Que se lo pregunten a los tibetanos, por ejemplo.
Pero bueno, para compensar un poco cierro la entrada con esta
nota de optimismo...