domingo, abril 10, 2016

VISITA AL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE BUCHENWALD (4ª PARTE). EL CEMENTERIO DE LOS MUERTOS OLVIDADOS.





Seguimos con nuestro recorrido por el campo de Buchenwald. Como podéis comprobar, la visita da para mucho, pero para no eternizarnos iremos ya un poco rápidos.

Después de ver el crematorio, la visita sigue en dirección al fondo del campo. Allí nos encontramos con el "Roble de Goethe", el famoso escritor alemán. Según la tradición, Goethe buscaba la inspiración a la sombra de ese roble pero, teniendo en cuenta que se encuentra a 10 km de Weimar, me parece que era ir demasiado lejos para sentarse bajo un árbol, así que imagino que eso es una leyenda. Lo cierto es que los prisioneros bautizaron el árbol -que fue respetado cuando se construyó el campo- de esa manera.

El magnífico roble resultó muy dañado por el fuego en un bombardeo aliado el 24 de agosto de 1944, y tuvo que ser cortado. Se conservó únicamente el tocón.

Aquí lo tenéis.







Y aquí tenéis una foto de la época en la que aparece el mítico árbol, y el aspecto actual. Podéis apreciar que el edificio que estaba frente a él desapareció, pero todavía existe el que estaba detrás de ése.







Después de ver el roble, se puede visitar el edificio de desinfección (1942), en el que hay una muestra de arte. Y al lado está el gran edificio para el depósito de efectos personales (1939), que es el que se ve en la última foto. Allí está la exposición permanente de la historia del campo, pero ahora se encuentra cerrado por reformas.

Y ahora pasamos al motivo central de esta entrada. Tras la liberación de Buchenwald por los norteamericanos, el 11 de abril de 1945, se puede pensar que la historia del campo acabó ahí, pero no fue así. Buchenwald se encontraba en la zona que luego pasaría a manos de los soviéticos, y éstos decidieron aprovechar la infraestructura dejada por los nazis para confinar a sus propios prisioneros.

Buchenwald fue entregado a la policía política estalinista, la NKVD, y se convirtió en el Campo Especial Soviético Nº2. Comenzó a funcionar nuevamente como campo de concentración en agosto de 1945 y en 1948 pasó a integrarse en el Gulag. Cerca de treinta mil personas, incluyendo un millar de mujeres, estuvieron allí cautivas, de las que morirían 7.113, según los registros soviéticos.

Allí eran enviados antiguos nazis, opositores al estalinismo, o sospechosos de cualquier cosa. Los detenidos no tenían derecho a juicio y no podían tener ningún contacto con el exterior. Los familiares no recibían ninguna información y ni siquiera se les informaba de su muerte. La NKVD no hacía ningún esfuerzo para determinar la culpabilidad del interno.

En enero de 1950, los soviéticos entregaron el campo a las autoridades de la RDA, pero a éstas no les debió hacer gracia ese regalo, ya que lo clausuraron ese mismo año y lo demolieron, dejando en pie sólo lo que hoy día se puede ver. Por ejemplo, de las 22 emblemáticas torres de vigilancia con que contaba el campo, dejaron dos.

Pero el que el campo nazi hubiera dado su relevo a un campo soviético no encajaba en el relato que gustaba de ofrecer la RDA, así que ese tema se convirtió en tabú. Mientras que las nuevas autoridades erigieron varios monumentos a las víctimas del nazismo, se trató de tapar la historia posterior, enterrándola en el olvido. Así, las fosas comunes en las que fueron inhumados los cadáveres se disimularon plantando árboles encima.




En total, hubo diez de estos campos en la geografía alemana, incluyendo el de Sachsenhausen, cerca de Berlín. Según cifras oficiales, de las 122.000 personas que fueron internadas, murieron 42.000, la mayoría a causa de hambre y enfermedades, 750 fueron ejecutadas y 12.000 deportadas a la Unión Soviética, aunque según otras fuentes las víctimas pudieron ser muchas más, entre 65.000 y 130.000. Las autoridades soviéticas no reconocieron la existencia de estos campos -acabaron haciéndolo presionados por los aliados- y hasta 1948 ningún prisionero fue liberado.

Afortunadamente, con la caída del Muro, se recuperó la memoria de esos muertos olvidados. En 1995 se erigieron unas estelas de acero inoxidable que señalan los puntos de enterramiento. Aquí veis una en detalle.




Esa zona está ya en el exterior del campo. Este camino era la pista por la que patrullaban los guardias, siguiendo el perímetro.




Podéis ver que la valla exterior no está restaurada como en la parte de la entrada al campo. Todavía hay restos de alambre de púas.




En esta foto podéis ver al fondo la puerta de entrada al campo.




En esta otra del interior del campo la puerta queda en la parte derecha.




Y ahora vamos con otra de esas fotos del antes y el después. Éste es el aspecto que tenía entonces el campo.



Y éste es el aspecto actual desde el mismo punto que se hizo la foto. Podéis apreciar que sobrevive el edificio del fondo, que es el mismo que se ve en la foto del roble de Goethe.




Otro ejemplo del antes y después. Ésta era la Apellplatz, o plaza en la que debían reunirse todos los internos para el recuento.



Y la Apellplatz, hoy.



Este Memorial recuerda a los prisioneros gitanos.



Por último, aquí tenéis un barracón original, que servía de enfermería. Si no recuerdo mal, el barracón fue desmontado y vendido a una pequeña empresa, que la utilizó durante décadas como oficina.

Finalmente, se pudo recuperar el barracón, que estaba en perfecto estado; se desmontó y fue transportado al campo, donde se ensambló de nuevo.




La siguiente entrada, con que concluirá esta visita al campo, estará dedicada a los puntos de interés que se encuentran fuera del recinto.


2 comentarios:

lbo dijo...

He encontrado algo de información sobre el llamado "roble de Goethe". Existe incluso un ensayo en español llamado "El roble de Goethe en Buchenwald".

Al parecer ese roble ya existía a finales del siglo XVIII. La zona en que se halla, la montaña Ettersberg, fue convertida entonces por los románticos en escenario habitual de sus paseos y excursiones. Muy cerca de ahí estaba el castillo Ettersburg en el que vivió la señora von Stein, musa de Goethe. Bajo este roble Goethe al parecer escribió la “Noche de Walpurgis” del Fausto. Según una leyenda algo posterior, pero muy anterior al nazismo, ese roble simbolizaría el Reich; si el arbol alguna vez moría, habría de caer con él también el Imperio alemán. Parece pues que ese roble tendría una carga simbólica fuerte, quizá no tanta como el roble de Guernica para los vascos, pero mientras estuvo con vida muchos autores hicieron mención al "roble de Goethe".

Jesús Hernández dijo...

Muchas gracias por el aporte, Ibo. Esa información no la había localizado, un saludo.