viernes, noviembre 27, 2020

"LOS HÉROES DE HITLER", MI ÚLTIMO Y MEJOR LIBRO, YA EN TODAS LAS LIBRERÍAS

 


Bien, amigos, ya está a la venta mi último libro, LOS HÉROES DE HITLER, publicado por la editorial Almuzara. Por ejemplo, lo tenéis disponible en AMAZON, aunque en principio debería estar ya en todas las librerías, tanto incorpóreas como físicas.

La verdad es que siempre me resulta un poco incómodo tener que vender un libro recién publicado, ya que tiene que adoptar el modo teletienda y lo mío es juntar letras. En todo caso, el que ya haya disfrutado con algunos de mis libros no dudará en comprárselo, y el que considere que no vale la pena leerlo, por el motivo que sea, no se lo comprará, así que tampoco tiene mucho sentido que venga con aquello de "aquí he venido a hablar de mi libro" que decía Umbral.

No obstante, es obvio que hay que difundir la publicación del libro, pero tampoco destriparlo. Algo que me toca los riñones es cuando, en una entrevista, debo ir explicando en detalle el contenido de la obra, lo que hace que ya no sea necesario leerlo... 

Por eso, para el que esté en ascuas por saber el contenido de mi último libro, os transcribo parte del texto de la contraportada:

Estas páginas recogen esos episodios que, sin duda, despertarán la admiración del lector, desde la resistencia desesperada de las tropas germanas en Narvik, rodeadas por las tropas aliadas, al terrible asedio de Cholm, en el que los alemanes soportaron los asaltos diarios de las tropas soviéticas además del hambre y el frío, pasando por el obstinado mantenimiento de la posición de Cactus Farm, en Túnez, ante los sucesivos ataques de los blindados y los bombardeos aéreos o la heroica defensa de Carentan efectuada por aguerridas tropas paracaidistas. También podrá conocer las hazañas de los barcos corsarios en sus correrías por el Atlántico y el Índico, así como las valerosas acciones de los “marineros fantasma” que burlaban una y otra vez el bloqueo de la flota enemiga.

La obra incluye la historia inédita de un oficial alemán que, después de sufrir la amputación de una pierna en el frente ruso, encabezó una insólita misión de exploración al sur del Sáhara, enfrentándose a las Fuerzas Francesas Libres. Gracias al testimonio que la familia ha proporcionado al autor, su vida y sus fotografías personales salen por primera vez a la luz.




Como veis, no revelo ningún nombre propio precisamente para jugar con el factor sorpresa. 

Ante un libro dedicado a héroes de guerra alemanes, todo el mundo piensa en el piloto de Stukas Hans-Ulrich Rudel, ases Panzer como Kurt Knispel, Otto Carius o Michael Wittman, ases del aire como Erich Hartmann, Hans-Joachim Marseille o Adolf Galland, o célebres comandantes de submarino como Gunther Prien u Otto Kretschmer.

Pero relatar sus vidas sería lo más fácil, ya que hay mucha información de todos ellos, y a mí no me van los retos fáciles.. así que el libro trata de esos otros héroes de guerra menos conocidos; seguro que conocer sus vidas resultará mucho más estimulante para el lector.




De entre todos los capítulos destaco el dedicado a Konrad von Leipzig (en la foto superior, el que mira a la enfermera), ya que, como he apuntado, es una historia inédita, que me ha sido relatada por su sobrino nieto, que reside en Argentina, aportando además fotos y documentos (gracias a mi amigo el divulgador histórico Pere Cardona por proporcionarme ese valiosísimo contacto). 

Aunque sepáis mucho de la Segunda Guerra Mundial, seguro que ese capítulo os resultará sorprendente y fascinante, os lo garantizo.

Así pues, os invito a disfrutar de mi último y mejor libro, precisamente el número 25, un número redondo. ¡Espero vuestras opiniones!


martes, noviembre 10, 2020

¿ESTÁ COLAPSANDO EL ESTADO Y NO NOS DAMOS CUENTA?




Bien, amigos, ya estamos de nuevo aquí. Seguro que al ver el título y la foto habéis pensado que me he vuelto definitivamente un autor conspiranoico y apocalíptico. 

La verdad es que desde que comenzó la pandemia mis entradas han tomado ese sospechoso cariz, ante lo que poco puedo alegar en mi defensa, pero aun así asumiré el riesgo de perder mi credibilidad como autor especializado en la Segunda Guerra Mundial, en el supuesto de que todavía posea alguna.

Coincidiréis conmigo en que las grandes crisis se perciben en su estado embrionario por indicios aparentemente triviales, pero que se van engarzando a otros hasta que conforman el turbador anuncio de lo que está por llegar. Recuerdo que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en 2007 lo percibí durante el verano, al comenzar a ver bastantes letreros de "Se vende" en los balcones, o la actual crisis al contemplar locales comerciales recién cerrados y con carteles ofreciéndolos en venta o alquiler. 




Así pues, se me han presentado algunos indicios de que algo inquietante está sucediendo. Lo primero, una vecina de ochenta años vino ayer a pedirme que le haga un trámite de la Seguridad Social por internet; me dijo que había ido a la oficina pero que no los tramitan de forma presencial porque están saturados. Así que le entregaron una triste fotocopia en papel reciclado con la dirección de la web y unas indicaciones en rotulador que se han revelado inútiles cuando me he dispuesto a diligenciarlo. 

A pesar de que me desenvuelvo con cierta pericia en trámites online, me resultó muy difícil realizarlo. Ayer lo despaché -o eso creía- pero hoy me han respondido por mail que debo rellenar otra solicitud en PDF para adjuntarla, a su vez, a la solicitud que formulé -al menos me la han suministrado en archivo adjunto-, enviarla online, y adjuntar a su vez unos documentos también en PDF. He empleado más de media hora en solventarlo todo y aún así me barrunto que algo no habré adjuntado como es debido. 

Es decir, que el Estado ya reconoce que no tiene capacidad para realizar ese trámite, y encarga al propio ciudadano que se busque la vida para hacerlo él mismo. Cuando acudimos a un McDonald's aceptamos hacer de camareros, o de dispensador de combustible en la gasolinera, pero creo que el que debamos hacer también de funcionarios ya es excesivo.

La vecina me ha dicho que en la oficina, cuando las personas mayores se quejaban de que no sabían hacer ese trámite por internet, les conminaban a que recurriesen "a algún nieto"; ignoro si ese es el protocolo de actuación de los funcionarios ante la demanda de aquellos que no poseen competencia digital.





Ítem más. Ayer aquí en Cataluña se abrió el plazo para solicitar unas ayudas de 2.000 euros para los trabajadores autónomos, que ascienden a unos 500.000. Pero sólo había fondos para los 10.000 primeros, así que ayer hubo tortas digitales por entrar en la web y tramitarla. Naturalmente, la web se colapsó y sólo unos pocos afortunados lograron agarrar el dinero en esos Juegos del Hambre en los que, de cada cincuenta, sólo podía quedar uno. En la TV han entrevistado a un gestor que dice que no consiguió tramitar ni una sola.

Seguimos. También han explicado en la TV que los parados de Cataluña que se quedaron sin trabajo después del 12 de agosto les ha resultado imposible tramitar el subsidio de desempleo por falta de personal y medios. En alguna noticia he leído que se ha tramitado el 15%, lo que no cambia mucho las cosas.

En cuanto a personas que tampoco han podido cobrar el ERTE existen cifras dispares, pero parece ser que un número indeterminado, quizás cientos de miles, están todavía afectados en toda España.

La prestación de nuevo cuño conocida como Ingreso Mínimo Vital, destinada a paliar emergencias económicas, también está experimentando muchos problemas. Aquí en Cataluña, según datos de ayer mismo, el 93% de las peticiones están sin tramitar.

En Barcelona, los inmigrantes no pueden renovar sus documentos porque la Oficina de Extranjeros está colapsada, lo que ha dado lugar a un mercado negro de citas previas, al precio de hasta 200 euros.





Naturalmente, puede objetarse que la pandemia ha tensionado el sistema y que es normal que se produzcan esos cuellos de botella en todo tipo de trámites, pero como uno es muy susceptible, temo que estos sean los primeros indicios de que, sencillamente, el Estado se está desintegrando ante nosotros, sin que casi nos demos cuenta.

En general, la gente confía su bienestar actual y, sobre todo, el futuro, a lo que le pueda proveer el Estado. Eso ha sido así desde que surgió el Estado del bienestar, también conocido como Estado benefactor, Estado providencia o, según los más críticos con esa idea, el "papá Estado". En principio, el Estado no deja a nadie abandonado a su suerte.

Sin embargo, tengo la impresión de que eso está cambiando. Por primera vez, que yo recuerde, el Estado está siendo ya incapaz de cumplir con las funciones que le dan su razón de ser. Eso aún no se reconoce por los poderes públicos, por supuesto, pero quizás haya un momento revelador en el que eso se haga dramáticamente visible para todos. 

Puede llegar en forma de un retraso en el pago de prestaciones y pensiones, en solicitar a los enfermos que se queden en casa porque los hospitales ya están saturados, en la instauración de algún tipo de corralito, la quiebra del orden público sin que las fuerzas del orden puedan ya restaurarlo, etc.

Si llega ese momento cada uno tendrá su margen de actuación, sea mucho o poco, pero creo que no está de más tener presente esa hipótesis para que no nos coja por sorpresa. Como método de autodiagnóstico, aconsejo que cada uno calcule cuántos meses podría sostenerse por sí mismo en el caso de que no le llegasen los fondos del Estado que reciba habitualmente -sueldo de funcionario, subsidio o pensión- o si se quedase sin trabajo y no recibiese ninguna prestación. El resultado permite conocer el alcance del problema al que hipotéticamente uno debería enfrentarse y la necesidad o no de apostar por estrategias que reduzcan esa dependencia de un proveedor que está demostrando no ser demasiado fiable.



 
Como siempre digo, esperemos que esté equivocado y que estas reflexiones no se correspondan con la realidad venidera; y, por tanto, que me deje de jugar a ser Casandra y dedique mi tiempo a seguir juntando letras para goce y disfrute de los aficionados a la Segunda Guerra Mundial. 

No obstante, espero que, al menos, estas líneas os sirvan para tener los ojos bien abiertos y advertir esas señales de peligro que, como los canarios en las minas, avisan de lo que quizás, sólo quizás, está por llegar.





miércoles, octubre 28, 2020

EL HUNDIMIENTO (Y NO HABLO DE LA PELÍCULA)

Bien, amigos, he estado ausente tres meses desde mi última entrada, pero ha habido algunas circunstancias que me han llevado a dejar de lado el blog. Pero no ha sido sólo el blog, ya que, por ejemplo, debe hacer un par de meses que ni entro en Facebook, y apenas posteo algo en Twitter o Instagram. 

Podría decir que la razón es que he estado todo este tiempo muy ocupado con mi nuevo libro. En parte es verdad, ya que esta obra me ha supuesto un gasto de energía considerable. Creo que es mi mejor libro hasta la fecha, y tardaré un tiempo en acometer una empresa similar. Durante este tiempo he tenido que hacer las últimas comprobaciones, trabajar en su pulido y abrillantado, y después corregir los tres juegos de galeradas que me ha remitido la editorial. 

 Al mismo tiempo, he tenido varios encargos de artículos para revistas de Historia, por lo que he estado ciertamente entretenido en cuanto a las obligaciones. En cuanto al libro, ya hay fecha de publicación -el 24 de noviembre- e incluso se puede adquirir ya en preventa en Amazon, pero quiero esperar un poco antes de comunicar oficialmente su lanzamiento. 

Pero mi ausencia no se explica sólo por esa carga de trabajo. La verdad es que no estoy muy animado para interactuar en internet, viendo lo que está ocurriendo y, sobre todo, con lo que está por venir. Ya he subido algunas entradas catastrofistas y realizado vaticinios apocalípticos que no se han cumplido (aún), pero el paso del tiempo no me ha llevado precisamente a desdecirme de mis augurios. A mí me gusta ver números, gráficas y estadísticas, y absolutamente todos los datos apuntan a una crisis de tal calibre que ni siquiera podemos imaginar.

 

Durante este tiempo me ha dado por estudiar la apasionante crisis financiera de 2008; he visto bastantes documentales y varias películas, lo que me ha resultado muy esclarecedor. 

De entre las películas destaco LA GRAN APUESTA (2015), que explica la historia de los clarividentes inversores que ya en 2005 advirtieron el tsunami que se cernía sobre la economía norteamericana y mundial. Ahí te das cuenta de que, para entonces, la crisis ya había comenzado, era como una bomba de relojería que alguien había activado y que ya resultaba imposible detener. 

Pero lo más significativo es que todavía en 2007 no se apreciaban los efectos de esa crisis que ya se había desatado en el subsuelo. Aparentemente todo iba bien, el edificio de la economía lucía esplendoroso, pero el interior estaba apuntalado y los cimientos carcomidos. La cuestión ya no era si el edificio se hundiría, sino cuándo. 

Por tanto, me ha resultado inevitable comparar aquella situación con la actual. No soy economista, pero aplicando sólo el sentido común adviertes a dónde nos dirigimos. Nuestra economía se asienta sobre una gigantesca deuda. Ahora mismo, la deuda mundial es del 322% del PIB del planeta. El incremento de la deuda está fuera de control; el año pasado, la deuda de los gobiernos sencillamente se duplicó (España tiene que pagar cada hora 4,5 millones de euros sólo para abonar los intereses). Y este año, con la pandemia, no hay duda de que la deuda se estará disparando aún más.

 

Estados Unidos está imprimiendo dólares a un ritmo nunca visto antes: 60 millones por minuto. El 22% de los dólares en circulación se han impreso en 2020. Al parecer (porque todo lo que hace referencia a la Reserva Federal está rodeado de secretismo), las máquinas ya no pueden imprimir más rápido, por lo que ya se tienen que "imprimir" dólares virtuales dándole a la tecla de un ordenador. 

De momento, los bancos parecen gozar de una excelente salud. Pero, ¿qué pasará cuándo personas, empresas y quizás gobiernos no puedan pagar los préstamos? Por culpa de los efectos de la pandemia las compañías aéreas se están hundiendo, igual que las de cruceros, las empresas hoteleras, los negocios de restauración, las grandes cadenas de ropa, las empresas automovilísticas... 

Todas esas empresas tenían préstamos a los que no podrán hacer frente. Al igual que los millones de personas que se están quedando en paro, o que están cerrando sus negocios. No podrán pagar sus préstamos ni hipotecas. Los bancos poseen una gigantesca deuda que es incobrable, ya que no podrán ejecutar las garantías con las que se firmaron esos préstamos por su drástica caída de valor (¿quién va a comprar esos aviones, barcos, locales o casas?).

 

No hace falta ser un sabio para ver la enorme diferencia entre la crisis del 2008 y la que ya está teniendo lugar ante nosotros. Aquélla surgió del sector inmobiliario y ya vimos cómo afectó a toda la economía mundial; imaginemos esa crisis multiplicada por todos los sectores a la que está afectando la actual. 

Así pues, la cuestión ya no es si va a haber un hundimiento catastrófico de la economía o no, sino cuándo será y si el colapso será repentino o gradual. 

Y ahora surge la pregunta: ¿Qué hacer? A nivel global, considero que es inevitable, ya no puede hacerse nada para impedirlo.

En el plano personal tampoco existen muchas alternativas. En mi caso, he rebajado al mínimo mi dependencia de los bancos, adoptando soluciones financieras radicales. Cuando el edificio se desplome no quiero verme atrapado en ningún corralito o una pérdida completa de mis fondos. La gente no es consciente de que, por ejemplo, en la zona Euro los bancos sólo están obligados a tener un 1% de sus depósitos en la caja. El resto se presta o se invierte. En Estados Unidos, para los depósitos a plazo y otros que no sean a la vista es el 0%. 

No hay que ser economista para imaginar lo que puede pasar si esos préstamos son incobrables, como hemos visto, o las inversiones resultan ruinosas. De pronto, ese dinero depositado en los bancos, sencillamente, se esfumará, al mejor estilo David Copperfield. Y no quiero que el fruto de mi trabajo esté ahí dentro cuando eso suceda. 

En fin, siento lanzar un mensaje tan poco optimista. Como digo siempre, espero estar equivocado, que mis augurios se demuestren infundados y que dentro de un tiempo, cuando, después de haberse distribuido la vacuna, los locales y restaurantes vuelvan a abrir, los estadios se llenen, lluevan las ofertas de trabajo, entremos en una época de esplendor y nuestra vida sea como la del gran Gatsby, os podáis reír de mí un rato...

jueves, julio 30, 2020

"GREYHOUND" (2020): TOSTONAZO RIDÍCULO EN EL ATLÁNTICO NORTE




Bien, amigos, al menos tengo que agradecer una cosa a la pandemia.

Este año tenía previsto ir al cine con el niño para ver GREYHOUND. ENEMIGOS BAJO EL MAR (2020), pero por suerte no se ha estrenado en las salas, así que me he ahorrado el dinero de las entradas y la cara larga del nene por haberle sometido a semejante tostón, tal como me pasó cuando lo llevé a ver DUNKERQUE.


Vamos con el minuto y resultado de la película (por llamarla de alguna manera), sin ánimo de spolear.


MINUTO 15: Bueno, no pinta mal, parece una visión muy realista de lo que tenía que ser un destructor de escolta, casi un documental. Vamos a ver.

MINUTO 30: Buff... ya me agobia tanto ir de babor a estribor y de estribor a babor, mensaje por allí, mensaje por allá.

MINUTO 45: ¿Sólo llevamos 45 minutos? Esto es más pesado... Ya me empieza a dar un poco lo mismo si los U-Boote se cargan a medio convoy o al convoy entero...

MINUTO 60: Sólo llevamos una hora y parece que llevemos tres... ahora si que ya me da del todo igual lo que le pase al convoy, al Greyhound y a la madrina que botó el Greyhound.

MINUTO 73: Ah, ¿entonces, se supone que con esto ya ha terminado la peli?

MINUTO 81: Pues ahora sí que ha acabado, pero si han sido ocho minutos de epílogo... El metraje es de 92 minutos, ¿así que de aquí hasta el final son los títulos de crédito?

MINUTO 92: Pues sí.




Hay que reconocerle el mérito de lograr aburrir a un apasionado de la Segunda Guerra Mundial como yo, con sólo una hora y veinte minutos de metraje real. Guion plano, sin tensión, sin personajes, Tom Hanks haciendo de Tom Hanks, con ese típico lloro espontáneo suyo al estilo Salvar al soldado Ryan pero sin que venga a cuento...

Y para colmo, esas ridículas transmisiones en abierto del capitán del submarino alemán amenazando al Greyhound, que terminan con un grotesco aullido... ¿A qué capitán de U-Boot se le ocurriría semejante payasada?

En fin, parece que con esta película los norteamericanos querían dar el contrapunto a la épica de los U-Boote desde el otro lado del periscopio, pero la jugada se hunde estrepitosamente por sí misma, sin que haga falta ni un torpedo.


sábado, julio 18, 2020

"ENFOCANDO LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL", DE LAUREANO CLAVERO: LA AMBICIÓN DE UN FITZCARRALDO MODERNO



Bien, amigos, espero que estéis todos bien. Por suerte, mis apocalípticos augurios no se han cumplido, pero no soy precisamente optimista sobre lo que está por llegar. Todos los indicios apuntan a que, con la llegada del otoño, vamos a tener que enfrentarnos a una situación, digamos, comprometida, y que este veranito es apenas un impase, una especie de drôle de guerre, que habrá que aprovechar para hacer acopio de energía para lo que está por llegar.

Al respecto, os recomiendo la miniserie francesa EL COLAPSO, en la que reflejan ese hundimiento general del que estamos cerca pero que siempre parece que podremos evitar en el último minuto.




Aunque quizás no sea tan extraordinaria como se está diciendo, estos capítulos de apenas veinte minutos, que siguen una línea parecida a Black Mirror, nos alertan de lo que puede pasar de un día para otro, con escenas -como las de la residencia de ancianos- dramáticamente actuales. A destacar el tour de force que supuso haberlos rodado en plano secuencia.

Por mi parte, aquí estoy en período de descompresión después de vaciarme por completo en la confección de mi nueva criatura, que debería ver la luz este otoño.

Como apunté, considero que éste es mi mejor libro, estoy seguro de que el lector va a disfrutar muchísimo con él, pero es obvio que esta época, con tantas incertidumbres, no es la mejor para enviarlo a luchar a las trincheras de las librerías, porque no sabemos ni siquiera si estarán abiertas... En todo caso, me queda la satisfacción de haber escrito la obra que quería escribir.



Pues vamos con el libro cuya foto aparece encabezando la entrada, ENFOCANDO LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, editado por Círculo Rojo.

Su autor es un buen amigo mío, el director de cine argentino afincado en Calafell LAUREANO CLAVERO, por el que siento una gran admiración, así que no puedo ni quiero ser imparcial en la valoración de su obra. El coautor, encargado de redactar los textos, es el escritor de novelas ambientadas en ese conflicto y también buen amigo, el burgalés DAVID LÓPEZ CABIA.



Se trata de un libro de fotografías que recoge las cuatro sesiones que Clavero llevó a cabo junto a un grupo de excelentes recreadores en escenarios catalanes parecidos a los lugares a representar: la playa de Omaha, Carentan, el bosque de Hürtgen y Market Garden.


Yo tuve el honor de asistir como invitado a tres de ellas y doy fe de la profesionalidad y el entusiasmo de todos los participantes, pero en especial del alma mater del proyecto, quien posee una energía inagotable.

No en vano el gran ídolo de Clavero es el director alemán de cine Werner Herzog. Si conocéis su filmografía, veréis que a menudo busca su inspiración en personajes con una volcánica energía interior, dispuestos a abordar proyectos a priori inalcanzables, pero que se lanzan a ellos ignorando las dificultades, decididos a superarlas sea las que sean. Es lo que se sucede a Aguirre, a Cobra Verde y, sobre todo, a Fitzcarraldo (si no habéis visto estas fascinantes películas no sé a qué estáis esperando). El propio Herzog tuvo que superar obstáculos colosales para rodar esas desmesuradas películas (tenéis que ver los documentales sobre sus rodajes), así que quizás mi amigo Laureano se impregnó de ese espíritu, marcando así su senda vital.


Pues Clavero es un Fitzcarraldo moderno, siempre dispuesto a acometer retos ambiciosos, sin considerar su magnitud. Todavía tiene pendientes de dar los últimos toques a varios de ellos en los que se embarcó tiempo atrás, como una película sobre unos recreadores en Normandía, otra sobre la batalla del bosque de Hürtgen (en la que hago una aparición estelar), otra sobre las fortificaciones de la guerra civil en la costa catalana, y seguro que me dejo algunos más.

El proyecto culminado más reciente es un libro sobre la historia de rugby catalán.


No tengo duda de que todos esos proyectos irán viendo la luz tarde o temprano, como ha sucedido con Enfocando la Segunda Guerra Mundial, y aquí me haré eco de ellos.

Mientras tanto, aprovechad el verano para hacer acopio de armas y munición, alimentos no perecederos, pilas y bidones de gasolina, y confeccionar un plan de emergencia con rutas seguras de huida; que el colapso no os pille por sorpresa.


viernes, junio 05, 2020

LA ESPAÑA DEL CORONAVIRUS, COMO SI HUBIESE SIDO BOMBARDEADA DURANTE OCHO MESES POR LA LUFTWAFFE




Bien, amigos, espero que os encontréis todos bien. Por mi parte estoy perfectamente, dando el último toque a mi próximo libro, que todavía no sé cuándo saldrá. La editorial tiene intención de publicarlo este mismo otoño, pero ya sabemos que las cosas cambian de un día para otro, así que aún no está confirmado.

Lo que puedo adelantaros es que éste será el mejor libro que he escrito, y los que me conocéis sabéis que no suelo decir eso de mi último libro para promocionarlo. Esta obra es realmente excepcional, seguro que vais a disfrutar mucho con las historias que ahí explico.

Afortunadamente, mis apocalípticos augurios sobre la crisis alimentaria que nos esperaba por el coronavirus no han sucedido, al menos de momento, y el aprovisionamiento de alimentos parece garantizado durante bastante tiempo. De todos modos, los epidemiólogos alertan de que en otoño-invierno el virus, después de tomarse unas vacaciones en verano, puede regresar incluso con más fuerza, como lo hace el virus de la gripe estacional, así que quizás sea precipitado afirmar que el peligro ha pasado.




Pues, como uno siempre tiene en su pensamiento la Segunda Guerra Mundial, cuando hace un par de días los medios informaron de que los fallecimientos reales a consecuencia del coronavirus en España han podido ser de 44.000 personas, enseguida recordé que esa fue aproximadamente la cifra de muertos que provocó en Gran Bretaña la campaña de bombardeos llevaba a cabo por la Luftwaffe sobre objetivos civiles entre el 7 de septiembre de 1940 y el 21 de mayo de 1941: entre 40.000 y 43.000 según las fuentes.




Extrapolando a muestro país lo sucedido en Gran Bretaña a lo largo de esos ocho meses en apenas tres meses, sería como si durante este tiempo, por ejemplo, Madrid hubiera sido bombardeada en 71 ocasiones (57 noches consecutivas); Barcelona, Sevilla y Valencia ocho veces; Zaragoza seis; Bilbao cinco; Málaga cuatro; Vigo y Santander tres, y ocho ciudades más hubieran sido atacadas una vez.




¿Qué conclusiones podemos extraer de este paralelismo?

A pesar de la pérdida de ese gran número de personas, podríamos decir que el ánimo de la población española no se ha visto afectado, a tenor de la velocidad con la que se han llenado las terrazas y se han comenzado a organizar barbacoas en cuanto la fase de desescalada lo ha permitido. Esto coincidiría con el modesto impacto de la campaña de bombardeos sobre la moral británica, que no se vio afectada.

Por otro lado, extraña que una cifra de fallecidos tan alta en tan poco tiempo, en el caso de España, haya sido asimilada en general de forma tan poco traumática. Esto podría ser explicado por esa sentencia falsamente atribuida a Stalin de que "un muerto es una tragedia, pero un millón de muertos es una estadística". O quizás no habría que acudir al padrecito Stalin, sino quedarnos en el refranero español: "El muerto al hoyo y el vivo al bollo".


jueves, mayo 07, 2020

¿CUÁNDO HAY QUE CONMEMORAR EL FINAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN EUROPA O "VE DAY"?



Bien, amigos, aquí estamos de nuevo. Espero que estéis todos bien.

Por mi parte, aquí sigo trabajando en mi nuevo libro, que debería salir este otoño, pero que ya me hago la idea de que, con suerte, no podrá ver la luz hasta la primavera que viene...

Para un juntaletras, acostumbrado a trabajar en casa, este confinamiento no representa un cambio de vida demasiado profundo, pero he aprovechado para remodelar mis rutinas y comenzar a aprender alemán, algo que tenía pendiente desde siempre; resulta imperdonable hablar tanto de Alemania y no desenvolverme mínimamente en la lengua de Goethe, así que me he puesto manos a la obra y de momento estoy progresando más de lo que auguraba, teniendo en cuenta su aparente dificultad.

Pues vamos con una entrada para conmemorar el 75º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial en Europa o "VE Day".

Para muchos de vosotros esta entrada resultará superflua, ya que conocéis de sobra por qué no hay una fecha clara e inequívoca para este efeméride, pero he podido comprobar que hay bastante gente interesada en la Segunda Guerra Mundial que no lo tiene tan claro, así que vamos a explicarlo.


Como sabéis, existen tres fechas en las que se celebra el final conflicto en Europa: el 7, el 8 y el 9 de mayo.

La razón de esta confusión hay que buscarla en el propósito de Estados Unidos de no enemistarse con los soviéticos, pese a las continuas exigencias de Stalin. Pero retrocedamos en el tiempo, al momento en el que los alemanes se vieron forzados a admitir su derrota y aceptar la rendición incondicional.

Tras el suicidio de Hitler el 30 de abril de 1945, el almirante Karl Dönitz se convirtió en Jefe del Estado, tal como figuraba en el testamento del Führer, en el que el máximo responsable de la Kriegsmarine pasaba a ser presidente del Reich y comandante supremo de las fuerzas armadas. Dönitz, en uso de sus atribuciones, envió el 4 de mayo a dos representantes al cuartel general del mariscal Montgomery para negociar la rendición. El famoso militar inglés les indicó que para formalizar la rendición debían acudir al cuartel de Eisenhower, en la ciudad francesa de Reims.

Se avisó a la prensa para que estuviera atenta al momento histórico de la rendición de Alemania. Para ello se escogieron a 17 corresponsales y se les trasladó a Reims en avión. Como los representantes aún se encontraban enfrascados en las negociaciones, se exigió a los periodistas discreción absoluta hasta el momento en el que se firmase el documento.

Esto no ocurrió hasta las 2:41 h de la madrugada del lunes 7 de mayo, hora en la que estampó su firma el general Alfred Jodl en nombre del Ejército alemán. Representando a los aliados occidentales firmó el general norteamericano Bedell Smith, y el general Ivan Susloparov en nombre de las fuerzas soviéticas. Como testigo firmó el general francés François Sevez.


Una vez concluido el acto, a los periodistas se les dijo que esperasen el momento indicado para transmitir al mundo la noticia. A las cuatro de la madrugada se les comunicó que no podrían decir nada hasta las tres de la tarde del martes. Es decir, tendrían que esperar treinta y seis horas.

Naturalmente, los periodistas se indignaron y no entendieron el porqué de esa censura informativa. La explicación había que buscarla en las altas esferas. Desde Washington se habían dado órdenes precisas de retrasar el comunicado de la noticia, para hacerla coincidir con otra ceremonia de rendición que se iba a celebrar el martes en Berlín, en la zona ocupada por los soviéticos.

Los corresponsales no compartían estas razones, considerando que la rendición había sido incondicional y el representante soviético había firmado su aceptación, así que no consideraban necesarias más ceremonias. Sin embargo, fueron puestos bajo vigilancia y se les prohibió hacer pública la noticia hasta que no lo hiciese el mando supremo aliado.

Durante la tensa espera, se extendían por todo el mundo los rumores que hablaban de la rendición, aunque nadie tenía noticias del acto celebrado en Reims. Pero a las dos de la tarde del lunes, una emisora alemana proclamaba la rendición incondicional, aunque sin dar más detalles.

Entonces, un periodista norteamericano de los que había asistido al acto de la rendición, Edward Kennedy -sin relación de parentesco con los Kennedy- , decidió que el mundo debía conocer de una vez la noticia más esperada de toda la guerra.


Así pues, el audaz reportero burló la vigilancia, se hizo con una línea telefónica militar, llamó a la oficina de la agencia de noticias de United Press en Londres y explicó con detalle la ceremonia de rendición.

Desde la capital británica se transmitió de inmediato la noticia a todo el mundo y los periódicos se dispusieron a sacar a la calle una edición especial anunciando la victoria en Europa. A partir de aquí estalló un escándalo de enormes proporciones; la agencia fue suspendida y los teléfonos fueron cortados, mientras que el resto de agencias se mostraron muy indignadas porque no habían podido recibir ninguna comunicación. Pero lo más importante era que el mundo sabía ya que la paz había llegado a Europa y por todas partes hubo grandes manifestaciones de júbilo.

Kennedy fue desposeído de su credencial de corresponsal de guerra, una decisión que fue aplaudida por sus colegas, que consideraban que había faltado al compromiso que todos habían adquirido de no dar la noticia hasta recibir el permiso oficial, para disfrutar así del honor de informar de aquella trascendental primicia.


Pero Kennedy, que había actuado motivado por la defensa de la libertad de prensa, no quiso que su nombre quedase manchado por esa acción que él consideraba legítima, por lo que forzó la celebración de un juicio en su país. Durante la vista, se demostró que el mando supremo aliado había dado permiso a la emisora de radio alemana para comunicar la noticia, por lo que se entendía que los corresponsales quedaban ya liberados de mantenerla en secreto por más tiempo.

El periodista, apoyado por la opinión pública norteamericana, fue rehabilitado, aunque nunca conseguiría el respeto y la comprensión de sus compañeros de profesión, que lo seguirían considerando como un traidor a la ética periodística. Curiosamente, Edward Kennedy fallecería en 1963, el mismo año en el que su homónimo el presidente John F. Kennedy fue asesinado.

Tras la confusión provocada por el adelanto de la noticia, se confirmó el motivo del retraso en la comunicación. Efectivamente, los rusos, aduciendo que el general Susloparov había firmado la rendición de Reims sin contar con el permiso oficial de Moscú, habían exigido que no se conociese la rendición hasta el acto que iban a celebrar en Berlín al día siguiente, 8 de mayo, para ofrecer la sensación de que ésta era la ceremonia válida. Al principio los occidentales se negaron, pero al final admitieron participar en ese acto para no enemistarse con el siempre susceptible Stalin.

Aunque la noticia se supo antes de la teatral representación de Berlín, los soviéticos no vieron arruinada su pretensión de parecer los únicos vencedores, al menos entre sus compatriotas. Lo resolvieron a la manera de Stalin, cortando por lo sano: la controlada prensa rusa sólo informaría de la ceremonia berlinesa y no publicó ni una palabra sobre la de Reims.


El mariscal Wilhelm Keitel (arriba) firmó la rendición incondicional de Alemania ante las potencias aliadas a las 22:43 h del 8 de mayo. Sin embargo, la diferencia horaria entre el centro de Europa y Moscú haría que en la capital rusa fueran ya las 0:43 del 9 de mayo cuando el representante del Reich estampó su firma en el documento de rendición.

Por lo tanto, desde entonces, el 9 de mayo se conmemora el Día de la Victoria, siendo festivo en Rusia, Ucrania y en la mayoría de antiguas repúblicas soviéticas, mientras que en occidente el Día de la Victoria en Europa se celebra el 8 de mayo.


domingo, abril 05, 2020

LA DIETA DEL VIETCONG PARA SUPERAR LA FUTURA CRISIS DE ALIMENTOS POR EL CORONAVIRUS



Bien, amigos, aquí estamos ya a punto de comenzar la cuarta semana de confinamiento.

Espero que estéis bien, por mi parte aquí sigo escribiendo mi libro que debería ser publicado en otoño, aunque ya me estoy mentalizando de que, con suerte, quizás esté en las librerías en la primavera del 2021, si es que todavía existe el mundo tal como lo conocemos.

A la entrada del pasado domingo, un lector en mi Página Oficial de Facebook me respondió que echaba en falta consejos de supervivencia. Naturalmente, yo, siendo como soy un modesto juntaletras, no tengo ninguna capacitación especial para dar consejos de ese tipo, pero le he estado dando vueltas a la cabeza y, al final, he decidido compartir con vosotros mi visión del asunto, por si a alguien le puede resultar de utilidad.

Como decía en aquella entrada, parto de la base de que es inevitable una crisis de desabastecimiento y, por tanto, de alimentos.

Por lo pronto, he intentado hacer una compra online en Mercadona y ya había productos no disponibles, como papel higiénico, guantes de nitrilo, lejía o cepillos de dientes. Ignoro si las tiendas físicas están abastecidas (si me aventuro a ir será con mi máscara antigás checa), pero al menos online ya aparecen agotados. También intenté hacer un pedido en Carrefour y los arroces de precios más asequibles ya estaban agotados también.

No olvidemos que las restricciones a la producción llevan tan sólo un par de semanas; ¿qué sucederá si se prolongan dos, tres o seis meses?

Por tanto, todavía estamos a tiempo de hacer algo, aunque ese tiempo esté corriendo ya en nuestra contra, hasta que ya no haya margen de actuación.

Lo primero y más esencial es proveerse de suficiente comida. Desde que hace unos años hice la famosa dieta Dukan, me intereso por la nutrición. Y de lo que he podido averiguar, el alimento ideal para que forme el núcleo duro de nuestra reserva de alimentos es el ARROZ.




El arroz es barato, fácil de cocinar y, sobre todo, en la práctica no caduca nunca. Puede ser la base de una comida diaria con apenas 100 gramos por persona. Si compramos 100 kilos de arroz, apenas nos costará 90 euros. Para una familia de cuatro personas, esos 100 kilos de arroz no darán para comer durante más de ocho meses.

Pero eso es en el supuesto de que tengamos más alimentos disponibles. Si la crisis se agrava y tenemos que hacer del arroz la base casi exclusiva de nuestra dieta, necesitaríamos unos 570 gramos de arroz para cubrir las 2.000 kcal que gasta el organismo en reposo absoluto. En este caso, esos 100 kilos de arroz se nos agotarían en menos de un mes y medio, por lo que no sería mala idea incrementar esa cantidad almacenada.

¿Es posible alimentarse sólo de arroz?

Es evidente que no es aconsejable, pero es perfectamente posible. Como historiador, no he podido resistir acudir a la historia para investigar, y lo primero que viene a la mente es, claro está, el Vietcong.


Un soldado del Vietcong consumía 750 gramos de arroz diarios, complementados con una cantidad variable de mandioca o de verduras, que podía oscilar entre 300 y 900 gramos. También comían cacahuetes silvestres, además de pescado o carne cuando les surgía la oportunidad de conseguirlos, que podía llegar a 2 kilos al mes. Pero ojo, esa cantidad de comida era para soldados, que requieren un gran aporte calórico, por lo que les aportaban unas 4.100 calorías diarias. Si estamos confinados, es decir, en reposo, necesitaríamos la mitad.

En nuestro caso, podemos complementar esa cantidad de arroz con legumbres como judías o lentejas, que también pueden conservarse durante décadas. Otra opción son las latas de judías (a mí me encantan las Heinz), que en la práctica tampoco caducan.

Otro alimento que puede resultar muy útil en esas circunstancias que esperemos que no lleguen es la crema de cacahuete. A mí no me gusta, pero proporciona un gran aporte calórico y con su grasa complementa perfectamente el arroz, como ya intuían los soldados del Vietcong recogiendo esos cacahuetes silvestres.




Como normalmente no tenemos mandioca a nuestra disposición, podemos sustituir ese alimento fundamental del Vietcong con nuestras omnipresentes patatas, que son el tubérculo que contiene más proteínas. No obstante, tienen un problema, que duran sólo un mes en la despensa, aunque de tres a cuatro meses en la nevera. Por tanto, yo aconsejaría hacerse con una gran cantidad de puré de patatas en copos, que puede conservarse indefinidamente, como cualquier alimento liofilizado.

Pues, como veis, los soldados del Vietcong seguían una dieta frugal pero completa, lo ideal para sortear estos tiempos del coronavirus si la cosa se pone realmente fea.

Por último, recomendaros el alimento que se conserva más tiempo: la miel. Su duración es literalmente de miles de años, como lo atestigua la que se ha encontrado en yacimientos arqueológicos egipcios, que sigue siendo perfectamente comestible. Pero una cosa, ha de ser miel de verdad, de la que cristaliza, no de esa miel china que invade nuestros supermercados, ya que no es miel pura.

Espero que nunca tengamos que seguir la dieta Vietcong, aunque yo siempre soy partidario de esperar lo mejor pero prepararse para lo peor.

domingo, marzo 29, 2020

LO QUE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL NOS ENSEÑA SOBRE EL CORONAVIRUS (AUNQUE ESPERO ESTAR EQUIVOCADO)





Bien, amigos, he intentado mantenerme un poco al margen de lo que está ocurriendo, pero ha llegado el punto en que eso resulta insostenible, así que me veo forzado, sin que sirva de precedente, a echar mi cuarto a espadas.

En primer lugar, espero que tantos vosotros como vuestras familias estéis todos bien.

En cuanto a mi cuarentena, aquí sigo escribiendo el que será mi próximo libro, que se supone que debe salir en otoño, pero obviamente ahora está todo en el aire. Ya veremos cuándo podrá salir a la venta, pero os puedo adelantar que éste será probablemente, o casi seguro, mi mejor libro. Pero ya habrá tiempo de hablar de él.

Por otro lado, justo antes de esta crisis había salido a a venta la tercera edición de ESO NO ESTABA EN MI LIBRO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, publicado por Almuzara.




También estaban a punto de salir mis libros publicados con Nowtilus, como ENIGMAS Y MISTERIOS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, HISTORIAS ASOMBROSAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL y OPERACIONES SECRETAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, en una nueva edición en color. Con el cierre de las librerías, sólo queda la opción de adquirirlos por internet, así que no sé cómo habrán quedado estos planes.

La verdad es que no me apetece mucho hablar del coronavirus, ya que todo ahora gira en torno a ello -acabo de comprar el periódico y monopoliza el 95% del contenido-, y tampoco veo fácil decir algo nuevo con un mínimo de interés, pero aun así lo intentaré.

Para los que "vivimos" en la Segunda Guerra Mundial, muchos aspectos de la actualidad son vistos, por deformación profesional, desde ese punto de vista, intentando trazar comparativas y paralelismos, y tratando de vislumbrar el futuro aplicando las enseñanzas que podemos extraer de aquella contienda.

Ahora no es una excepción, así que me han llamado la atención dos comparaciones, aunque podrían ser algunas más, pero creo que éstas son las más relevantes.



La primera es que la lucha contra esta pandemia es lo más parecido a una guerra, y una guerra total. Eso lo han entendido los chinos, y los resultados no se han hecho esperar, consiguiendo controlar los contagios y el número de muertos, que es inferior al que ya existe en España.

En la Segunda Guerra Mundial tuvieron éxito los que más pronto vieron que se trataba, en efecto, de una guerra total. Estados Unidos, que contaba con apenas 100.000 soldados en 1941, movilizó más de diez millones de soldados y puso a toda su industria, y todos sus recursos, a trabajar para el esfuerzo de guerra. Todos sabemos que eso no se dio en Alemania. Ante la perspectiva de una contienda corta, y para evitar sacrificios a la población, no se implantó una auténtica economía de guerra; en 1940 tan sólo el 19 por ciento de la producción era armamentística, y menos del 18 por ciento del acero se destinaba a fabricar carros de combate. La guerra total no se implantó en Alemania hasta bien entrado 1943 y su industria de guerra no estuvo funcionando a pleno rendimiento hasta finales de 1944, cuando ya era demasiado tarde.

La comparativa con algún caso próximo es tan evidente que resulta innecesaria.

Hay que destacar el caso de Argentina, que sí ha puesto en marcha esa guerra total al virus desde el primer momento. Por contra, Gran Bretaña ha actuado tarde y mal, lo que me ha supuesto una gran decepción; yo era un admirador de Boris Johnson después de leer su excelsa biografía de Churchill, a quien se supone que quería emular, pero, a la vista de su errática actuación, está claro que ha desaprovechado esa oportunidad histórica. El virus de la mediocridad política está más extendido de lo que nos temíamos.




La segunda comparación es más arriesgada e inquietante. En las grandes crisis bélicas -y la de esta pandemia así es- se da una constante. Sus contemporáneos siempre pensaban que iba a durar poco. En la Primera Guerra Mundial, todos estaban convencidos de que los soldados volverían a casa por Navidad, después de haber tomado París o Berlín. Igualmente, cada gran ofensiva que se lanzaba iba a ser la última. Todos sabemos que esos cálculos resultarían inexactos.

Igualmente, en la guerra civil española, en los primeros días y semanas daba la sensación de que todo se acabaría en poco tiempo, pocos pensaban que la guerra se prolongaría casi tres años.

En la Segunda Guerra Mundial, tras la caída de Francia, los alemanes pensaban que la guerra ya estaba prácticamente concluida. La invasión de la Unión Soviética fue recibida con gran preocupación, porque suponía el alargamiento de la guerra, lo que se confirmaría tras el fracaso a las puertas de Moscú. En Japón pensaban que con el golpe en Pearl Harbor el gigante americano ya había sido derrotado...

Seguramente en la Yugoslavia de 1990 nadie se imaginaba lo que estaba a punto de suceder. O en la Siria de 2010...

Las guerras se sabe cuándo se empiezan, pero nunca cuándo acaban. Los ejemplos de guerras que comenzaron y que se han cronificado son abundantes, o que, una vez finalizadas, los países quedan sumidos en un marasmo que se prolonga años y años...




Con esto quiero decir que me parece un gran error pensar que estamos en una crisis -a todos los niveles- que se va a solucionar en apenas unas semanas o un par de meses. Estoy convencido de que lo peor está por llegar, y de que tenemos por delante bastantes meses muy difíciles.

Con la economía totalmente parada, es imposible que pueda continuar el abastecimiento de la población, eso es un hecho incontestable, como las matemáticas. Cuando se acaben los stocks, ¿qué va a suceder? A ello se suma la caída drástica de ingresos de buena parte de la población. No me extrañaría nada que en unos meses se instaure algún tipo de acceso controlado a los alimentos, una especie de cartilla de racionamiento, entre otras medidas restrictivas que ahora desechamos por impensables.

Tampoco creo que estemos muy lejos de los primeros asaltos a supermercados. Estamos a nada de que comiencen los primeros disturbios en Los Ángeles...



Una amiga me recordaba ayer la escena de la película EL PIANISTA (2002) en la que la familia del protagonista se reparte un caramelo. Admitiendo la hipérbole, no sería descabellado comenzar a asumir que podemos encontrarnos más pronto que tarde en situaciones ahora inimaginables (¿alguien se imaginaba esto hace apenas un mes?).

A partir de ahí, no estaría de más tomar las medidas oportunas a título personal para poder enfrentarse mejor a esas situaciones.



Naturalmente, espero estar equivocado en mi análisis y que cuando todo esto pase, con suerte en junio o julio, podáis reíros de mí y mi alarmismo injustificado.


miércoles, marzo 18, 2020

"VIDA OCULTA" (2019): LA PELI DE NAZIS DE TERRENCE MALICK QUE TE PARECERÁ UNA OBRA MAESTRA O UN TOSTÓN INFUMABLE




Bien, amigos, aquí estamos con una nueva recomendación fílmica. En este caso se trata de VIDA OCULTA (2019), dirigida por Terrence Malick.

A los que sois cinéfilos no hace falta que os presente a Malick, un director singular donde los haya, y los que no lo conozcáis basta que os diga que dirigió La delgada línea roja (1998). Yo recuerdo que la vi en su momento en el cine y me pareció una castaña; yo esperaba una película bélica y me encontré un pretencioso y vacío film que vertía sobre el incauto espectador kilos de filosofía de todo a cien.

Desde entonces, he realizado un esfuerzo por tratar de comprender el lenguaje cinematográfico y de aceptar las ideas que quieren transmitir los grandes directores. No sé si será por eso que este nuevo film de Malick me ha parecido una auténtica maravilla, y eso que los críticos la han vapuleado y que la respuesta del público ha sido bastante fría. Pero el cine es algo tan grande que una misma película puede ser para uno una obra maestra y para otro un despropósito.



Desde el punto de vista formal, la cinta merece un diez. Cada uno de los planos que la componen es magistral; la composición, la luz, las sombras, los colores, los movimientos de cámara, los travelling con la steadycam, el omnipresente gran angular, la ambientación... Desde el minuto uno el espectador se ve abrumado por el virtuosismo de un Malick en plena forma, que se nota que ha cuidado obsesivamente hasta el último detalle.

Malick refleja fielmente el mundo rural austríaco, las rutinas de sus habitantes, el paso de las estaciones, pero sobre todo la arrebatadora belleza de esas regiones alpinas. Consigue proporcionarte una experiencia inmersiva. Yo la he visto en la pantalla del ordenador, y ya me ha dejado impresionado; lástima no haberla visto en el cine.

Las imágenes, la banda sonora, los sonidos de la naturaleza... todo hace que te integres en la película, que formes parte de ella. Realmente, terminas con la sensación de que has estado viviendo en esa aldea austríaca.




¿Y la historia? Quizás aquí sea donde el film flaquea un poco. Está basado en la historia real de un objetor de conciencia alemán durante la Segunda Guerra Mundial, pero no os digo el nombre para que no lo busquéis y os enteréis antes de tiempo cómo acaba la película, como me ha pasado a mí.

Quizás Malick se ha concentrado tanto en los aspectos formales que ha descuidado un tanto la historia. Las motivaciones del protagonista para actuar como lo hace no acaban de verse justificadas. De hecho, no hay demasiados diálogos y los personajes apenas intercambian palabras, tenemos que imaginarnos lo que sienten mediante las expresiones de sus rostros -normalmente mostrando una gran congoja interior-, o de sus manos, o como interactúan con los objetos.

Pero creo que lo mejor es entrar en el juego de Malick y dejarse llevar, imaginando lo que pasa por sus cabezas en vez de que él nos lo dé todo masticado, como si fuera una película de Netflix.



En suma, Vida oculta me parece una obra de arte, que espero que algún día obtenga el reconocimiento que merece, aunque también entenderé al que no se sienta aludido por la propuesta de Malick y califique las casi tres horas de metraje de tostón infumable, como me pasó a mí con La delgada línea roja.

El cine personalísimo de Malick no es fácil, por lo que hay que acercarse a esta película, como digo, dejándose llevar, disfrutando de esos planos que te dejan literalmente con la boca abierta y tratando de descubrir el trasfondo de la historia por uno mismo. Si hacéis eso, no tengo duda de que Malick os proporcionará una experiencia tan gratificante como inolvidable.



viernes, febrero 07, 2020

"JOJO RABBIT" (2019): UNA TRAGICOMEDIA SOBRE HITLER Y LOS NAZIS QUE FUNCIONA (Y MUCHO)



Bien, amigos, como estamos a las puertas del fin de semana, es el momento ideal para hacer planes para disfrutar de él. Así que aquí os propongo un planazo, como es ir a ver JOJO RABBIT (2019), película dirigida por el "judío polinesio" Taika Waititi.

Yo fui a verla el pasado sábado con mi hijo. La verdad es que no las tenía todas conmigo. ¿Una comedia nazi? ¿Un niño que tiene como amigo invisible a Hitler? ¿Una niña judía oculta en un desván (qué original)?

Sin embargo, me dio por echar un vistazo a las críticas en Filmaffinity y me encontré con muy buenas notas, incluidos nueves y dieces. Así que dejé a un lado mis prejuicios y me dispuse a descubrirla.

Pues resulta que desde el minuto uno te das cuenta de que has acertado pasando por taquilla. Los títulos de crédito iniciales, con la música de los Beatles de fondo y un Hitler en plan superstar, ya son un efervescente aperitivo a lo que vamos a ver.




La primera parte de la cinta es absolutamente genial. Los chistes y gags se suceden sin respiro, funcionando casi todos ellos. El ritmo cómico recuerda al mejor Billy Wilder. Pero, como no nos encontramos con una comedia pura y dura, el director cambia de registro a mitad del metraje, para pasar a la tragedia. Ese cambio conlleva una cierta caída del ritmo, sin que sepamos muy bien a dónde se dirige la trama, hasta que al final recupera el pulso y lo remata con un final redondo.

La película tiene numerosos puntos fuertes. Uno es el de las interpretaciones. Genial el neozelandés Waititi en su papel de Hitler; decía lo de "judío polinesio" porque él mismo se define así. En efecto, su padre es maorí y su abuelo materno es judío ruso.

Después de ver este film busqué algunos otros trabajos suyos y encontré Lo que hacemos en las sombras (2014), un falso documental sobre unos vampiros que comparten piso en un suburbio de Wellington, en la que dirige y hace el papel protagonista (en la foto inferior). Es una comedia fresca muy ingeniosa que, aunque creo que no acaba de funcionar, ya apunta el humor inteligente que exhibe en esta última película.

También dirigió Thor: Ragnarock (2017), que la tengo lista para visionar también. Así que, si no lo conocíais, aprenderos bien su nombre porque dará mucho que hablar en los próximos años. Seguro que lo contratan para levantar alguna de esas franquicias que corren por ahí, si no lo han hecho ya.



Fantástico el niño Roman Griffin Davis en su papel del niño protagonista, que a mí me recuerda al de El tambor de Hojalata. Buena interpretación también la de la chica, Thomasin McKenzie, que rompe con el estereotipo de la niña-judía-que-se-oculta-de-los-nazis, y que logra una buena química con el niño.

En cambio, aunque ponen por las nubes a Scarlett Johansson por su papel de madre del niño, la verdad es que a mí no me ha acabado de convencer.



Pero es que los secundarios brillan incluso a mayor altura. Hasta el niño gordito con gafas, ese socorrido arquetipo, resulta realmente cómico.



Y la mujer gorda, y los agentes de la Gestapo... Pero, para mí, el que está que se sale es sin duda Sam Rockwell, en un papel desternillante que acaba teniendo una importancia capital.


Total, Jojo Rabbit es una tragicomedia sobre Hitler y los nazis que funciona, y mucho, que logra que salgas del cine con una sonrisa en la cara.

Y, como apuntaba, posee un final redondo, con la famosa canción de David Bowie "Heroes" sonando de fondo... en alemán. Curiosamente, una de mis series favoritas, Regular Show, finalizaba su último capítulo con ese mismo tema, aunque el original del Duque Blanco.

Así que disfrutad de la película y vamos a ver si tiene suerte con los Oscars.