jueves, marzo 09, 2017

VISITA AL BÚNKER SOVIÉTICO DE BARCELONA




Bien, amigos, vamos hoy con el relato de mi visita del pasado martes a un lugar que pocos barceloneses conocen: un búnker soviético en el número 17 de la Avenida Tibidabo. Tuve la suerte de hacer la visita en compañía del investigador histórico Pere Cardona, del blog Historias de la Segunda Guerra Mundial, y el escritor José Luis Caballero.

Los que conocéis la Ciudad Condal sabréis que esta calle está situada en la falda de la montaña del Tibidabo, y tiene a sus lados una serie de mansiones, construidas por la alta burguesía a principios del siglo XX. Una de estas casas es la del famoso Doctor Salvador Andreu, el farmacéutico que creó las populares Pastillas del Dr. Andreu. Fue construida en 1926 por el arquitecto modernista Enric Sagnier, tenía tres plantas, 800 metros cuadrados, caballerizas y dependencias para la servidumbre, así como un gran salón con columnas de mármol de carrara.

Aquí la tenéis en una foto que le hice:





En 1928, al fallecer el Doctor Andreu, la casa pasó a su hijo, quien la disfrutó plácidamente hasta que estalló la guerra civil, cuando fue nacionalizada por las autoridades republicanas, así que los Andreu tuvieron que marcharse.

La casa se convirtió en la sede del consulado soviético en Barcelona, que hasta entonces había estado emplazado en una habitación del hotel Majestic, en el Paseo de Gracia. Aquí tenéis el cartel, que se conserva en la antesala del búnker:




Al frente de la flamante legación diplomática estaría Vladimir Antonov Ovseenko, un veterano dirigente comunista que había dirigido la toma del Palacio de Invierno. Stalin le había perdonado el haber sido el hombre de confianza de su odiado Trotsky. Para sorpresa de los Andreu, los nuevos inquilinos mantuvieron a los criados y mostraron un especial cuidado en la conservación de la biblioteca, los muebles y los objetos de arte.

Desde el consulado, Ovseenko organizó la llegada de armamento soviético, pero también la de ayuda alimentaria; el primer barco cargado con carne en conserva y leche condensada, el Zirianin, llegó el 15 de octubre de 1936, siendo recibido en el puerto por una masa entusiasta, una euforia compartida por el cónsul, que cada día se sentía más integrado en la ciudad. Incluso aprendió a hablar catalán.

Pero Stalin había encomentado a Ovseenko otra misión más oscura, la de neutralizar a las fuerzas políticas que suponían un obstáculo al dominio soviético, como eran los anarquistas y los trotskistas del POUM. Así, el 15 de junio de 1937, en aquella casa pernoctaron los agentes soviéticos que al día siguiente detuvieron al líder del POUM, Andreu Nin, quien sería después torturado y asesinado.

Construcción del refugio


Pasados los primeros meses de optimismo y fervor revolucionario, la guerra adquirió un tinte cada vez más sombrío. Las victorias militares no llegaban y, además, Barcelona se veía amenazada por la aviación italiana. Para proteger al cuerpo diplomático de los bombardeos, se decidió la construcción de un refugio en el sótano del edificio. Los planos del mismo no se han hallado, por lo que no sabemos si fue excavado o se aprovechó una bodega preexistente.

Aunque debía cumplir funciones de refugio antiaéreo, lo que se construyó fue un auténtico búnker. Los muros de hormigón tenían 40 centímetros de espesor. La entrada estaba protegida por una pesada puerta de hierro colado que sólo podía abrirse y cerrarse desde dentro.

Aquí la podéis ver:





Fijaos en el grosor:



Tenía una salida posterior, por otra puerta blindada que también era imposible abrir desde fuera; daba directamente al jardín, y supuestamente debía usarse si la principal quedaba bloqueada por cualquier motivo.







El búnker, de apenas 50 metros cuadrados pero bien aprovechados, disponía de un generador electrógeno autónomo, dormitorios, cocina, despensa, botiquín y letrina.

Este es el pasillo:



Aquí podéis ver uno de los habitáculos:


Esta es la letrina:



Final de la guerra


No sabemos si Ovseenko llegó a utilizar el búnker en alguna ocasión, ya que en agosto de 1937 fue destituido y llamado a Moscú. Antes de partir, organizó una cena de despedida y obsequió al hijo del Doctor Andreu, con quien se había mantenido siempre en contacto, con la bandera soviética que había ondeado en el mástil del consulado. Es muy posible que Ovseenko intuyese lo que le esperaba en la capital soviética. Si era así, no se equivocaba; al llegar, lo detuvo la policía política, el NKVD. En 1938 fue juzgado, acusado de espía y trotskista, condenado a muerte y ejecutado al año siguiente. En 1956 sería rehabilitado a título póstumo.

En noviembre de 1937, el consulado alcanzaría el rango de embajada, al trasladarse el gobierno republicano de Valencia a Barcelona. El embajador soviético, Leon Gaykis, también acabaría siendo reclamado en Moscú, en donde se supone que fue una víctima más de las purgas estalinistas.

Al acabar la guerra, los Andreu encontraron la casa tal y como la habían dejado casi tres años atrás. Como curiosidad, en 1974, varios ministros del gobierno franquista de Arias Navarro cenaron allí, con el búnker soviético bajo sus pies.


Mi visita al búnker

En la actualidad, el edificio es la sede de la Mutua Universal, entidad que ha realizado un encomiable esfuerzo para proteger el búnker. Sabéis que aquí he criticado muchas veces el descuido y la falta de interés en conservar elementos históricos, como en el caso de los nidos de ametralladoras de El Prat; así que es justo reconocer el esfuerzo de esa entidad para preservar el que tienen en su edificio.

Así, el refugio se encuentra en perfecto estado de conservación. Las puertas de madera del interior son las originales. También permanece allí un cuadro eléctrico, una bujía de 1936 e incluso, lo más llamativo, unos extensores gimnásticos que, parece ser, eran utilizados por el propio Ovseenko para mantenerse en forma:




En la bien iluminada antesala del búnker se expone también la placa de la embajada (reparad en el extraño cambio de orden entre Socialistas y Soviéticas), así como la descolorida bandera soviética regalada por el cónsul.





Durante un tiempo se organizaron visitas al búnker los sábados por la mañana, pero hoy día sólo se permite el acceso a los investigadores (alguna ventaja debía tener ser historiador). Cuando estaba abierto al público se planteó la posibilidad de añadir atrezzo, pero se optó exhibir únicamente el material original allí encontrado. Apenas se ha añadido un cerrojo a la puerta con fines prácticos.

La leyenda dice que existe un pasadizo que enlaza el búnker con otra mansión controlada por los soviéticos, La Tamarita, que se encuentra a unos trescientos metros de allí.

Después de la visita al búnker, nos dirigimos a esta otra casa para tomar unas fotos:




Esta otra casa señorial, hoy sede de la Fundación Blanquerna, era utilizada como checa, es decir un centro de detención y tortura.


Si las paredes de esos sótanos hablasen...



Otro día hablaremos de las checas de Barcelona, un tema que estoy estudiando ahora y me está resultando apasionante.

Pues hasta aquí la crónica de mi visita al búnker, espero que os haya gustado.

Y como de bien nacidos es ser agradecidos, quiero dar las gracias a la Mutua Universal por las facilidades que me dieron para visitarlo, así como en especial a Jordi Pascual por su amabilidad y paciencia.




9 comentarios:

Anónimo dijo...

Comparto el entusiasmo de Jesús por la visita. Una auténtica lección de historia.

Luis Guerra dijo...

Simplemente impresionante. Muchas gracias por hacernos participes de tus investigaciones.

Unknown dijo...

Excelente reportaje. Es estupendo que se conserven estos pedacitos de historia y pueda saberse de forma objetiva su función.

Unknown dijo...

Muy interesante. Siempre me maravilla la resignacion de esos comisarios llamados de regreso a Rusia donde sabian que lo que le esperaba no era de amigos.

Unknown dijo...

Jesus, no se si sabeis de la existencia de esta pagina:
https://warisboring.com/
Vale la pena mirarla de vez en cuando.

Jesús Hernández dijo...

Tienes razón, Raúl. Aunque alguno, como Alexander Orlov, se olió la tostada y se marchó a Estados Unidos...

Sí, había visto alguna vez esa página, muchas gracias, saludos.

A.Laguna dijo...

Simplemente felicidades. Tienes un blog de lo más interesante y muy documentado. Ya te digo que el tema de las checas es apasionante tanto en Madrid como en Barcelona. Pero si cabe el componente morboso es todavía más en la ciudad condal por la influencia soviética, esto no quiere decir obviamente que no hubiera checas pro soviéticas en la capital, pero Bcn es otra historia.

Lo dicho, muchas felicidades por tu labor de investigación y por el estilo que le aportas a tus artículos. Te dejo mi blog sobre la Guerra Civil que guarda similitudes con el tuyo, es decir, contamos historias poco conocidas de un conflicto que todavía hoy sigue levantando ampollas. Saludos www.guerraenmadrid.com

Jesús Hernández dijo...

Muchas gracias por tus amables palabras, A. Vargas.

Me he pasado por tu blog; te felicito también por esa labor de recuperación del pasado que haces ahí, un saludo.

Javier Berzosa dijo...

Felicidades por tu blog. La checa de Aurelio Fernández...cual era? La de Manuel Esparza del Val la he podido localizar en la actual calle Sant Joan de la Salle.