sábado, septiembre 19, 2015

CÓMO NO CONSEGUIR LA INDEPENDENCIA





Bien, amigos, disculpad mi tardanza en subir un nuevo post, pero he querido aprovechar una racha de inspiración para mi nuevo proyecto y así, de paso, recuperar un poco el tiempo perdido en las vacaciones. Así que esta semana he escrito bastante y espero continuar con esta velocidad de crucero.

Disculpad también que vuelva con el tema de Brasil, pero ya sabéis que, cuando cojo un tema, me gusta explorarlo hasta el final. Ahora estoy acabando de embaularme una trilogía sobre la historia de Brasil en el siglo XIX. Dicho así, sé que suena un poco disuasorio, pero la verdad es que estoy disfrutando mucho.

Se trata de tres libros, lacónicamente titulados 1808, 1822 y 1889, cuyo autor es el escritor y periodista Laurentino Gomes. Esos libros disfrutan de un enorme éxito en su país, ya que no son los típicos libros de historia, perpetrados por historiadores, sino que son libros-reportaje, en lenguaje periodístico, que narran esos apasionantes años de una manera amena y accesible.





Por desgracia, esta trilogía sólo está publicada en portugués (y el primero de ellos también en inglés), así que, obviamente, sólo la recomiendo para los que conozcáis este idioma. Es una lástima que no esté traducida al español porque resulta muy interesante incluso para el que no se sienta especialmente atraído por el tema. Y es que los asuntos que trata son imperecederos, como por ejemplo el de cómo se gestan los grandes cambios históricos.

En el siglo XIX, Brasil experimentó tres grandes cambios. En 1808, llegó la corte del rey Juan VI de Portugal, huyendo de la invasión napoleónica de su país. En 1822, Brasil alcanzó la independencia. Y en 1889, el Imperio brasileño se convirtió en República.





Con la lectura de la obra de Gomes se pueden extraer interesantes conclusiones que pueden aplicarse a lo que puede ser una encrucijada histórica, como es la que está viviendo Cataluña. A los que seguís el blog desde el otro lado del Atlántico os diré, a grandes rasgos, que el 27 de septiembre se celebra en esta comunidad elecciones al parlamento autonómico, pero los partidos independentistas le han dado un carácter plebiscitario; si las ganan, están dispuestos a proclamar la independencia.

Así que para mí ha sido inevitable comparar los acontecimientos históricos de 1822 y 1889 con lo que hoy día está ocurriendo aquí. La conclusión a la que he llegado es que, para conseguir un cambio de ese calibre, como puede ser alcanzar la independencia de un territorio, debe existir una masa crítica de gente dispuesta a todo para lograrlo. Y, cuando digo a todo, es a todo.

Tanto con la independencia de Brasil como con la proclamación de la República, había una cantidad de gente, relativamente pequeña, dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias para alcanzar su propósito. Por entonces eso era una decisión de altísimo riesgo; los levantamientos que se dieron en los años anteriores -por motivos de todo tipo- solían acabar aplastados por crueles represiones. Después de matar al rebelde lo descuartizaban y dejaban su cabeza y sus miembros a la vista de todos hasta que se pudrían, para que sirviera de lección, como fue el caso del héroe nacional Tiradentes.




En 1822, los que se levantaron contra Portugal no tenían, objetivamente, opciones de conseguir el éxito, debido a la desproporción de fuerzas, pero se la jugaron y ganaron. Lo tenían claro, su grito era "¡Independencia o muerte!", y eran muy conscientes de que no era una figura retórica.

En 1889, lo mismo. Un grupo reducido de militares se sublevó contra la monarquía, sabiendo lo que les podía suceder si fracasaban. Por entonces, el republicanismo era una opción muy minoritaria en la sociedad brasileña, pero el golpe cogió por sorpresa tanto al Emperador Pedro II como a la población. De hecho, cuando las columnas de sublevados avanzaron por las calles de Río de Janeiro, la gente pensó que se trataba de un desfile. El país cambió de régimen mediante la eficaz política de hechos consumados.




En cambio, aquí en Cataluña estamos asistiendo a otro método para conseguir ese trascendental cambio político. Las fuerzas independentistas quieren ganar ese apoyo en las urnas para, a partir de ahí, iniciar las negociaciones pertinentes, salvaguardando en todo caso el conjunto de ventajas actuales. Ese sería el camino trazado por el Quebec o Escocia.

La historia nos dice que las cosas no funcionan así, tal como demuestran precisamente los casos quebequés y escocés. Para tener éxito en un reto tan mayúsculo como ése, uno debe estar dispuesto a sacrificarlo todo y, aunque me puedo equivocar, no me da la sensación de que haya muchos dispuestos a perder algo importante en el envite.


9 comentarios:

  1. Ojala tengas razón Jesús, sería una lástima que a estas alturas una Nación que hace cientos de años conquistó medio mundo (juntos valencianos, extremeños,catalanes,andaluces, vascos,etc) se fuera al garete por cuestiones algo turbias, fundamentalmente el sentirse superior, egoísmo económico y odio a quien no piensa como tú.
    De todas formas siempre existe el peligro de ser arrastrados a una debacle cuando extremistas de un lado y otro dispuestos a todo como tu comentas encienden la llama, como sucedió en nuestra guerra civil, en la que seguramente más del 90% de los implicados no querían ninguna guerra y no odiaban a nadie.
    Un saludo

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  2. Gracias por tu aporte, Onor.

    Bien, habría otro punto a tratar en esto. Quizás esta estrategia que yo anuncio condenada al fracaso (un proceso de "desconexión" que se alargaría 18 meses, mientras se crean "estructuras de Estado", etc., antes de unas nuevas elecciones constituyentes...) no sea más que una hábil estrategia de engaño.

    A mi juicio, y desde el punto de vista histórico, las mayores opciones de triunfo de esa opción sería, por ejemplo, aprovechar una hipotética victoria en las urnas el próximo domingo para, inmediatamente, declarar la independencia. Ante esa política de hechos consumados, la pelota recaería en el tejado del Estado, y no creo que exista un plan de contingencia llegado el caso.

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  3. Alguien piensa en tanques? ???

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  4. Hola Jesús,

    para complementar tu lectura sobre Brasil, yo sumé y leí dos tomos sobre biografía de Getulio Vargas del periodista y escritor Lira Neto. El primer tomo hace referencia al periodo político post-independencia vivido por los gauchos, paulistas, mineiros y bahianos, que son los cuatro centros políticos más importantes de Brasil. Trata muy bien los hechos ocurridos en dicho periodo en Porto Alegre y la formación de Getulio Vargas como político.

    Es imposible no extrapolar, lo que tu señalas en tu post con lo que pude leer en esta biografía. Periodos difíciles de anarquía donde las cosas no se resolvieron de la mejor forma. En mi opinión, el periodo posterior a una independencia es el más complejo, más allá de la determinación de autonomía política, que ya, es difícil.

    saludos,

    Roberto

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  5. Tenemos o hemos tenido nuestros Chamberlains que han mirado hacia otro lado mientras la propaganda y la enseñanza hacían su camino. Lo que está claro es que los ideólogos y mecenas con dinero y poder no desean ninguna ruptura por las bravas porque no les beneficia, así que nos esperan años de tiras y aflojas, el objetivo final es que los beneficios que obtengo haciendo negocios con el resto de España, me los quedo íntegros y no reparto nada. Tengo poder pero quiero el máximo. Luego ya será un juego de niños anexionarme Baleares,Valencia y Aragón, cosa fácil con los medios de propaganda adecuados y los colaboracionistas necesarios que los hay en las tres comunidades.

    Un saludo

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  6. ¿qué no hay plan de contingencia? Pues claro que lo hay, igual que lo hubo para la crisis del euro. Se llama Europa. Ni el gobierno del PP ha sacado a España de la crisis, ni tampoco vencerá el desafío secesionista de Cataluña. Sólo un ente SOBERANO es capaz de hacerlo, y España hace ya mucho que dejó de serlo. Europa simplemente no va a permitir que una parte del territorio se secesione, porque crearía precedentes que podrían desmembrar otros territorios europeos. El principal obstáculo de Cataluña para la entrada en la UE no es España, (de hecho casi sería su mejor aliada, ¿quién se imagina a su primo Jordi pasándolo mal por allá, realmente seríamos tan cabrones?)sino Francia, Alemania, Polonia...la Unión se creó para superar los nacionalismos ¿y que no hay más contrario a esto que un nuevo estado "uniforme", basado en una lengua, y que reclama como propios territorios de otros 3 estados restantes de la UE? Europa ya ha aprendido la lección en Kosovo, de que la hipocresía democrática se puede volver contra ti (Crimea). No va a permitir crear senderos que puedan seguir otros territorios, porque si no el proyecto europeo se va a la mierda, literalmente

    ¿qué va a pasar, pues? Si se declara la independencia, nos va a costar la pasta a todos los españolitos, catalanes incluidos. La UE le va a dar a Cataluña un ultimátum, tipo griego. Mas agachará la cabeza, será un mártir hasta el fin de los tiempos. En vez de ser recordado como el pedazo corrupto que es, los catalanes verán en él a su William Wallace. España quedará de poli malo, frente al buenismo europeo, que simplemente no resistió las "presiones" españolas. Y Rajoy, como no, otro héroe español, menudo tipo el muchacho, el solito se encargó de los malvados catalanes. Como Lincoln, vamos...

    No hay más ciego que el que no quiere ver. Con razón decía Olivares "los catalanes han menester ver más mundo que Cataluña"

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  7. Muchas gracias por vuestras aportaciones.

    Roberto, la figura de Vargas me interesa, me apunto el libro, ¡gracias!

    En lugar de comentar algunas cosas que apuntáis, voy a publicar una segunda parte de la entrada.

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  8. Creo que la posibilidad de que un Gobierno de la Generalitat de Cataluña declarara la independencia unilateralmente y a continuación pretendiera hacerla efectiva es muy remota. Me explico:
    - Primero, los resultados electorales de ayer, mal que les pese a los políticos separatistas que a estas horas andan haciendo malabares dialécticos por todos los medios de comunicación, no legitiman una medida así, que en la comunidad internacional no sólo sería interpretada como contraria a Derecho si no que además, como los propios resultados evidencian, iría en contra de los deseos de la mayoría de la población.
    - Segundo, para hacer efectiva una declaración de independencia se necesita de una organización coactiva (regular o irregular) que hoy en día no existe en Cataluña ni por asomo. Por un lado, los Mossos d'Esquadra y las Policías Locales son cuerpos civiles que no disponen de la formación, los efectivos ni de los recursos materiales necesarios para hacerlo. Por otro lado, se trata de organizaciones ideológicamente diversas, en las que el separatismo está presente al mismo nivel que en el resto de la sociedad catalana; es decir, también carecen de la motivación y disciplina suficientes para cumplir un mandato de una radicalidad tan extrema. Tampoco existe ninguna organización de carácter paramilitar que pueda realizar esas funciones y, sinceramente, parece muy poco sensato pensar que el control de las infraestructuras y puntos estratégicos se va a realizar mediante ciudadanos pacíficos y desarmados.
    - Tercero, es muy dudoso que el Estado no reaccionara rápidamente ante un delito de rebelión de esas dimensiones, que necesita de planificación y preparación, teniendo en cuenta de que dispone de servicios de inteligencia sobre el terreno que sin duda podrían detectarlo con bastante antelación.
    - Cuarto, los mecanismos constitucionales que ponen en funcionamiento las prerrogativas legales del Gobierno para atajar la amenaza están previstos y son casi automáticos (estado de sitio, art. 116.4 de la Constitución).

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  9. - Quinto, en el improbable caso que se produjera una declaración unilateral de independencia y se pretendiera hacerla efectiva es más que probable que el Estado asumiera el control de las competencias del Gobierno autonómico en virtud del art. 155 de la CE y, utilizando sus propias Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, aplicara la legislación penal vigente a las autoridades políticas que hubieran participado en los actos jurídicos delictivos, para a continuación y de nuevo mediante los mecanismos constitucionales previstos, tomara el control de las mencionadas competencias, especialmente la de seguridad pública. Por lo tanto se daría la paradoja de que serían los propios Mossos d'Esquadra (seguramente con el apoyo de la Policía Nacional y la Guardia Civil) quienes acabaran manteniendo el orden constitucional en Cataluña.
    - Sexto, es probable que dado el extraordinario calado del conflicto civil que se estaría desarrollando, en un momento u otro apareciera la violencia sectaria, seguramente en forma de conflicto asimétrico multilateral (algo parecido al conflicto de Irlanda del Norte). En esa situación es probable que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad necesitaran todo el apoyo posible para garantizar la seguridad y los derechos fundamentales de los ciudadanos de Cataluña. Bajo mi punto de vista, sería esa la única situación en la que sería necesario que las Fuerzas Armadas intervinieran en el conflicto, pero tan sólo como refuerzo a los cuerpos policiales.
    Lo cierto es que todo esto sólo son conjeturas y que cuando se abre la caja de Pandora de la fractura de la convivencia en un territorio, las consecuencias pueden ser imprevisibles. Lamentablemente, casi todos los conflictos político-sociales que han tenido como motivo el nacionalismo han acabado como el rosario de la Aurora y han necesitado de varias generaciones para ser resueltos. En el caso de Cataluña soy pesimista. Creo que sigue al pie de la letra el manual de los conflictos anteriormente mencionados y que a medio plazo la situación se va a ir complicando lenta pero inexorablemente. Los resultados electorales de ayer, lejos de significar una victoria para ninguna de las fuerzas políticas en liza, evidencia algo muy dramático: la persistencia y consolidación de una fractura social entorno de la identidad nacional y cultural, es decir, sobre uno de los asuntos que más conflictos violentos han provocado en la historia de la Humanidad.

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