jueves, septiembre 22, 2016
EL "EJÉRCITO FANTASMA" DEL CORONEL SCHERHORN
Leyendo este verano el libro LA GUERRA SECRETA, de Max Hastings, descubrí una historia que me resultó sorprendente, de la que nunca había oído hablar.
Se trataba de la Operación Berezino, que paso a relataros por si tampoco la conocéis.
El 22 de junio de 1944, los soviéticos lanzaron la gigantesca Operación Bagration para reconquistar Bielorrusia. Durante esta ofensiva, Stalin consideró que en el ámbito de la guerra secreta se estaban desarrollando ideas muy tradicionales a la hora de desorientar al enemigo, por lo que deseaba probar algo novedoso para ayudar al Ejército Rojo en su avance.
Stalin propuso entonces convencer a los alemanes de que una de las brigadas que tenían en Bielorrusia había quedado cercada y que seguía combatiendo. De este modo, se esperaba incitarles a que lanzasen operaciones destinadas a liberar a sus compatriotas, empleando en ellas a sus mejores unidades, cuyo destino sería caer en la trampa. Igualmente, se quería forzar a la Luftwaffe a hacer llegar víveres y material a las tropas aisladas.
No había duda de que la idea era tan audaz como original. Un equipo del NKVD fue enviado a Bielorrusia para poner en marcha el plan, que recibió el nombre de Operación Berezino. Un doble agente soviético alertó a los alemanes de que cerca del río Berezina había una brigada de la Wehrmacht, comandada por el teniente coronel Heinrich Gerhard Scherhorn (en la foto), que luchaba con desesperación para romper el cerco al que le estaban sometiendo las tropas rusas.
La inteligencia soviética escogió una unidad de tamaño reducido para que resultase creíble, pero con la entidad suficiente para que mereciese la pena a los alemanes lanzar la operación de rescate, unas condiciones que reunía la unidad comandada por Scherhorn, compuesta de 1.800 hombres.
Los alemanes picaron en el anzuelo, ignorando que, en realidad, las fuerzas del teniente coronel Schernhorn ya habían caído en manos de los soviéticos el 9 de julio, después de una lucha que se había prolongado dos semanas.
El 19 de agosto de 1944, el alto mando germano se marcó como objetivo socorrer al "ejército fantasma" de Scherhorn, con la aprobación de Hitler, aunque hay que anotar que un perspicaz oficial de la contrainteligencia germana, el coronel Hans-Heinrich Worgitzky, ya vislumbró que podía tratarse de un engaño soviético. Sin embargo, esa advertencia fue ignorada.
El arrollador avance del Ejército Rojo hacía muy difícil a la Wehrmacht emprender una operación de rescate, pero aun así se iniciaron las acciones para que los hombres de Scherhorn mantuvieran su supuesta lucha desesperada y pudieran escapar del cerco. De ello se encargaría Otto Skorzeny (en la foto superior), el coronel de las Waffen-SS especialista en operaciones especiales. Los alemanes consiguieron entrar en contacto con radio con sus compatriotas, sin saber que estaban siendo controlados por los soviéticos.
La primera acción tuvo lugar en la madrugada del 16 de septiembre, cuando un Heinkel He 111 sobrevoló la zona previamente acordada por radio, lanzando contenedores con material y cuatro paracaidistas, de los que dos eran operadores de radio. Los soviéticos habían organizado previamente un “comité de bienvenida” con varios miembros del NKVD vestidos con uniformes germanos; la voz cantante la llevaría un alemán comunista, quien les invitó a reunirse con el general Scherhorn en su tienda. Los miembros del comando no sospecharon nada y cayeron directamente en la trampa.
Puestos en la tesitura de aceptar colaborar con sus captores o atenerse a las consecuencias, los operadores de radio optaron por salvar la vida. Así, se pusieron en contacto con el cuartel general alemán para comunicarles que habían llegado sin novedad y que se disponían a cumplir con su cometido. El propio Scherhorn fue obligado por los rusos a ponerse al aparato para agradecer a sus compatriotas el apoyo recibido.
El supuesto éxito de la misión animó a Skorzeny a seguir enviando hombres a la bolsa, para organizar la ruptura del cerco. En las semanas siguientes se mandaron tres equipos más, que fueron también atrapados y aceptaron igualmente colaborar en el engaño. Hubo también un equipo que fue lanzado por error fuera de la bolsa y acabó llegando a pie a la línea del frente, en Lituania, evitando a los soviéticos.
Por radio, Scherhorn tuvo que decir que romper el cerco desde dentro estaba condenado al fracaso, ya que tenían muchos heridos, lo que ralentizaría el avance hacia las líneas propias. Los alemanes decidieron entonces establecer un puente aéreo para evacuar a los heridos. Para no despertar sospechas, los soviéticos, por boca de Scherhorn, aceptaron la propuesta. Skorzeny llegó a mandar un ingeniero que se encargaría de improvisar una pista de aterrizaje y que decidió también colaborar tras ser capturado.
Así, en un vuelo nocturno, dos aviones de transporte se aproximaron a la pista iluminada pero, poco antes de aterrizar, salieron a su paso varios cazas rusos, constituidos también en “comité de bienvenida”. Los hombres del NKVD apagaron las luces para asegurarse de que los aviones germanos no intentarían tomar tierra. La misión había fracasado; desde el cerco se le dijo a Skorzeny que, como había podido comprobar, los soviéticos tenían el control del aire, lo que hacía imposible establecer ese puente aéreo.
Como demuestra este episodio, la inteligencia soviética parecía explorar los límites del magistral engaño que estaban llevando a cabo. Antes, incluso se había diseñado una audaz operación, consistente en la “deserción” de un coronel soviético, Ivan Fyodorov, ante las tropas de Scherhorn. De este modo, Fyodorov sería “rescatado” en un avión enviado por Skorzeny, pasando a trabajar como doble agente. Sin embargo, el plan fue considerado un riesgo innecesario que podía poner en peligro lo conseguido hasta ese momento.
Para facilitar la retirada de los hombres de Scherhorn, Skorzeny le dio instrucciones para que se dividieran en dos grupos. Uno tendría que dirigirse hacia el norte y otro hacia el sur, hasta llegar a las líneas germanas. Los comandos enviados anteriormente por Skorzeny se encargarían de abrir paso a la fuerza principal. Para ayudar a los que se dirigían hacia el sur, se lanzaron en paracaídas guías polacos dispuestos a colaborar con los alemanes, que serían también capturados por el NKVD en cuanto tomaron tierra.
Durante los meses siguientes, se enviaron regularmente aviones de transporte, hasta 39 en total, para hacer llegar a las tropas cercadas provisiones, munición, y 13 equipos de transmisión. Obviamente, todo ese material lanzado en paracaídas iba a parar directamente a manos soviéticas.
Curiosamente, los 22 hombres de Skorzeny capturados, junto a sus equipos de radio, comenzaron a dar algún problema logístico y de coordinación a los soviéticos, ya que tenían que mantener la ficción de que todos ellos seguían trabajando para poner a salvo a las fuerzas cercadas. Para seguir adelante con el engaño, se aumentó el tamaño de las instalaciones y se incrementó el número de agentes del NKVD destinados a la misión. Los alemanes siguieron sin sospechar nada.
A partir de enero de 1945, los suministros aéreos disminuyeron. Las líneas alemanas habían retrocedido demasiado y la Luftwaffe no disponía del combustible necesario para mantener esa línea de abastecimiento. Los soviéticos hicieron que el grupo de Scherhorn incrementase sus peticiones de ayuda para situar a los alemanes en el duro dilema de acudir a su rescate o abandonarlos definitivamente a su suerte.
El mando germano se mostró decidido a salvar a sus compatriotas cercados; Scherhorn propuso dirigir a sus hombres hasta un río letón que entonces estaba congelado, y en donde los aviones alemanes podrían aterrizar. El 20 de febrero, los alemanes decidieron llevar a cabo el plan. Sin embargo, las dificultades inherentes a la operación hicieron que fuera cancelada. En compensación, el 23 de marzo Sherhorn recibió un mensaje en el que se le comunicaba que había recibido la Cruz de Caballero, además del ascenso a coronel, en reconocimiento a la heroica resistencia que estaba llevando a cabo al frente de sus hombres.
Aunque resulte increíble, el engaño se mantendría hasta el último día de la guerra, el 8 de mayo de 1945, en el que se produjo la última comunicación entre el cuartel general alemán y el coronel Scherhorn.
Skorzeny, en sus memorias escritas en 1957, aseguraría que el temor a que todo fuera un engaño de los soviéticos siempre estuvo presente. Para detectarlo, según él, los operadores de radio enviados a la bolsa recibieron órdenes de incorporar una palabra clave en sus comunicaciones como prueba de que estaban hablando libremente, aunque esas instrucciones acabaron no sirviendo de nada, a la luz de los hechos.
A pesar del innegable éxito de la Operación Borozino, ninguno de los hombres del NKVD encargados de ella serían recompensados por su labor. Scherhorn permaneció como prisionero en la Unión Soviética hasta que fue liberado en 1950. A su regreso a Alemania declinó aceptar la condecoración que le había sido otorgada.
que gran entrada, la inteligencia militar da lugar a situaciones como estas, y las que desconocemos.
ResponderEliminargracias por el blog.
Mas que inteligencia militar, parece recochineo. La de vodkas que debió tomarse Stalin mientras se partía de risa...
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