miércoles, octubre 25, 2017

EL MUSEO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL AL QUE HAY QUE IR UNA VEZ EN LA VIDA




Bien, amigos, por fin puedo hablaros de mi pasado viaje a la ciudad polaca de Gdansk, la antigua Danzig cuando era alemana, después de acabar una corrección urgente de mi próximo libro -que saldrá a la venta en enero- y de enviar el artículo sobre el viaje a la revista La Aventura de la Historia.

Lo primero que hay que decir es que la visita a Gdansk es ineludible para cualquier apasionado por la Segunda Guerra Mundial. Todos hemos leído sobre el papel que jugó Danzig en el estallido del conflicto, pero he podido comprobar que la gente no tiene las ideas claras al respecto. Sobre todo, hay un episodio relevante, la batalla de Westerplatte, que es difícil de comprender si no se estudia in situ. Pero ya le dedicaré una entrada, porque se lo merece. También subiré un post sobre la defensa de la oficina polaca de correos, otro episodio del que todos hemos leído algo, pero que se entiende mucho mejor cuando estás allí.

De momento, vamos con el extraordinario Museo de la Segunda Guerra Mundial (Muzeum II Wojny Swiatowej) que se inauguró el 23 de marzo de 2017. Este ambicioso proyecto pretende situar a Gdansk como ciudad de referencia en el estudio y el conocimiento de ese conflicto, del que la ciudad, como hemos visto, fue protagonista.


El edificio, construido para este propósito, consta de este gran cubo irregular inclinado, que aloja una biblioteca y un centro de estudios, y un inmenso sótano de 5.000 metros cuadrados a 14 metros bajo tierra.

Al museo se llega caminando en un corto paseo desde el centro histórico en donde se encuentran la mayoría de hoteles, así que no hay que tomar transporte público. El precio es casi ridículo, 23 zlotys, que al cambio me salió por 5,68 euros pagando con tarjeta.



Mientras que otros grandes museos centrados en la guerra de 1939-45 se limitan a mostrar armas, uniformes y mapas, aquí el visitante puede disfrutar de un viaje en el tiempo. Gracias a un despliegue de medios propio de un estudio cinematográfico, es posible pasear al anochecer por la calle de una ciudad polaca de antes de la guerra.



También uno puede encontrarse de frente con un imponente tanque soviético T-34 avanzando entre los escombros de una calle de Berlín:




Apostando por proporcionar una experiencia inmersiva, el museo se aparta de las exposiciones al uso y trata de acercar la historia al espectador de un modo efectista y original.

Sin embargo, hay que destacar que los responsables del proyecto no han caído en la tentación de aprovechar esa excepcional infraestructura para crear una especie de parque temático de la Segunda Guerra Mundial. Se ha primado el conocimiento de los sufrimientos de la población civil por encima de la explicación de las campañas militares, que se presumen ya conocidas por la mayoría de los visitantes. Así, puede sorprender que se pasen por alto batallas tan cruciales para el desenlace de la guerra como Stalingrado o Normandía, pero esa ausencia no chirría, al encajar en la línea apuntada.

El museo apuesta también por el impacto visual, entrando en el terreno de lo artístico. Aquí vemos estas salas dedicadas al Holocausto:




Esta es la sala dedicada a la propaganda soviética:



Y ésta a la italiana:




Me gustó este cartel publicitario de Fiat y Pirelli, aunque supongo que ese joven fascista lanzando una granada sería considerado hoy políticamente incorrecto:


Había otra sala dedicada a la propaganda nazi, con un gran busto de Hitler, pero estaba tan llena de gente que resultaba imposible hacer buenas fotos.

Aquí, otra impactante imagen:



En el museo tienen una presencia destacada episodios poco conocidos de la guerra, como la colaboración y la resistencia en los países ocupados, las deportaciones masivas de polacos llevadas a cabo por los soviéticos, el día a día de los trabajadores extranjeros en el Reich o las matanzas de civiles perpretadas por nacionalistas croatas o ucranianos.

Aquí vemos la entrada al sector dedicado a esos negros episodios:



Teniendo en cuenta la controversia que todavía levantan algunos hechos históricos, era de temer que el museo evitase referirse a aquéllos que pudieran resultar más incómodos. Pero no es así; afortunadamente, la exposición huye de los tabúes y afronta con valentía algunos capítulos poco edificantes de la historia polaca, como son los pogromos cometidos por civiles, que provocaron la muerte de centenares de judíos, o la expulsión de los alemanes que vivían en los territorios germanos que pasaron a Polonia.

Entre los objetos expuestos, destaca, además del citado T-34, este carro blindado norteamericano M4 Sherman, que el museo compró al ejército belga, quien lo tenía en estado de abandono, restaurándolo por completo.



El visitante se encontrará también con el amenazador fuselaje de un Stuka surgiendo de una pared.




O esta máquina Enigma:



O un vagón de ganado empleado sucesivamente por los soviéticos para trasladar polacos a Siberia y por los alemanes para enviar judíos a los campos de exterminio.


También se expone la campana del Wilhelm Gustloff. Tengo que admitir que estuve un rato con la mano puesta sobre ella para ver si me transmitía algo de los horrores vividos en ese barco, pero nada.



El objeto más curioso es quizás esta pipa perteneciente a Stalin, regalada por el zar rojo a un coronel por su brillante desempeño en la defensa de Moscú.


Tengo más fotos dignas de figurar aquí, como esta otra sala convertida en santuario leninista, pero no quiero alargar demasiado la entrada.



Por buscar algún defecto, la tienda del museo me pareció muy pobre. Sólo había bolsas de tela con el símbolo del museo y bolígrafos, además de una gran cantidad de libros en polaco. Imagino que con el paso del tiempo aumentarán los artículos a la venta.

Por último, creo que una buena opción es visitarlo en dos días, ya que el precio tan bajo lo permite. Mi visita fue a buen ritmo y se prolongó más de cuatro horas. Después de salir me arrepentí de no haber dedicado más tiempo a algunas salas por las que pasé demasiado rápido.

Ya me adelanto a la pregunta que me haréis, y que ya me han hecho: ¿Este museo es mejor que el Imperial War Museum de Londres?

Creo que son dos conceptos de museo diferentes y que, por tanto, no se pueden comparar. El británico cuenta con una colección abrumadora de todo tipo de artefactos originales, y por lo tanto es imbatible en su campo. Sin embargo, el de Gdansk resulta más gratificante por sus montajes espectaculares y sus referencias a episodios poco conocidos. Así que yo no daría a escoger entre uno y otro, sino que ambos se complementan.

Pues os emplazo a la próxima entrada, dedicada a la batalla de Westerplatte.


4 comentarios:

Unknown dijo...

Muy interesante Jesús!


Abrazo desde Brasil


Fabio

isra dijo...

¡¡Impresionante!!

CésarL dijo...

Gracias por regalarnos este viaje virtual. Tremendamente sugestivo el enfoque de este museo.

Un abrazo

Daniel dijo...

Hola, Jesús.
No se cuanto tiempo hace qué fuiste al Imperial War Museum pero cuando estuve yo hace 3 años me decepcionó muchísimo. Después de haber contemplado multitud de fotos con todo lo que tenían tiempo atrás, lo que ahora se puede ver es casi ridículo hasta casi el punto de considerarlo totalmente prescindible, aunque puede que la decepcionó fuera mayor por las altas expectativas creadas. En todo caso lo que no tiene discusión es que de los museos que visité en Londres (a saber, Hendon RAF museum ,HMS Belfast, Imperial War Museum) es el peor con mucha diferencia.
Ni que decir tiene que si lo comparas con otros museos militares del resto de Inglaterra tampoco tiene nada que hacer y me refiero, entre otros, a Duxford y Bovington.
Respecto al museo que nos has enseñado tiene muy buena pinta aunque yo soy más de ir a museos con mucho material punto normalmente el truco que emplean los museos qué no tienen ese material que comento es el hacer ambientaciones coma pero como todo en esta vida se puede hacer bien y mal y este tiene muy buena pinta.
Gracias por compartirlo con nosotros y lo apunto para visitas futuras.
Un saludo