martes, mayo 30, 2017

LAZOS DE GUERRA (2004): EL "SALVAR AL SOLDADO RYAN" COREANO (Y AL QUE NO TIENE NADA QUE ENVIDIAR)




Bien, amigos, los que me seguís por Facebook ya sabéis que, desde hace un tiempo, vengo dando bastante la paliza con el cine coreano. Pues, aun sabiendo que me hago pesado, no puedo dejar de recomendarlo para los que todavía no lo conocen, sea por pereza o por prejuicios.

Es una pena que, cuando se habla de cine actual, la única referencia sea lo que viene de Hollywood. Yo ya he tirado la toalla, película que veo, decepción al canto. Todo son remakes, efectos especiales vacíos, marketing, y lo que es peor, una dramática carencia de ideas frescas y originales. Además, los guiones son pésimos, no hay ninguno que sea redondo. Vi en un avión la última de Star Wars y casi me duermo. La de La La Land fue un suplicio, la que ganó el Oscar a Mejor Película, Moonlight aburriría a una ameba... así que me rindo.

En cambio, todas las películas coreanas que he visto, repito, todas, me han parecido buenas. Es un cine -en este caso sí- fresco y original, atrevido, sin complejos, en el que no hay lugar para el aburrimiento. ¿Mis películas coreanas favoritas? Pues tomad nota: Encontré al diablo (2010), Oldboy (2003), Joint Security Area (JSA) (2000), La doncella (2016), Hierro 3 (2004) o Castaway on the moon (2009).

Luego hay otras más comerciales y conocidas, como Snowpiercer (2013) o las más reciente Train to Busan (2016), de zombies, que aunque no es el tipo de cine que más me gusta, también me dejaron un buen sabor de boca.

Pues bien, vamos con la última película coreana que he visto, LAZOS DE GUERRA (2004), que os quiero recomendar. El film narra la relación entre dos hermanos que se ven reclutados por la fuerza por el ejército surcoreano al inicio de la guerra de Corea (1950-53).



La película tiene puntos en común con Salvar al soldado Ryan, tanto en el tema y la estructura como el tratamiento visual de las imágenes de guerra, con esa cámara a la que le salpica la sangre, por ejemplo.

Las escenas bélicas son brillantes, a la altura de cualquier superproducción norteamericana. Además, cuenta con una enorme cantidad de extras, una ambientación magnífica... no se puede pedir más.




En cuanto a la historia que hay detrás de ese despliegue, ésta posee mucha fuerza. Además de la relación entre los hermanos, es interesante el tratamiento que hace del conflicto, incidiendo en el aspecto de guerra civil entre coreanos, y en el que se muestran los excesos de los dos bandos (a ver si algún director español toma nota para aplicarlo a las películas sobre nuestra guerra civil).




Pues si queréis ver la película, lo tenéis fácil, ya que he visto que está en Youtube:





Es difícil encontrarle puntos negativos a la película. Puestos a señalar alguno, quizás sobra alguna escena en la que el director quiere a toda costa emocionar al espectador, con la banda sonora a tope y alguna lagrimita rodando por la pantalla...

Por otra parte, tampoco queda muy claro quién de los dos hermanos es el anciano del principio de la película, debido a la confusión que provocan los nombres coreanos. Pues tened en cuenta que es el hermano pequeño.



Por último, a ver si esta película me da el empujón para atacar de una vez el libro definitivo sobre la guerra de Corea, que tengo en la estantería esperando turno desde tiempo inmemorial, LA GUERRA OLVIDADA, ya que son muchas las lagunas que tengo sobre este conflicto.


martes, mayo 23, 2017

ABRAHAM GANCWAJCH Y SU "GESTAPO JUDÍA"





Bien, amigos, buscando información para mi próximo libro, que si los dioses y el editor quiere se publicará este otoño, me he tropezado con un personaje que creo que merece una entrada en el blog.

De entre los judíos que colaboraron entusiásticamente con los nazis -que haberlos, hubo- destaca por méritos propios un nombre, aunque resulte impronunciable, el de Gancwajch. Aunque al lector probablemente no le diga nada, sí que le decía muchas cosas a los judíos del gueto de Varsovia.


El Grupo 13

Abraham Gancwajch nació en 1902 en Czestochowa, localidad cercana a Cracovia, considerada la capital espiritual de Polonia. Es paradójico que de ese centro de peregrinación católica del que emana tanta santidad surgiese un personaje tan abyecto como él.

De joven fue periodista en Lodz, para trasladarse después a Viena, en donde se dedicó también al periodismo. Antes de que los alemanes se anexionarán Austria, pudo regresar a Polonia. Allí se movería en círculos sionistas, en los que exhibiría sus habilidades oratorias.

Aquí lo teneís:




Poco después de la invasión alemana, Gancwajch ya comenzó a trabajar para el servicio de inteligencia de las SS, el SD (Sicherheitsdienst). Como líder del movimiento juvenil sionista Hashomer Hatzair, proporcionaba semanalmente informes a los alemanes.

En diciembre de 1940 creó en el gueto de Varsovia la red conocida informalmente como el Grupo 13, que por su colaboración con los nazis sería conocida como la “Gestapo judía”. El 13 tenía su origen en el número de la calle Leszno en el que tenía su sede. Este grupo reportaba directamente a la oficina de la Gestapo.

Este es un edificio del gueto de Varsovia que se ha mantenido sin restaurar, tal como estaba cuando lo visité en 2007:




Gancwajch estaba convencido de que los alemanes iban a ganar la guerra, por lo que hizo un llamamiento a los judíos de Varsovia para ponerse al servicio de los nazis como estrategia de supervivencia. Para convencerles llegó a editar panfletos en los que reclamaba esa colaboración. Lo que parecía ser un interés sincero por salvar la vida a los suyos no se correspondía con las actividades que Gancwajch llevaba a cabo en el gueto, más propias de un auténtico gangster.

Así, su red de colaboradores, al gozar de la protección de las autoridades germanas, se dedicaba a cobrar el impuesto revolucionario bajo amenazas y a hacer negocios en el floreciente mercado negro. El soborno, el chantaje y la extorsión era el pan de cada día para los muchachos de Gancwajch, quienes no dudaban en aprovecharse de la miseria en la que debían vivir los habitantes del gueto.

Al mismo tiempo, para cubrir las apariencias, ayudaba a los más pobres o trataba de ganarse el favor de artistas o personas con cierto ascendiente moral. También dotó a un hospital de ambulancias, pero en realidad utilizaba los vehículos para el contrabando. El Grupo 13 estaría integrado por entre 300 y 400 miembros, y actuaría como una fuerza parapolicial, utilizando una gorra con una cinta verde. Esta unidad llegaría a disponer de su propia prisión, en donde encerraban a los que no se plegaban a sus exigencias.

Aquí tenéis otra foto que hice al mismo edificio del gueto, con una perspectiva que permite ver el otro similar que había enfrente:



Gancwajch competía por el control del gueto con el Judenrat el consejo judío de gobierno del gueto-, a cuyo presidente, Adam Czerniakow, pretendía sustituir. Pero Gancwajch midió mal sus fuerzas. Los alemanes quizás consideraron que habían permitido demasiadas cosas a los muchachos del Grupo 13 y que algún día esa permisividad podía volvérseles en contra, por lo que optaron por reforzar al más fiable Judenrat de Czerniakow.


"La Antorcha"

Así, en julio de 1941, los alemanes decidieron acabar con las actividades del Grupo 13, pero sólo en el interior del gueto. A partir de entonces, Gancwajch y sus esbirros servirían a los intereses nazis en la parte “aria” de la ciudad, en donde había un buen número de refugiados judíos.

En esta fase de la colaboración, Gancwajch reconvertiría a sus hombres en un nuevo grupo, denominado Zagiew (“La Antorcha” en polaco). En este caso se trataba de una organización supuestamente clandestina que se infiltraría entre los grupos de refugiados para descubrir y delatar a los alemanes las redes de evasión que funcionaban dentro y fuera del gueto.

Como gesto de confianza en la labor del Zagiew, la Gestapo llegó a proporcionarles armas de fuego. Hay que destacar que este grupo colaboracionista funcionaba mientras se estaban produciendo las deportaciones a los campos de exterminio. Aun así, Gancwajch y sus hombres siguieron actuando al dictado de los alemanes.

Aquí tenéis este anodino cruce de calles, en el cual estaba el punto en el extremo norte del gueto en el que eran reunidos los judíos que iban a ser enviados a los campos, la Umschlagplatz:




El affaire del Hotel Polski

Realmente, resulta desconcertante ese panorama en el que vemos judíos colaborando de buena gana con los nazis o la Gestapo entregando armas a judíos. También despierta confusión un asunto en el que los alemanes utilizaron de forma instrumental a los hombres de Gancwajch, el conocido como affaire del Hotel Polski.

En 1942, los alemanes, ayudados por la red Zagiew, pusieron en marcha un plan por el que se comprometían a dejar salir de Polonia a los judíos que dispusieran de pasaportes o visados de países neutrales. Viendo una oportunidad para rescatar a los judíos que se encontraban confinados en los guetos, organizaciones judías de Suiza enviaron miles de esos documentos a Varsovia, la mayoría correspondientes a países sudamericanos, pero el plan no se llevó a cabo y los alemanes se quedaron con esos pasaportes, que en su mayoría estaban a nombre de personas que habían sido enviadas a los campos de exterminio.

En 1943, los colaboracionistas de Gancwajch comenzaron a vender los documentos entre los judíos ocultos en la parte “aria” de Varsovia que podían pagarlos. Las autoridades alemanas se comprometieron entonces a facilitar el intercambio de los judíos que estuvieran en posesión de esos documentos por prisioneros de guerra.


La Gestapo usó el histórico Hotel Polski (esta imagen ya no es mía, es de la Wikipedia), inaugurado en 1808, como centro de internamiento para esos judíos hasta que pudieran dejar Polonia. Unos 2.500 judíos, provistos de la documentación pertinente, acudieron a la llamada de los nazis, con la esperanza de poder escapar de aquel infierno.

Sin embargo, los países que supuestamente habían expedido esos pasaportes y visados no los reconocieron como auténticos y el plan se desmoronó. En mayo de 1943, una parte de los judíos refugiados en el Hotel Polski fueron enviados a Auschwitz. Dos meses después otros tuvieron como destino el campo de concentración de Bergen-Belsen, en Alemania, y el campo de internamiento de Vittel, en la Francia ocupada, a donde iban a parar los prisioneros de guerra que esperaban ser intercambiados.

El 15 de julio, unos 300 judíos internados en el Hotel fueron trasladados a la prisión de Pawiak, donde fueron ejecutados. Cuando los alemanes comprobaron que el plan había fracasado definitivamente, los judíos que esperaban en Vittel serían enviados también a Auschwitz.

Esto es lo que queda de la prisión de Pawiak, en una foto que tomé también en aquel viaje:




Saber si los alemanes estaban realmente dispuestos a intercambiar judíos por prisioneros de guerra o si, por el contrario, el affaire del Hotel Polski no era más que una trampa para cazar a los refugiados judíos y arrebatarles el dinero y las joyas que aún poseían sigue siendo una incógnita. En todo caso, los hombres del ínclito Gancwajch participaron activamente en la operación, tuviera el carácter que fuera, y, como siempre, consiguieron sacar tajada de la misma.

El Zagiew también fue utilizado por los alemanes para sabotear el Levantamiento del gueto de Varsovia, que estalló el 19 de marzo de 1943. Por todo ello, el principal grupo de resistencia, la Organización Judía de Combate, condenó a muerte a Gancwajch en ausencia por consumado traidor.


Final con incógnita

Se desconoce el final de Gancwajch. Se cree que fue asesinado en Varsovia en torno a abril de 1943, junto con su mujer y su hijo, pero nada se sabe de cierto. Probablemente fue ejecutado por algún grupo de resistentes judíos, o quizás en un ajuste de cuentas, o a manos de alguno de sus hombres, aunque no hay que descartar que fueran los alemanes los que decidieran hacerle desaparecer.

En todo caso, se había ganado tantos enemigos debido a su perfidia, felonía y carencia de cualquier escrúpulo que lo que no faltaron fueron candidatos para enviar a Gancwajch al encuentro de Yavhé.

jueves, mayo 18, 2017

¡PAREN MÁQUINAS! HE DESCUBIERTO LA SOPA DE AJO Y A HARRY FLASHMAN




Bien, amigos, como bien sabéis, de vez en cuando me dedico a descubrir la sopa de ajo o el Mediterráneo, y ahora le ha tocado el turno a las novelas históricas de Harry Flashman. Seguro que muchos de vosotros ya las habéis leído, pero igual queda por ahí alguno todavía más despistado que yo al que le pueda interesar este post.

Os diré como llegué hasta ellas. Tengo que deciros que, al contrario de lo que pudiera parecer, no me siento atraído por la novela histórica y, de hecho, apenas leo libros de este género. De hecho, este año sólo he leído una novela histórica -porque era de un amigo- y el año pasado otra -porque era de un amigo también-.

Pues resulta que para escribir un artículo por encargo de una revista de historia, necesitaba información sobre la famosa reina de Madagascar Ranavalona I y encontré la referencia de la novela Flashman y Señora. Así que conseguí el libro sin demasiadas expectativas y, para mi sorpresa, me entusiasmó. Su descripción del Madagascar de la época y de la corte de Ranavalona me dejó asombrado, y gracias a esta obra he conseguido más información de la que podría obtener en muchos libros de historia.

Además, me lo pasé genial con su lectura, así que rápidamente adquirí las otras doce novelas que integran la serie protagonizada por ese carismático bribón, dispuesto a devorarlas.


Hoy he acabado la primera de la serie, Harry Flashman, que me ha gustado incluso más que la otra. En ella relata con todo lujo de detalles la tristemente célebre retirada del ejército británico de Kabul en 1842 con el inútil del general Elphinstone al frente.



Aunque había leído sobre esa histórica humillación británica a manos de los afganos, no ha sido hasta después de leer la novela que me he hecho una idea perfectamente clara de lo que ocurrió.



A todas estas no he hablado del autor, George MacDonald Fraser, de quien a partir de ahora me declaro fan absoluto. Es increíble cómo el hombre relata y describe los acontecimientos, con una visión periodística que hace que tengas la sensación de que has estado allí, presenciándolos. Se nota que el autor se ha documentado exhaustivamente.

También me ha gustado el ritmo, que no decae nunca, siempre están pasando cosas, pero cosas con sentido, lo que provoca que la lectura sea absorbente. Eso es peligroso si estáis leyendo en un transporte público, porque os podéis pasar vuestra parada, como ha estado a punto de pasarme a mí en dos ocasiones.

Además, me encanta el vitriólico sentido del humor que destila. Por último, el autor, amparándose en que son las memorias del viejo Flashman, deja caer de vez en cuando alguna perla políticamente incorrecta.

Curiosamente, he sabido que MacDonald combatió en la Segunda Guerra Mundial, concretamente en Birmania, sin duda el peor destino que le podía tocar. Imagino que ésas serán las medallas que ganó entonces -no soy un experto en condecoraciones, ayudadme a identificarlas-, aunque creo que la que tiene más cerca de la corbata es la Orden del Imperio Británico, que recibió en 1999:



Pues lo dicho, aun a riesgo de que ya todos vosotros conozcáis estas novelas, no puedo por menos que recomendároslas de la forma más entusiasta. Con Harry Flashman, además de aprender mucho sobre la historia del siglo XIX, tendréis diversión garantizada.


lunes, mayo 15, 2017

LA TRAGEDIA DESCONOCIDA DEL PUENTE DE ALLERONA




Vamos a comenzar la semana recordando un hecho del que seguramente no habéis oído hablar.

El suceso ocurriría en Italia, en la región de Umbria. El 28 de enero de 1944, un tren en el que viajaba un millar de prisioneros británicos, norteamericanos y sudafricanos, encerrados en vagones de ganado, se dirigía hacia el norte. Habían sido capturados por los alemanes en diferentes campañas, desde Túnez a Anzio, y estaban siendo siendo trasladados desde Roma a un campo de confinamiento en Múnich, cuando el tren fue atacado por la aviación aliada.

El objetivo era el puente de Allerona, por el que pasaba en ese momento. Las bombas arrojadas por los 28 aviones norteamericanos B-26 que participaron en el ataque destruyeron 16 vagones cargados de prisioneros. La mitad de esos vagones acabó precipitándose al río, mientras que otros quedaron suspendidos entre los arcos semiderruidos del puente. Se desconoce el número de muertos, entre un mínimo de 300 y un máximo de 600, con lo que sería uno de los incidentes de fuego amigo más grave de toda la contienda.



Aunque en el informe oficial sobre el bombardeo del puente sólo se hablaba del “éxito” de la operación y no aparecía ninguna referencia a los prisioneros, se sabe con toda seguridad que a partir del 14 de febrero los Aliados conocían perfectamente lo que había ocurrido, aunque por motivos obvios prefirieron mantenerlo en secreto.

En 1996, el gobierno norteamericano desclasificó una comunicación de Churchill a Roosevelt en la que se le informaba de que se había descifrado un mensaje alemán transmitido mediante la máquina Enigma.



En el mensaje se daban los detalles del ataque antes referidos. Además, se indicaba que las bombas de efecto retardado dificultaron las labores de rescate de los supervivientes, por lo que muchos que habían quedado malheridos habían acabado muriendo. Según los alemanes, medio millar de prisioneros, la mayoría británicos, había muerto en el ataque. En la comunicación, Churchill aclaraba que consideraba el hecho como un lamentable accidente y que no era su intención reclamar una disculpa o reparación.

Igualmente, el primer ministro británico indicaba que la información debía permanecer en secreto, por lo que Roosevelt únicamente debía compartirla con el máximo responsable del ejército norteamericano, el general George Marshall, así como con la cúspide de los servicios de inteligencia, pero que no debía ser filtrada a los escalones inferiores.



No obstante, la representación diplomática de Gran Bretaña en Berna pediría el 13 de abril de 1944 al Departamento Federal de Asuntos Exteriores de Suiza que realizase discretas averiguaciones ante el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán para saber lo que había ocurrido con los prisioneros de guerra que viajaban en aquel tren. Sobre estas gestiones, sólo se sabe que los alemanes no acusaron recibo del telegrama que les enviaron los suizos hasta cuatro meses después de cursado éste, lo que denota su escaso interés en proporcionar esa información.

Mientras tanto, los datos que los Aliados iban recopilando sobre el balance de víctimas y el estado y localización de los supervivientes eran fragmentarios. Una fuente de información eran los prisioneros que habían escapado del tren en medio de la confusión provocada por el ataque y que habían logrado llegar hasta las filas aliadas. El 22 de junio de 1944, el avance aliado rebasó Allerona, pero lo que allí se encontraron no sirvió para determinar el número de bajas. Unos tres centenares de prisioneros que habían resultado muertos en el ataque habían sido enterrados allí mismo, en los cráteres dejados por las bombas, pero una crecida del río había arrastrado cualquier evidencia de las improvisadas tumbas.

En el cementerio de la localidad más cercana, Orvieto, sí que se pudieron encontrar los cuerpos de tres prisioneros que habían muerto en el hospital de allí, al que habían sido trasladados para ser tratados de las heridas sufridas en el ataque. La Cruz Roja Internacional también se encargaría, por encargo de los Aliados, de recopilar información entre los supervivientes que se encontraban en los campos de prisioneros en Alemania. Tras la guerra continuarían las investigaciones, siempre de carácter confidencial, que serían llevadas a cabo por las autoridades militares británicas, norteamericanas y sudafricanas. Los prisioneros que habían estado confinados en Alemania serían interrogados al llegar a sus países de origen.



Gracias a los testimonios de los supervivientes se pudo reconstruir lo sucedido aquel día. El ataque al puente se inició cuando parte del tren se encontraba ya sobre el mismo. Una de las bombas inutilizó la locomotora, inmovilizando el tren. En ese momento, los soldados alemanes y el personal ferroviario lo abandonaron precipitadamente, tratando de ponerse a cubierto en las colinas que había junto al puente. Por su parte, los prisioneros quedaron atrapados en el interior de los vagones, sin capacidad de escapatoria, mientras tenía lugar el ataque. Ese hecho fue estudiado detenidamente por los norteamericanos, para ver si esa actitud podía ser constitutiva de crimen de guerra.

La dificultad para identificar a los alemanes encargados de custodiar el tren y de atribuirles una intención criminal, así como el hecho de que, en todo caso, los prisioneros de guerra habían muerto víctimas de bombas aliadas, lo que provocaba una lógica incomodidad, aconsejaba cerrar prudentemente el caso. El carpetazo final se produciría el 21 de febrero de 1947, sin que se hubieran acabado de despejar las incógnitas que aún existían sobre el número de víctimas, el de heridos o incluso el de los que lograron escapar.

A partir de entonces, aquel suceso dramático se mantendría en secreto. No sería hasta medio siglo más tarde cuando, gracias al testimonio de los prisioneros supervivientes y los civiles italianos, y al trabajo de investigaciones de los historiadores locales, comenzarían a revelarse los detalles del terrible episodio.




El 28 de enero de 2012, coincidiendo con el 68º aniversario del incidente, llegaría un cierto reconocimiento de la tragedia, con la inauguración de un monumento en recuerdo de las víctimas, un homenaje impulsado por un veterano de guerra norteamericano que había combatido en Anzio.




Aparte de ese memorial, poco queda que recuerde aquella tragedia, ya que tras el ataque se procedió a la demolición del puente y se reconstruyó en otro emplazamiento. Del viaducto original tan sólo queda la base de los arcos.

Pero hay otros vestigios que periódicamente van apareciendo; son restos de los cuerpos que fueron enterrados en el cauce del río y que afloran a la superficie cuando éste está seco, además de los objetos personales que las víctimas llevaban consigo cuando perecieron en el ataque aéreo.


martes, mayo 09, 2017

¿SABÍAS QUE EL ZUMO DE NARANJA PROCEDENTE DE CONCENTRADO SE CREÓ GRACIAS A LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL?




Bien, amigos, seguimos con la serie de entradas sobre los artículos de consumo diario que tienen su origen en la Segunda Guerra Mundial.

Después de los ganchitos, el papel film y el papel de aluminio, le toca el turno a otro producto que suele formar parte de la cesta de la compra: el zumo de naranja procedente de concentrado.

Yo no compro ese tipo de zumo, ya que le suelen añadir mucho azúcar, y me decanto por el exprimido aunque cueste un poco más, pero el procedente de concentrado es el más consumido. Vamos con su historia.

Con el fin de facilitar el transporte a largas distancias, el ejército norteamericano encargó en 1942 a un equipo de científicos del departamento de Agricultura dar con la manera de reducir el contenido en agua del zumo de naranja, conservando al mismo tiempo el sabor de la fruta recién exprimida. El objetivo era garantizar a las tropas una ingesta suficiente de vitamina C.



Los científicos tuvieron éxito y, mediante un proceso de evaporación a baja temperatura, consiguieron eliminar todo el agua del zumo, reduciéndolo a polvo. El agua para reconstituirlo se añadiría en destino. De este modo se evitaba tener que enviar toneladas de zumo de naranja en enormes bidones al otro lado del Atlántico.

El nuevo producto no estaría perfeccionado hasta 1945, cuando el ejército pudo hacer ya un primer pedido de 227 toneladas de zumo concentrado a la empresa proveedora creada especialmente para este cometido, Florida Foods. Pero el final de la guerra ese mismo año hizo que el pedido fuera cancelado.



Aun así, la empresa, al vislumbrar las posibilidades comerciales del zumo concentrado, siguió adelante con el proyecto, aunque dirigido al mercado de consumo. En lugar de eliminar totalmente el agua, se decidió reducir su contenido al 80 por ciento y comercializarlo congelado.

El concentrado congelado saldría a la venta en abril de 1946, bajo la marca Minute Maid, un nombre que hacia referencia a la facilidad y rapidez de preparación. A partir de ahí se iniciaba la comercialización masiva del zumo procedente de concentrado, que posteriormente adquiriría la forma en el que lo podemos encontrar en el supermercado.

viernes, mayo 05, 2017

¿SABÍAS QUE EL PAPEL FILM Y EL PAPEL DE ALUMINIO SE CREARON GRACIAS A LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL?




Bien, amigos, seguimos con otro capítulo de la presencia de la Segunda Guerra Mundial en nuestra vida cotidiana.

Ahora vamos con dos elementos que se han vuelto imprescindibles en nuestra cocina, y que suelen compartir cajón o armario: el papel film y el papel de aluminio.

El papel film, como sabéis, resulta de gran utilidad para la conservación de frutas, verduras o embutidos. Vamos con su historia, ligada al conflicto de 1939-45.

Una década antes de que estallase la contienda, en un laboratorio de la empresa Dow Chemical, en Estados Unidos, se descubrió por casualidad en el fondo de un matraz una sustancia plástica inmutable a cualquier producto químico. A finales de los años treinta, el Instituto Politécnico de Brooklyn, puntero en la investigación en ese campo, advirtió las posibilidades de ese polímero, desarrollando un método para fabricar una película con él.

Durante la contienda, el ejército norteamericano protegía de la corrosión los motores, armas y piezas metálicas, que eran enviados por mar en las cubiertas de los barcos a la intemperie, con celofán, papel encerado y papel de aluminio. En 1944, el Cuerpo de Intendencia reparó en la existencia de aquel polímero; si se le daba la suficiente flexibilidad y resistencia, podía ser ideal para ese cometido.



Así pues, el Instituto Politécnico de Brooklyn recibió el encargo de mejorarlo con ese fin, superando los principales problemas que presentaba ese material, que eran la estabilidad frente a la luz y el calor. Mediante el socorrido método del ensayo y el error, el 4 de mayo de 1945 se patentaba un “compuesto de cloruro de vinilideno estable a la luz”, lo que no era otra cosa que el papel film tal como lo conocemos.

A partir de entonces, el ejército dispondría de la película protectora que buscaba. La comercialización de ese nuevo producto autoadhesivo e impermeable, destinado a la conservación de alimentos, se llevaría a cabo en 1949.




El otro producto es el papel de aluminio. Como el lector puede imaginar, también hay que agradecer la existencia de ese fina lámina metálica con la que todos hemos envuelto tantos bocatas a la Segunda Guerra Mundial.


Tras el conflicto, la agencia de excedentes de guerra recuperó el aluminio con el que se habían construido más de 150.000 aviones, fundiéndolo en lingotes. Esa materia prima fue vendida a precio de ganga a Reynolds y otras empresas hojalateras.

Para dar salida a todo ese aluminio, esas empresas decidieron convertirlo en una lámina para uso doméstico, cuya capacidad para proteger y conservar los alimentos le llevaría a convertirse en un producto habitual de la cesta de la compra.

Por último, quiero desde aquí dar las gracias a Óscar y el Club de Lectura CGB de DKV en El Prat que hayan escogido mi libro Breve Historia de Hitler para su taller de lectura, ¡un saludo para todos ellos!


martes, mayo 02, 2017

¿SABÍAS QUE LOS GANCHITOS SE CREARON GRACIAS A LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL?





Bien, amigos, recuperamos la normalidad después de estos tres días de fiesta. Estos días estoy muy ocupado con el libro que estoy escribiendo, además de los artículos que me ha encargado una revista de Historia, y con la planificación de mi próximo título, pero aun así no quiero descuidar el blog, así que vamos allá con una de esas entradas curiosas.

Este post os puede servir para marcaros un tanto cuando estéis con los amigos. En el momento que alguien abra una bolsa de ganchitos, podéis tomar la palabra y decir "por cierto... ¿sabíais que los ganchitos se crearon gracias a la Segunda Guerra Mundial?".

Naturalmente, las conversaciones se detendrán, las miradas se centrarán expectantes en vosotros y, después de unos segundos de silencio dramático, tendréis que dar la oportuna explicación. Ahí va, aprendérosla.


La Segunda Guerra Mundial supuso un paso de gigante en el ámbito de la comida procesada, y el queso no sería una excepción.

Durante la Primera Guerra Mundial, el ejército norteamericano consumió veinticinco millones de latas de queso Kraft. Este queso había sido procesado con sales emulsionantes para poder soportar el calor, sin que la grasa se licuase. Ese éxito llevó a que, durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército recurriese al queso como uno de los alimentos fundamentales de la dieta del soldado. Sólo en 1944, el Cuerpo de Intendencia compró también a Kraft una 50.000 toneladas de queso cheddar de Wisconsin, además de 227 toneladas de queso de untar para completar las raciones K, o de combate.



Al igual que sucedía con las patatas o los huevos, también se procedió a la deshidratación del queso; sin embargo, en este caso los resultados no serían tan rápidos ni eficientes. Por su alto contenido graso, resultaba imposible deshidratarlo, ya que el calor fundía la grasa, hasta que en 1943 se inventó una técnica que permitía obtener queso en polvo; primero se secaba a bajas temperaturas, endureciendo las proteínas para que impidieran a las grasas escapar a través de ellas, lo que permitía luego deshidratarlo a una temperatura superior. Aun así, a la hora de consumirlo, no era posible hidratarlo para que recuperase su estado original, por lo que el queso tratado de este modo no tendría una gran aceptación.

El queso en polvo se utilizaría, prensado en pastillas, como ración de emergencia en lugares en donde fuera difícil conservar el queso natural, como en los trópicos.

Al finalizar la guerra, el ejército norteamericano se encontró con montañas de queso en polvo, que decidió venderlas a muy bajo precio. La atractiva oferta no tuvo mucha demanda, ya que ninguna empresa sabía qué hacer con ese queso deshidratado, excepto la Frito Company, que sí advirtió las posibilidades del nuevo producto.

En 1948, esta empresa puso a la venta el primer aperitivo con sabor a queso; después de mezclar harina de maíz con agua, hincharla y freirla, se barnizaba con ese queso deshidratado de color naranja que tenía una natural tendencia a quedar pegado a los dedos.

Habían nacido los populares Cheetos:






A partir de entonces, el queso deshidratado nacido en la Segunda Guerra Mundial se convertiría en un ingrediente fundamental de ganchitos, bolitas, galletitas saladas y demás aperitivos, así como de otros muchos productos precocinados, como macarrones o pizzas.

Así que ya lo sabéis, ahora ya podéis haceros los enterados la próxima vez que alguien abra una bolsa de ganchitos...