miércoles, marzo 29, 2017

"SIAM", EL ÚLTIMO SUPERVIVIENTE




Bien, amigos, para aligerar el tono del blog después de hablar de tantas masacres y deportaciones, vamos con un tema más desenfadado.

Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, el Zoo de Berlín era uno de los más importantes del mundo, pero la contienda lo dejaría destruido casi por completo. De los 3.195 animales con que contaba, tan sólo 91 sobrevivirían.

Aquí tenéis una imagen del recinto de los elefantes de antes de la guerra, en 1934.




Como muestra de la destrucción sufrida, basta conocer las consecuencias del bombardeo que sufrió la capital germana el 22 de noviembre de 1943. Las bombas incendiarias y los bidones de fósforo arrojados por los bombarderos aliados prendieron fuego a quince de los edificios del parque.

La casa de los antílopes y la de las fieras, el edificio de la administración y el chalé del director ardieron por completo.

Así quedó el recinto de los antílopes:



La casa de los monos, el pabellón de las cuarentenas, el restaurante principal y el templo indio de los elefantes resultaron gravemente destrozados o dañados.

Aquí podéis ver cómo quedó el templo:





Una tercera parte de los animales que, después de haber llevado a cabo un traslado, eran aún dos mil, encontraron la muerte bajo las bombas. Los ciervos y los monos habían quedado en libertad y los pájaros habían huido volando por los techos de cristal rotos. Corrió el rumor de que se habían visto leones merodeando por las proximidades de la iglesia conmemorativa del emperador Guillermo, pero en realidad yacían asfixiados y carbonizados en sus jaulas.

Al día siguiente fueron también destruidos por una mina aérea el edificio ornamental de tres pisos del acuario y el pabellón de los cocodrilos, de treinta metros de largo, con todo el paisaje de selva artificial. Rodeados de trozos de cemento, tierra, fragmentos de cristal, palmeras derribadas y troncos de árbol, los cocodrilos permanecían en el agua o descendían por la escalera de visitantes.

La escena más irreal tuvo como protagonistas a los siete elefantes que murieron a consecuencia del bombardeo, cuyos nombres eran: Wastl, Aida, Jenny II, Indra, Taku II, Birma, Toni III y Lindi.

Otro más, llamado Wastl, tuvo que ser sacrificado con varios disparos tras enloquecer y escapar corriendo. Wastl ya tenía antecedentes violentos -en 1938 había matado a un guardia-, por lo que se consideró que esa opción estaba justificada.

Aquí tenéis a Wastl de pequeño, junto a su madre Cora, en 1932.




Todos ellos tuvieron que ser despedazados allí mismo, ya que no se contaba con los medios para trasladar los pesados cuerpos a otro lugar. Así, en los días que siguieron, los operarios se metían arrastrándose dentro de la caja torácica de los paquidermos, hurgando entre montañas de entrañas.

El único elefante que no pereció en el devastador bombardeo fue uno llamado Siam. Lo podéis ver en la foto que encabeza la entrada.

Los cuerpos de los animales muertos sirvieron de alimento a los berlineses menos escrupulosos. Las colas de cocodrilo fueron cocidas en grandes recipientes; los que las comieron aseguraron que sabían parecido a la carne de pollo. Más éxito tuvieron los jamones y las salchichas de oso, que serían considerados como una exquisitez.

A pesar de los daños causados por aquel bombardeo y otros posteriores, el Zoo de Berlín continuó abierto al público hasta el 20 de abril de 1945. Ese día, las bombas de agua habían dejado de funcionar, al quedar cortada la electricidad.

En los días siguientes, las enormes cantidades de comida que necesitaban los animales, lo que incluía desde carne de caballo y pescado a arroz, trigo e incluso larvas de hormiga, ya no pudieron llegar a las instalaciones. La mayoría de los animales que no habían sido evacuados a otros parques zoológicos de Alemania morirían a consecuencia del asalto final del Ejército Rojo a la capital del Reich.

Cuando el 2 de mayo los soviéticos ocuparon las instalaciones del Zoo, éstas ofrecían un aspecto desolador. Hasta un centenar de bombas de gran potencia habían caído allí, destruyendo jaulas, fosos, restaurantes y hasta salas de cine. Entre las ruinas humeantes del Zoo destacaba la mastodóntica figura del que se reveló como un auténtico superviviente de la Segunda Guerra Mundial: Siam, el único elefante que no había fallecido en el bombardeo de 1943, también había superado la cruenta batalla de Berlín.

Aquí podéis ver a Siam contemplando el cuerpo sin vida de una jirafa:


Gracias al apoyo de los berlineses, para quienes el Zoo era todo un símbolo de la ciudad, las instalaciones volvieron a abrirse al público tan sólo dos meses después del final de la guerra, con el invulnerable Siam como gran atracción.

A pesar de las dificultades para conseguir alimentos en el Berlín de la posguerra, los propios ciudadanos se encargaban de aprovisionar al Zoo con comida para los animales.

Aquí, Siam en una foto de 1945.


El célebre paquidermo merecería un artículo de la revista Life en octubre de 1945.


Siam, el último superviviente, fallecería en 1947, pero no como víctima inocente de las luchas humanas, sino de muerte natural.


5 comentarios:

Nacho dijo...

Excelente aporte Jesús. Impresionante la personalidad de los berlineses, preocupados por alimentar a los animales en tiempos tan terribles. Un saludo.

Jesús Hernández dijo...

Me alegro de que te haya gustado, Nacho.

Es uno de esos pequeños episodios de los que no se ocupan los libros de Historia, pero que a nosotros nos encantan...

Un saludo.

Unknown dijo...

Magnífico aporte Jesús, muy curioso e interesante.

Unknown dijo...

Estupendo artículo Jesús! Es imposible dejar de sorprenderme cada vez que me paso por este blog.

Interesanísima la historia Y una buena forma de mostrar como es posible encontrar algo de bondad (la de los berlineses) en mitad de la guerra.

Unknown dijo...

La barbarie en toda forma