domingo, marzo 29, 2020

LO QUE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL NOS ENSEÑA SOBRE EL CORONAVIRUS (AUNQUE ESPERO ESTAR EQUIVOCADO)





Bien, amigos, he intentado mantenerme un poco al margen de lo que está ocurriendo, pero ha llegado el punto en que eso resulta insostenible, así que me veo forzado, sin que sirva de precedente, a echar mi cuarto a espadas.

En primer lugar, espero que tantos vosotros como vuestras familias estéis todos bien.

En cuanto a mi cuarentena, aquí sigo escribiendo el que será mi próximo libro, que se supone que debe salir en otoño, pero obviamente ahora está todo en el aire. Ya veremos cuándo podrá salir a la venta, pero os puedo adelantar que éste será probablemente, o casi seguro, mi mejor libro. Pero ya habrá tiempo de hablar de él.

Por otro lado, justo antes de esta crisis había salido a a venta la tercera edición de ESO NO ESTABA EN MI LIBRO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, publicado por Almuzara.




También estaban a punto de salir mis libros publicados con Nowtilus, como ENIGMAS Y MISTERIOS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, HISTORIAS ASOMBROSAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL y OPERACIONES SECRETAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, en una nueva edición en color. Con el cierre de las librerías, sólo queda la opción de adquirirlos por internet, así que no sé cómo habrán quedado estos planes.

La verdad es que no me apetece mucho hablar del coronavirus, ya que todo ahora gira en torno a ello -acabo de comprar el periódico y monopoliza el 95% del contenido-, y tampoco veo fácil decir algo nuevo con un mínimo de interés, pero aun así lo intentaré.

Para los que "vivimos" en la Segunda Guerra Mundial, muchos aspectos de la actualidad son vistos, por deformación profesional, desde ese punto de vista, intentando trazar comparativas y paralelismos, y tratando de vislumbrar el futuro aplicando las enseñanzas que podemos extraer de aquella contienda.

Ahora no es una excepción, así que me han llamado la atención dos comparaciones, aunque podrían ser algunas más, pero creo que éstas son las más relevantes.



La primera es que la lucha contra esta pandemia es lo más parecido a una guerra, y una guerra total. Eso lo han entendido los chinos, y los resultados no se han hecho esperar, consiguiendo controlar los contagios y el número de muertos, que es inferior al que ya existe en España.

En la Segunda Guerra Mundial tuvieron éxito los que más pronto vieron que se trataba, en efecto, de una guerra total. Estados Unidos, que contaba con apenas 100.000 soldados en 1941, movilizó más de diez millones de soldados y puso a toda su industria, y todos sus recursos, a trabajar para el esfuerzo de guerra. Todos sabemos que eso no se dio en Alemania. Ante la perspectiva de una contienda corta, y para evitar sacrificios a la población, no se implantó una auténtica economía de guerra; en 1940 tan sólo el 19 por ciento de la producción era armamentística, y menos del 18 por ciento del acero se destinaba a fabricar carros de combate. La guerra total no se implantó en Alemania hasta bien entrado 1943 y su industria de guerra no estuvo funcionando a pleno rendimiento hasta finales de 1944, cuando ya era demasiado tarde.

La comparativa con algún caso próximo es tan evidente que resulta innecesaria.

Hay que destacar el caso de Argentina, que sí ha puesto en marcha esa guerra total al virus desde el primer momento. Por contra, Gran Bretaña ha actuado tarde y mal, lo que me ha supuesto una gran decepción; yo era un admirador de Boris Johnson después de leer su excelsa biografía de Churchill, a quien se supone que quería emular, pero, a la vista de su errática actuación, está claro que ha desaprovechado esa oportunidad histórica. El virus de la mediocridad política está más extendido de lo que nos temíamos.




La segunda comparación es más arriesgada e inquietante. En las grandes crisis bélicas -y la de esta pandemia así es- se da una constante. Sus contemporáneos siempre pensaban que iba a durar poco. En la Primera Guerra Mundial, todos estaban convencidos de que los soldados volverían a casa por Navidad, después de haber tomado París o Berlín. Igualmente, cada gran ofensiva que se lanzaba iba a ser la última. Todos sabemos que esos cálculos resultarían inexactos.

Igualmente, en la guerra civil española, en los primeros días y semanas daba la sensación de que todo se acabaría en poco tiempo, pocos pensaban que la guerra se prolongaría casi tres años.

En la Segunda Guerra Mundial, tras la caída de Francia, los alemanes pensaban que la guerra ya estaba prácticamente concluida. La invasión de la Unión Soviética fue recibida con gran preocupación, porque suponía el alargamiento de la guerra, lo que se confirmaría tras el fracaso a las puertas de Moscú. En Japón pensaban que con el golpe en Pearl Harbor el gigante americano ya había sido derrotado...

Seguramente en la Yugoslavia de 1990 nadie se imaginaba lo que estaba a punto de suceder. O en la Siria de 2010...

Las guerras se sabe cuándo se empiezan, pero nunca cuándo acaban. Los ejemplos de guerras que comenzaron y que se han cronificado son abundantes, o que, una vez finalizadas, los países quedan sumidos en un marasmo que se prolonga años y años...




Con esto quiero decir que me parece un gran error pensar que estamos en una crisis -a todos los niveles- que se va a solucionar en apenas unas semanas o un par de meses. Estoy convencido de que lo peor está por llegar, y de que tenemos por delante bastantes meses muy difíciles.

Con la economía totalmente parada, es imposible que pueda continuar el abastecimiento de la población, eso es un hecho incontestable, como las matemáticas. Cuando se acaben los stocks, ¿qué va a suceder? A ello se suma la caída drástica de ingresos de buena parte de la población. No me extrañaría nada que en unos meses se instaure algún tipo de acceso controlado a los alimentos, una especie de cartilla de racionamiento, entre otras medidas restrictivas que ahora desechamos por impensables.

Tampoco creo que estemos muy lejos de los primeros asaltos a supermercados. Estamos a nada de que comiencen los primeros disturbios en Los Ángeles...



Una amiga me recordaba ayer la escena de la película EL PIANISTA (2002) en la que la familia del protagonista se reparte un caramelo. Admitiendo la hipérbole, no sería descabellado comenzar a asumir que podemos encontrarnos más pronto que tarde en situaciones ahora inimaginables (¿alguien se imaginaba esto hace apenas un mes?).

A partir de ahí, no estaría de más tomar las medidas oportunas a título personal para poder enfrentarse mejor a esas situaciones.



Naturalmente, espero estar equivocado en mi análisis y que cuando todo esto pase, con suerte en junio o julio, podáis reíros de mí y mi alarmismo injustificado.


miércoles, marzo 18, 2020

"VIDA OCULTA" (2019): LA PELI DE NAZIS DE TERRENCE MALICK QUE TE PARECERÁ UNA OBRA MAESTRA O UN TOSTÓN INFUMABLE




Bien, amigos, aquí estamos con una nueva recomendación fílmica. En este caso se trata de VIDA OCULTA (2019), dirigida por Terrence Malick.

A los que sois cinéfilos no hace falta que os presente a Malick, un director singular donde los haya, y los que no lo conozcáis basta que os diga que dirigió La delgada línea roja (1998). Yo recuerdo que la vi en su momento en el cine y me pareció una castaña; yo esperaba una película bélica y me encontré un pretencioso y vacío film que vertía sobre el incauto espectador kilos de filosofía de todo a cien.

Desde entonces, he realizado un esfuerzo por tratar de comprender el lenguaje cinematográfico y de aceptar las ideas que quieren transmitir los grandes directores. No sé si será por eso que este nuevo film de Malick me ha parecido una auténtica maravilla, y eso que los críticos la han vapuleado y que la respuesta del público ha sido bastante fría. Pero el cine es algo tan grande que una misma película puede ser para uno una obra maestra y para otro un despropósito.



Desde el punto de vista formal, la cinta merece un diez. Cada uno de los planos que la componen es magistral; la composición, la luz, las sombras, los colores, los movimientos de cámara, los travelling con la steadycam, el omnipresente gran angular, la ambientación... Desde el minuto uno el espectador se ve abrumado por el virtuosismo de un Malick en plena forma, que se nota que ha cuidado obsesivamente hasta el último detalle.

Malick refleja fielmente el mundo rural austríaco, las rutinas de sus habitantes, el paso de las estaciones, pero sobre todo la arrebatadora belleza de esas regiones alpinas. Consigue proporcionarte una experiencia inmersiva. Yo la he visto en la pantalla del ordenador, y ya me ha dejado impresionado; lástima no haberla visto en el cine.

Las imágenes, la banda sonora, los sonidos de la naturaleza... todo hace que te integres en la película, que formes parte de ella. Realmente, terminas con la sensación de que has estado viviendo en esa aldea austríaca.




¿Y la historia? Quizás aquí sea donde el film flaquea un poco. Está basado en la historia real de un objetor de conciencia alemán durante la Segunda Guerra Mundial, pero no os digo el nombre para que no lo busquéis y os enteréis antes de tiempo cómo acaba la película, como me ha pasado a mí.

Quizás Malick se ha concentrado tanto en los aspectos formales que ha descuidado un tanto la historia. Las motivaciones del protagonista para actuar como lo hace no acaban de verse justificadas. De hecho, no hay demasiados diálogos y los personajes apenas intercambian palabras, tenemos que imaginarnos lo que sienten mediante las expresiones de sus rostros -normalmente mostrando una gran congoja interior-, o de sus manos, o como interactúan con los objetos.

Pero creo que lo mejor es entrar en el juego de Malick y dejarse llevar, imaginando lo que pasa por sus cabezas en vez de que él nos lo dé todo masticado, como si fuera una película de Netflix.



En suma, Vida oculta me parece una obra de arte, que espero que algún día obtenga el reconocimiento que merece, aunque también entenderé al que no se sienta aludido por la propuesta de Malick y califique las casi tres horas de metraje de tostón infumable, como me pasó a mí con La delgada línea roja.

El cine personalísimo de Malick no es fácil, por lo que hay que acercarse a esta película, como digo, dejándose llevar, disfrutando de esos planos que te dejan literalmente con la boca abierta y tratando de descubrir el trasfondo de la historia por uno mismo. Si hacéis eso, no tengo duda de que Malick os proporcionará una experiencia tan gratificante como inolvidable.