lunes, febrero 29, 2016

DEUTSCHLAND 83, UNA EXCELENTE SERIE QUE NO TE PUEDES PERDER




Bien, amigos, comenzamos semana con una recomendación.

Este pasado fin de semana me metí en vena los ocho capítulos de la serie alemana DEUTSCHLAND 83. Desde hace algunos años, los alemanes están produciendo unas extraordinarias películas con trasfondo histórico, y ahora le ha tocado el turno a la crisis de los euromisiles de 1983, en formato de serie, pero con la misma calidad.




La serie narra la infiltración en las altas esferas del Ejército de Alemania Occidental de un joven guardia de fronteras de Alemania Oriental, reclutado para ese fin por la Stasi. Aunque pueda parecer inverosímil, la verdad es que el servicio exterior de la Stasi, la HVA (Hauptverwaltung Aufklärung) alcanzó éxitos muy destacados. Llegó incluso a situar a uno de sus hombres como secretario personal del canciller Willy Brandt.

El trasfondo político es la tensión provocada por el despliegue de los misiles norteamericanos Pershing II en territorio alemán.




Como veis, el tema es ya interesante de por sí, pero es que además la serie posee una enorme calidad. Los cuatro primeros capítulos son realmente espectaculares, con unas secuencias de un suspense extraordinario. Curiosamente, desde el primer momento te pones del lado del chico que actúa para la Stasi, y padeces ante la posibilidad de que sea descubierto.

Aquí tenéis los créditos de apertura:




La segunda mitad de la serie, a mi juicio, no es tan buena como la primera, ya que incide en alguna subtrama, como la del hijo pacifista de un general, que no me resulta convincente. Aun así, se mantiene el interés hasta el final.

Hay que destacar especialmente la banda sonora, compuesta por temas de ese año; algunos son bien conocidos, pero otros no tanto. Así pues, una propuesta divertida es tratar de ir identificando las canciones y tener el móvil a mano, con el Shazam o el TrackID, para cuando no lo tengamos claro.

Por otro lado, la serie no apuesta descaradamente por la nostalgia de los 80's, pero aun así no renuncia a ello. Me ha gustado especialmente la escena en la que el protagonista tiene en sus manos por primera vez un Walkman.



Hoy día, lo de escuchar música con auriculares es lo más normal del mundo, pero entonces supuso una tremenda novedad; recuerdo perfectamente como, al igual que el protagonista, aluciné con el sonido estéreo de los cascos cuando lo escuché por primera vez.

En resumen, una de esas joyas que está a la sombra de las grandes series de las que todo el mundo habla, pero que no te puedes perder.

Por último, la buena noticia es que parece ser que va a haber segunda y tercera temporada, una ambientada en 1986 y otra en 1989. Ya las estoy esperando.

viernes, febrero 26, 2016

STASI, EL TERROR GRIS (3ª PARTE). LAS MUESTRAS DE OLOR





Bien,amigos, vamos a seguir con el interesante tema de la Stasi.

Si habéis visto la película LA VIDA DE LOS OTROS (2006) recordaréis el modo cómo la Stasi obtenía las “muestras de olor” de los detenidos. Durante un interrogatorio, el individuo debía colocar sus manos con las palmas hacia abajo entre las piernas y el asiento, sobre un paño, para que éste quedase impregnado de sudor. Ese paño era luego meticulosamente guardado en un bote de cristal hermético, similar a los que se usan para conservar mermelada.

Este proceso se inscribía en un método pseudocientífico que la Stasi había desarrollado para descubrir delincuentes. La teoría era que todos tenemos un olor corporal propio, que dejamos en todo lo que tocamos. Ese olor se puede conservar y, con la ayuda de perros adiestrados, puede compararse para encontrar una coincidencia.

Así, la Stasi se dirigía con los perros y los botes a los lugares en donde se creía que se había producido una reunión ilegal, y los perros intentaban captar el aroma de las personas cuyo olor estaba encerrado en el bote correspondiente. Igualmente, en caso de fuga, la muestra serviría para que los perros pudieran dar caza al fugitivo.


El método más sórdido para obtener las muestras de olor era entrar en casa del sospechoso y sustraerle una pieza de ropa de las que se usan en contacto con la piel, a menudo ropa interior o calcetines. Obviamente, cuanto estas prendas estuvieran menos limpias mejor.

No sé qué os parece a vosotros, pero el hecho de que el Estado pueda entrar en tu dormitorio cuando no estás y llevarse unos calzoncillos para tenerte fichado, y que unos perros puedan así identificarte o perseguirte, me parece algo tan enfermizo como terrorífico.


En la actualidad, un bote con una muestra de olor está expuesta en el antiguo cuartel general de la Stasi en Berlín, que es al que le hice las fotos que acompañan el post.




Para finalizar, vamos con una entusiasta recomendación. Ayer acabé de devorar EL MURO DE BERLÍN, de Frederick Taylor. Sólo quiero deciros que no disfrutaba tanto con un libro desde que leí ahora hace un año la trilogía de Rick Atkinson, que ya os he recomendado más de una vez.

El libro de Taylor resulta un tanto intimidante, con sus 500 páginas, pero en cuanto comienzas a leerlo las páginas vuelan... Es, sin duda, el libro definitivo sobre el Muro, pero también sobre la historia de Alemania desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Además, me ha encantado el sutil humor inglés que desliza el autor, y que se ha mantenido en la excelente traducción. El único defecto que le veo es que no hubiera tenido doscientas páginas más, porque se me ha hecho corto.

Por desgracia, el libro parece estar descatalogado, así que lo he conseguido en una biblioteca. Vale la pena hacer el esfuerzo por localizarlo, hacedme caso.


martes, febrero 23, 2016

STASI, EL TERROR GRIS (2ª PARTE). CÓMO "DESINTEGRAR" AL DISIDENTE





Bien, amigos, seguimos hablando de la policía política de Alemania Oriental, la Stasi, cuyo cuartel general en Berlín, situado en la Normanennstrasse podéis ver arriba.

Allí se exhiben objetos y herramientas utilizados por la Stasi para el control de los ciudadanos; desde minicámaras fotográficas a monitores de vigilancia y micrófonos, pasando por aparatos con salidas de vapor para abrir cartas o colecciones de ganzúas para registrar viviendas. En este último caso, los agentes llevaban consigo una cámara tipo polaroid para tomar fotos de las habitaciones antes del registro y así, una vez concluido éste, dejarlo todo tal como estaba, para no levantar sospechas.

En la última entrada os hablé de lo que ocurría cuando uno era detenido y conducido a la prisión para ser interrogado, pero había otras maneras de experimentar el terror de un estado policial como aquél.

El régimen ideó un concepto que aplicaría a los disidentes (fueran reales o supuestos), denominado Zersetzung. Sin traducción clara, equivaldría a “desintegración”, “descomposición” o “desmoralización”.

El objetivo del Zersetzung era, según una directiva interna, “desarrollar la apatía en el sujeto, para alcanzar una situación en que sus conflictos, ya sean sociales, personales, profesionales, de salud o políticos, sean irresolubles”. La víctima debía “ver reprimidos sus talentos o capacidades”, y ser objeto de “miedos y decepciones”.

¿Que quería decir esto? Pues básicamente hacerle la vida imposible al sujeto. No hacía falta que estuviera encarcelado; de hecho, estaba libre, aunque no sabía que estaba siendo objeto de una especie de conspiración para destrozarle la vida.

Las terribles consecuencias de ser objeto del Zersetzung iban siendo advertidas poco a poco por el individuo, que no tenía idea de que estaba siendo “desintegrado”. Por ejemplo, si era un joven con un excelente nivel académico, podía ver cómo era destinado a algún centro educativo lejano y mediocre, o podía preguntarse impotente cómo es que no había logrado superar la prueba de acceso a la Universidad, cuando creía haberla realizado correctamente.

Si el sujeto estaba trabajando, era despedido sin explicaciones y luego le resultaba imposible encontrar empleo, pese a estar preparado para el puesto, ya que todos los empleadores debían antes obtener el visto bueno del candidato en la delegación de la Stasi. Sin saber qué ocurría, esa persona, víctima de una pesadilla kafkiana, veía con desesperación cómo se le cerraban todos los caminos de la vida.

Ese terror gris podía llegar a extremos repugnantes. Por ejemplo, un agente de la Stasi que mostró su voluntad de abandonar la organización, Hagen Koch (en la imagen), fue objeto de un montaje para poder acusarle de posesión de pornografía. Mientras estaba detenido por ese vergonzante delito, su esposa fue presionada para que le pidiera el divorcio, bajo amenaza de perder la custodia de su hijo de cinco años. La mujer no tuvo otra opción que acceder.

Koch sufrió ese tremendo golpe estando en prisión, cuando le mostraron la demanda firmada por su esposa, lo que le hizo sentirse abandonado y traicionado. Afortunadamente, tras su reencuentro y gracias al testimonio del niño, que relató al padre las amenazas que había sufrido su madre, acabaron volviéndose a casar.




Curiosamente, hubo quien, contra todo pronóstico, logró vencer a la Stasi. Una chica que estaba sufriendo el Zersetzung, por lo que le resultaba imposible encontrar trabajo, fue además presionada por un agente de la Stasi para que se convirtiera en confidente, amenazándola con perjudicar a su familia. Pero ella no se arredró y, echándole un valor inaudito, le aseguró que iba a escribir una carta al máximo mandatario germano-oriental, Erich Honecker (arriba, su retrato en una de las oficinas de la prisión de Hohenschönhausen), quejándose de esas presiones.

Aunque resulte increíble, el agente de la Stasi trató por todos los medios de disuadir a la joven de poner el caso en conocimiento de Honecker. Sin duda, el miedo en el seno de la propia organización era tal, que la remota posibilidad de que llegara a abrirse una investigación debió aterrorizar al agente. Apenas unos días después, la chica recibió la llamada de una empresa ofreciéndole un trabajo.

Igualmente, hubo quienes, después de saber que estaban en el punto de mira de la Stasi, dejaban de ser espiados, aunque eso no lo sabían. Así pues, los sujetos que habían sido absueltos seguirían viviendo durante años con el alma en un puño, víctimas del terror gris.


viernes, febrero 19, 2016

STASI, EL TERROR GRIS (1ª PARTE)





Bien, amigos, ya estoy inmerso en la redacción del artículo sobre la Stasi que publicaré en una revista, pero mientras tanto quiero ofreceros un aperitivo, tomando como base mi visita a la prisión berlinesa de Hohenschönhausen, que podéis ver arriba. Todas las fotos las tomé allí.

Mientras que la Gestapo o la NKVD stalinista recurrían sistemáticamente a la tortura y el maltrato físico contra los opositores, cuando no el asesinato, la Stasi tuvo que adaptarse a los nuevos tiempos. Ante la presión internacional, el régimen germano-oriental se vio obligado a utilizar medios de represión menos brutales. La Stasi recurriría entonces a la violencia psicológica, administrada de manera fría, burocrática y funcionarial, por lo que he decidido definirla -a diferencia del terror negro desplegado por las SS o el rojo de los stalinistas- como terror gris. Además, el color de los uniformes de la Stasi era de ese color.

Voy a explicaros lo que ocurría después de llegar a una prisión de la Stasi en una de las siniestras camionetas Barkas B 1000 de las que os hablé en el último post.




Como os decía, la camioneta entraba directamente en un garaje potentemente iluminado con decenas de fluorescentes. El objetivo era que, al salir de repente de la oscuridad, los detenidos quedasen deslumbrados y aturdidos. A la vez, se les daba órdenes a voz en grito.

Ése sería el inicio del desgaste psicológico al que serían sometidos allí.

El detenido era fichado y fotografiado. Luego era llevado a una sala en que tenía que desnudarse para ser examinado, anotándose sus características físicas. También se le inspeccionaban los orificios corporales. Después se le entregaba la ropa interior, un chándal azul oscuro y unas zapatillas.



Sí, a mí también me sorprendió que las zapatillas fueran las típicas de andar por casa, pero se ve que eran así.

También se le proporcionaban los artículos de aseo personal.



A lo largo de los pasillos de la prisión había un sistema de “semáforos” para que ningún preso pudiera cruzar su vista con otro. Los guardias sólo los sacaban de su celda cuando las luces estaban en verde. Si aun así se producía una coincidencia, uno de los presos era puesto de cara a la pared hasta que el otro acababa de pasar.




Las ventanas de las celdas estaban tapadas con bloques de cristal traslúcido, que dejaban pasar la luz solar pero no permitían ver el exterior.

Disponían de una cama de madera, una mesa, una silla, un lavabo y un retrete.




La Stasi utilizó la privación del sueño como principal herramienta para doblegar la voluntad de los detenidos y obtener una confesión.

Habitualmente, al detenido se le permitía dormir a partir de las ocho de la tarde, cuando se apagaban las luces de la celda, pero a las diez de la noche era despertado y conducido a la sala de interrogatorios.

Aquí tenéis una.



Allí permanecía respondiendo a las preguntas del agente hasta las cuatro de la madrugada, cuando regresaba a la celda para dormir, pero era despertado de nuevo a las seis de la mañana, cuando se encendían las luces. A partir de esa hora no se le permitía dormir; si lo intentaba, el guardia aporreaba la puerta para que se levantase, y si no lo hacía, el guardia entraba y lo zarandeaba para que permaneciese despierto.

Esa agotadora rutina se repetía noche tras noche, hasta que el agente consideraba que había extraído la información que buscaba.

Aquí tenéis otra de esas salas.




Durante las escasas horas en que al preso se le permitía dormir, se encendía la luz de la celda cada diez minutos, para que el guardián comprobase por la mirilla que el preso dormía boca arriba con las manos sobre la manta. Si el detenido no tenía sus manos a la vista o dormía de lado, el guardia entraba y lo despertaba para que adoptase la posición correcta.

Durante el día, el preso debía permanecer sentado en el taburete sin respaldo que habéis visto en la foto de la celda, con las piernas encajadas entre las patas de la mesita, y con las manos sobre la superficie de la misma. Estaba prohibido apoyar la espalda contra la pared. Si necesitaba al inodoro, debía pedir permiso para levantarse.

El guardián comprobaba por la mirilla cada cinco minutos que las normas se estaban cumpliendo.

Los guardias iban desarmados pero, cuando un detenido se resistía a cumplir las órdenes, se llamaba de inmediato a un grupo de intervención, que acudía pertrechado de porras y esprais de gas pimienta para reducirle. En los casos de reincidiencia, el preso podía acabar con una camisa de fuerza en una celda forrada de caucho, sin iluminación ni retrete, en donde permanecía hasta que daba indicios de recuperar la docilidad.

Aquí, una de esas camisas de fuerza.



La desesperación llevaría a algunos detenidos al suicidio. Un método consistía en poner de pie la cama de madera y ahorcarse desde una de las patas superiores mediante una soga confeccionada con trozos de sábana anudados. Otro era tumbarse en el suelo boca arriba y colocar una pata de la pesada cama sobre el cuello para provocar el ahogamiento.

Conforme pasaban los días o semanas, la necesidad de comunicarse con otro ser humano -ya que los guardianes debían limitarse a impartir órdenes secas- llevaba a no pocos presos a desear que llegase la hora del interrogatorio diario. Llegados a ese punto, los agentes tenían más fácil obtener de ellos la información que buscaban.

Otra sala de interrogatorio más.


Si el sujeto se mostraba colaborador con el agente que le interrogaba, lo que acababa sucediendo a menudo, podía obtener algunos beneficios para sobrellevar mejor su cautiverio, como el de leer un libro por semana. Como los presos estaban incomunicados, alguno podía tener la tentación de enviar un mensaje a otro compañero, por ejemplo marcando una pequeña señal con la uña debajo de las letras del texto hasta formar palabras y frases. Para evitar cualquier intercambio de mensajes los libros eran prestados a los presos siguiendo una rueda de un solo sentido; la Stasi no dejaba al azar ningún detalle.

Otra recompensa podía consistir en ser trasladado a una celda de mayor tamaño y disfrutar allí de la compañía de uno o dos presos más. A pesar de la alegría inicial de poder hablar con otra persona que no fuera el interrogador, había que tener cuidado con lo que se decía, ya que alguno de los presos solía ser un confidente, o incluso podía haber un micrófono instalado en la celda.

Como ejemplo de la delación generalizada que se extendía por doquier, no sólo los presos se espiaban entre ellos, sino que se llegó al extremo de que algunos presos accedían a informar a los agentes de la Stasi del comportamiento de los propios guardianes.




Después de confesar, el detenido era llevado a juicio, en un procedimiento que no era más que una farsa.

Aunque el acusado tenía derecho a un abogado, no solía ver a éste hasta el mismo día del juicio. La sentencia ya había sido decidida de antemano en el Ministerio de Seguridad, y el juez se limitaba a dictarla. De allí, el preso era enviado a una prisión estatal para cumplir la pena impuesta.

Pues hasta aquí el relato de lo que le esperaba al desgraciado que caía en las garras de la Stasi.




Esta visita a Hohenschönhausen, que duró cuatro horas, me provocó una fuerte impresión y no os miento si os digo que cuando salí por la puerta me flaqueaban las piernas. Me hubiera ido bien tomarme una copa de coñac o, ya que estaba en Alemania, un par de chupitos de Jägermeister.

Lo que más me impresionó fue el ver el rostro de los presos que estuvieron allí confinados en los ochenta, cuyas fotos están allí expuestas -y que olvidé fotografiar-. La mayoría son jóvenes con los peinados típicos de los ochenta, que llevábamos también aquí. Mientras que la violencia de las SS o la NKVD nos resulta lejana, de otra época, el terror gris estaba sucediendo mientras nosotros -al menos, los de mi edad- íbamos al Instituto o la Universidad.

Esa conexión con el pasado más inmediato se siente en el mobiliario, los teléfonos, los armarios... El sol invernal que se colaba por las ventanas hacía que todo resultase muy próximo, no sé por qué, así como el extrañamente reconocible olor de las salas de interrogatorio; parecía que siguiera allí el mismo aire que en los ochenta. Daba la sensación de que uno podía perfectamente haber estado allí y haber corrido la misma trágica suerte de aquellos jóvenes que habían quedado atrapados en el terror gris.


miércoles, febrero 17, 2016

LA BARKAS B 1000, LA SINIESTRA CAMIONETA DE LA STASI




Bien amigos, ya he regresado de mi viaje a Berlín, en donde he recogido material muy interesante, que podréis ver en un artículo que será publicado en una revista de historia.

Quería hablaros de la visita más relevante, a la prisión de la Stasi de Hohenschönhausen, pero la verdad es que todavía tengo que digerir lo que vi allí y lo que aprendí sobre el aparato de represión de Alemania Oriental. Aunque he estado en los campos de concentración de Sachsenhausen y Auschwitz, o la prisión de la Gestapo en Colonia, no he salido tan tocado de un sitio como de esta cárcel de la Stasi. Ya habrá tiempo para relatar en detalle lo que hay allí y lo que sentí durante la visita. Pero no quiero dejar de señalar que, si todavía hay alguien que sea complaciente con el comunismo, le recomiendo que haga una visita a ese lugar y luego hablamos.

Como aperitivo, quiero presentaros uno de los instrumentos más siniestros de la Stasi, la camioneta BARKAS B 1000. Podemos encontrar dos unidades de este vehículo, expuestas en la propia prisión de Hohenschönhausen -la que encabeza el artículo- y en el edificio del cuartel general de la Stasi,en la Normannenstrasse.





Barkas era el único fabricante de camionetas y minibuses de Alemania Oriental. La factoría se hallaba en Chemnitz, en donde hasta 1945 existía una fábrica de vehículos, que fue desmantelada por los soviéticos y trasladada a su país.

La B 1000 comenzó a fabricarse en 1961 y destacaba por su versatilidad; había versiones para camioneta de carga, de reparto, pick-up o transporte de personas, así como de policía, ambulancia o bomberos. Pero el régimen daría a la B 1000 un uso por la que pasaría a la página negra de la automoción.

Esta camioneta sería empleada por la Stasi para detener y trasladar a los detenidos. El interior sería adaptado a estas necesidades, permitiendo alojar a cinco detenidos, que debían sentarse en pequeños taburetes metálicos fijados al suelo, en una celda sin ventanillas, esposados y en completa oscuridad. La única ventanilla del espacio de carga, que permanecía tapada con una cortina, correspondía al espacio que ocupaba el vigilante.

Aquí tenéis la otra camioneta que pude ver y fotografiar, expuesta en la entrada del cuartel general de la Stasi.




Los sospechosos eran detenidos en sus casas o en plena calle, y se les obligaba a subir rápidamente a la camioneta, que aparentaba ser un inocente vehículo de reparto. Así, se les pintaba el logotipo de una falsa tienda, ya fuera por ejemplo una floristería, una panadería o una pescadería.

Para desorientar a los detenidos, la camioneta comenzaba a recorrer kilómetros durante un par de horas, para que éstos pensasen que se encontraban ya lejos de su ciudad, cuando en realidad no habían salido de ella.

Por ejemplo, en Berlín, después de dar ese rodeo, los detenidos eran conducidos a Hohenschönhausen y la camioneta entraba directamente en un garaje fuertemente iluminado con decenas de fluorescentes. El objetivo era que, al salir de repente de la oscuridad, los detenidos quedasen deslumbrados y aturdidos. Ése sería el inicio del desgaste psicológico al que serían sometidos allí, y que describiré en una próxima entrada.

La producción de la Barkas B 1000 no conseguiría cubrir la demanda particular, por lo que los plazos de entrega podían demorarse varios años. Las camionetas se seguirían fabricando hasta 1991, cuando hubo un intento fallido de trasladar la producción a Rusia. De este modo se ponía punto final a la historia de un vehículo que estará siempre ligado al régimen totalitario al que sirvió.


miércoles, febrero 10, 2016

EL "¡ES LA GUERRA!" IS BACK





Bien, amigos, ya estoy velando armas para mi viaje a Berlín. Antes de cada viaje me documento todo lo que puedo, y éste no es una excepción.

Como me voy a centrar en el período de la Guerra Fría, ya me he hecho con la excelente guía PASTFINDER BERLIN 1945-1989.

Además, me estoy devorando ávidamente dos libros que me están encantando, y que recomiendo fervientemente.

El primero es EL MURO DE BERLÍN, de Frederick Taylor. Al tener más de 500 páginas, lo comencé con cierta prevención, pero desde el primer momento me enganchó. Cuando se lo comenté a un amigo que es experto en ese período enseguida me dijo que el libro era tremendamente adictivo, y es así.

Y el segundo es STASILAND, de Anna Funder. Este es un libro atípico e inclasificable, ya que podríamos decir que es a la vez una novela, un reportaje y un libro de no ficción.




La autora, que es australiana, relata desde una óptica muy personal su proceso de indagación sobre la Stasi, pero los datos que ofrece son todos reales, al incluir pies de página con las referencias bibliográficas. Este es un género que no sabría definir, pero que me gusta mucho y no descarto utilizarlo alguna vez. El libro también engancha desde el principio; ayer lo comencé, leí 210 páginas y hoy espero leerme las 165 restantes.

Pero vamos con una noticia. Mañana sale a la venta la nueva edición de mi libro ¡ES LA GUERRA! LAS MEJORES ANÉCDOTAS DE LA HISTORIA MILITAR.

Como creo que comenté alguna vez, éste es mi libro maldito.

Hace diez años, por un error de planteamiento, salió directamente en bolsillo, y además en un sello que iniciaba su andadura y que cerró abruptamente al poco tiempo. La portada, que me gustaba bastante, la podéis ver aquí al lado.

Para enmendar ese fallo, se volvió a publicar en tapa blanda después de que hiciera una nueva versión ampliada, pero por unos problemas que surgieron con la distribuidora tampoco llegó a tener la difusión deseada.


Ahora, en una nueva editorial, espero que tenga por fin la acogida que merece.

La portada para esta nueva edición, cuya foto elegí personalmente, ya la habéis visto encabezando la entrada. Espero que os guste como a mí.



Para finalizar, me hago eco de un artículo de un amigo argentino-polaco, Andrés Chowanczac, que lo sabe todo sobre la participación polaca en la Segunda Guerra Mundial. Andrés es el responsable de la página VARSOVIA SE DEFIENDE. Si tenéis alguna cuestión sobre el tema, podéis acudir a él, que con mucho gusto os atenderá.

Hoy se cumple el 75º aniversario de la deportación a Siberia de entre un millón y medio y dos millones de polacos. El 10 de febrero de 1941 a las cuatro de la madrugada, comenzó el traslado de los polacos que vivían en los territorios ocupados por la Unión Soviética. Tan solo en el viaje, perdió la vida el 10 pro ciento de ellos y se presume que para el año 1946, donde una gran parte logro volver a Polonia, falleció la mitad.

AQUÍ tenéis toda la información sobre ese episodio tan dramático como desconocido.

viernes, febrero 05, 2016

CUANDO MÁS DE SEIS MIL PERROS SE QUEDARON EN EL PARO





Bien, amigos, como estáis viendo, ahora mismo mi interés se centra en la historia del Muro de Berlín y la Alemania Oriental, especialmente la policía política del régimen, la Stasi. La razón es que la semana que viene me marcho a Berlín para escribir un reportaje que publicaré en una conocida revista de historia.

De todos modos, el resultado de mis andanzas lo podréis ver también aquí en el blog. Yo, de vosotros, no me lo perdería.

Buscando información, estoy encontrando alguna historia curiosa, como ésta que os relato hoy.

La caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, supuso un estallido generalizado de alegría en las dos alemanias. Pero hubo algunos para quienes ese cambio supuso un golpe traumático. Los que disfrutaban de una posición de privilegio en Alemania Oriental se vieron, de la noche a la mañana, obligados a buscarse la vida. Hemos visto ejemplos en la ficción; en la excelente película LA VIDA DE LOS OTROS el agente de la Stasi tiene que trabajar de cartero, o en GOOD BYE, LENIN! un famoso cosmonauta está al volante de un taxi.

Pero hubo otros integrantes del régimen que tuvieron más difícil reinventarse; los más de seis mil perros guardianes -en su mayoría pastores alemanes- que servían en el Muro de Berlín (unos seiscientos) y en la frontera interalemana.




Los perros estaban atados a una cadena de cinco metros, que se desplazaba por un cable de acero de cien metros, dispuesto longitudinalmente a lo largo del muro. De este modo se cubría una parte determinada de terreno, hasta un límite a partir del cual patrullaba otro perro. La medida de las cadenas impedía que los perros pudieran entrar en contacto físico.

La vida de estos canes era dura, ya que tenían que soportar las bajas temperaturas de las noches invernales, y prácticamente no tenían contacto con otros perros o con personas. Se les alimentaba sólo cada dos días, y con bajas raciones, para azuzar su agresividad. Algunos acababan estrangulándose con la propia cadena, al no haber supervisión humana.




Esas penosas condiciones les llevaban a algunos animales a enloquecer, lo que se dio en llamar el "síndrome del muro". Cuando un perro dejaba de servir para la labor de vigilancia, era sacrificado.

Cuando cayó el Muro, nadie reparó en la suerte que le esperaba a aquellos perros. Se cree que unos dos mil fueron sacrificados. La Asociación Alemana para la Protección de los Animales hizo lo posible para buscarles un futuro, recogiendo los restantes y tratando de corregir su comportamiento agresivo con un nuevo adiestramiento.

El resultado fue que mil quinientos encontraron trabajo como perros guardianes en casas particulares. Probablemente, los más afortunados serían estos dos pastores alemanes, Juro y Betty, que fueron adoptados por una familia alemana de Mallorca.




Los perros restantes, unos dos mil quinientos, languidecieron en los refugios de la asociación, sin esperanza de ser adoptados. Los esfuerzos de la asociación chocaron con los prejuicios que gravitaban sobre estos animales, presentados por los medios de comunicación como bestias sedientas de sangre. Sus años de servicio en el Muro fueron una mancha indeleble en su currículum que les impidió reintegrarse a la sociedad.

(Edito) Si os ha interesado el tema, os recomiendo este video en alemán, con subtítulos en inglés, en el que aparecen personas que adoptaron estos perros.





Es curioso que, tal como explican, durante varios meses resultaba imposible interactuar con ellos, y que incluso no sabían jugar a aquello típico de lanzar una pelota y esperar que la traiga...

Pero, afortunadamente, al final lograron adaptarse a su nueva vida, o al menos en los casos que ahí se relatan.


miércoles, febrero 03, 2016

UN EMOCIONANTE DOCUMENTAL SOBRE EL MURO DE BERLÍN





Bien, amigos, hoy vamos con una recomendación. Ahora me estoy documentando sobre Alemania Oriental, por lo que me estoy viendo los documentales que hay disponibles sobre el tema.

Youtube, como fuente de información para los que nos apasiona la historia, es una herramienta valiosísima. Seguramente muchos sean reacios a reconocerlo, al tener que compartir ese medio con toda la basura que ahí se puede encontrar, por lo que como fuente queda automáticamente desprestigiada. Pero eso me da igual; el caudal de información que se puede encontrar ahí es inagotable, y no debemos tener reparos en aprovecharlo.

Además de los típicos documentales, he encontrado ahí películas propagandísticas del régimen y filmaciones amateurs que proporcionan una perspectiva muy estimulante. Por supuesto, si no existiera internet ni esa plataforma, serían filmaciones a las que sería muy difícil acceder.

De todo lo que he visto, podría recomendaros varios videos, pero quiero destacar sobre todo éste, que me resultó muy emocionante.

Aquí lo tenéis.





El punto fuerte del documental es la dramatización de las fugas, lo que hace que el espectador pueda meterse de lleno en la historia. Después de asistir a los esfuerzos desesperados de tanta gente por atravesar el Muro, el contraste con la alegría ante su caída hace que sea imposible no emocionarse.


Si tenéis interés por el tema de la Alemania Oriental, no podéis dejar de ver este otro documental. Aunque lo he buscado en español, sólo lo he encontrado en el inglés original y subtitulado en portugués: O MUNDO PERDIDO DO COMUNISMO. O PARAISO SOCIALISTA.

Aun así, creo que merece mucho la pena hacer el esfuerzo, ya que ofrece una visión alejada de los típicos documentales, al centrarse en la vida cotidiana. Se basa en el testimonio de los que vivieron allí entonces, a través de las filmaciones amateurs que ellos mismos realizaron.







Aunque hay otros videos que merecen ser vistos, para concluir os dejo aquí uno de sólo diez minutos que explica, mediante reconstrucción con ordenador, cómo era el Muro de Berlín:





De momento, os dejo esta información como aperitivo, pero en poco tiempo tendréis aquí información muy interesante, y de primera mano.


lunes, febrero 01, 2016

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL TAMBIÉN LLEGÓ A MATARÓ






Comenzamos nueva semana con un episodio de la Segunda Guerra Mundial que tuvo lugar en nuestro país.

Un buen amigo, conocido en el mundillo del coleccionismo militar como Jaime USAAF, me ha hecho llegar una historia que ha publicado en un foro, pero que, por su interés, quiero que vosotros también podáis conocerla.

En 2007, Jaime encontró en una revista un artículo sobre un bombardero que se estrelló frente a la costa de Mataró (Barcelona). Como él reside en una población cercana, le llamó mucho la atención e investigó la noticia. Finalmente, consiguió localizar las tumbas de su tripulación.

A continuación transcribo su trabajo, que él tituló El último vuelo del capitán MacDonald, que me he permitido resumir y adaptarlo al formato del blog.




La madrugada del 29 de marzo de 1944, en la base de Ghisonaccia (Córcega), tres aviones del 14º Escuadrón de la RAF, que operaban con el bimotor americano B-26 Marauder, recibían las ultimas instrucciones de vuelo. La misión del día era localizar unos barcos que, según la inteligencia británica, transportaban wolframio -un valioso mineral para la industria armamentística- desde España a la Alemania nazi.

En 1943, los Aliados impedían las salidas de los barcos cargados de wolframio de los puertos cantábricos, lo que obligó a los nazis a buscar nuevas rutas. Un año más tarde, los servicios de inteligencia sospechaban que los puertos utilizados para el tráfico podrían ser catalanes. Pero no sabían cuáles y por ese motivo tuvieron que desplegar numerosos aviones y submarinos de reconocimiento por la zona, desde bases en el norte de África, Córcega, Cerdeña y Sicilia.

Estas misiones eran arriesgadas, al tratarse de vuelos de baja altura durante muchas horas y porque los barcos que transportaban el wolframio solían ir equipados con cañones y ametralladoras antiaéreas.





Avión desaparecido



El primer avión en despegar ese día fue el Z-for-Zebra y luego el A-for-Able. Finalmente, el T-for-Tara, con el capitán MacDonald al mando, despegó a las 7.50 h en dirección a su área de patrulla. Alrededor de las 10.30 h, el Marauder planeó por la costa tarraconense rumbo al puerto de Barcelona. Los aparatos británicos no podían sobrevolar las aguas territoriales españolas, pero MacDonald, como muchos otros pilotos, no respetaba esa norma.




A las 10.55 h el Marauder sobrevoló el puerto barcelonés para fotografiarlo y controlar los barcos que allí había. Después se dirigió hacia Mataró, en aquella época una pequeña ciudad llena de talleres textiles que los ingleses conocían como “el Manchester de España”.

A las 11.20 h divisó un pequeño barco que navegaba muy cerca de la costa y el teniente tomó la fatídica decisión de ir a echar un vistazo.

El Marauder hizo dos pasadas sobre el barco antes de precipitarse violentamente contra el mar. Todo duró menos de cinco minutos; los tripulantes no tuvieron ni tiempo de enviar un mensaje a la base.

Unos cuantos pescadores, que presenciaron toda la acción desde la playa, salieron con las barcas Jerónimo y Pepito para intentar socorrer a los posibles supervivientes. Eran Manel León, Jacint Castellà, Pere Mora, Bernat Fàbregas, Salvador Cabot y Guillem Guardiola.

Algunos creían haber oído disparos; otros estaban convencidos que la catástrofe se había producido por un error del piloto, que volaba demasiado bajo. Pero cuando llegaron al lugar de los hechos, el motor estaba en llamas y sólo pudieron recuperar cinco de los seis cuerpos. Aún se encontraban atados a los asientos. Uno de los cuerpos tenía un reloj parado a las 11:30 horas.

Quien no se paró a socorrer a los tripulantes fue el barco mercante, que continuó su viaje.


¿Quiénes eran los tripulantes?


El avión era americano, luchaba bajo bandera inglesa y los tripulantes eran australianos.




Además del teniente William Bill C. MacDonald (número 2 en la foto), a bordo iba el navegante Charles M Peedom (1), el segundo piloto John W. Lewis (3), el artillero de la torreta superior Frank R. Lamond (4), el artillero de cola Michael Tom Woods (5) y el operador de radio Ron Lanham (6).

El único del que no se pudo rescatar el cuerpo fue el del artillero Lamond. Los demás descansan en el cementerio de Mataró. Los cinco nichos donde se enterraron pasaron a ser propiedad del ejercito británico en 1947.












Como podéis ver, después de tantos años, todavía se siguen depositando flores en sus tumbas.


El misterio continúa


Este episodio quedó en el olvido hasta que en junio de 1994, unos buceadores encontraron casualmente los restos del B-26 Marauder, y se volvió a hablar de ello. En 1996, Peter S. Dawson, residente en Escocia, publicó un anuncio en la sección de cartas al director de un periódico de la zona preguntando si quedaba algún testigo de aquel acontecimiento. Dawson era amigo de uno de los tripulantes del avión, y durante su vida nunca olvidó aquel suceso. Gracias a sus investigaciones se conocieron los detalles aquí expuestos.

La ubicación exacta de este pecio es sólo conocida por el reducido grupo de buceadores que lo encontró. El debate de si se ha de revelar o no dicha ubicación sigue abierto. Hasta hoy ha imperado el criterio de que es mejor que permanezca en secreto, para evitar el expolio de los restos. Así pues, la tumba de Lamond seguirá gozando de la casi total tranquilidad que ha tenido durante las últimas siete décadas.

Mientras tanto, sigue el misterio sobre lo que ocurrió aquella mañana de marzo. ¿El avión sufrió un accidente? ¿Fue derribado por fuego antiaéreo procedente del Romain?

Al parecer, la cola se encuentra a distancia del resto del fuselaje, lo que lleva a pensar que quizás resultó destruido en pleno vuelo, pero sólo un examen de los restos podría servir para extraer las conclusiones definitivas.

Hasta que llegue ese día, el misterio del Marauder que se estrelló en aguas de Mataró continuará sin resolver.