miércoles, noviembre 22, 2017
EPÍLOGO DEL VIAJE A DANZIG. LOS CEMENTERIOS MILITARES SOVIÉTICO Y ALEMÁN
Bien, amigos, vamos con la última entrada dedicada a mi pasado viaje a Gdansk/Danzig.
La visita a los cementerios militares soviético y alemán lo dejé para el último día. Se encuentran relativamente cerca de la estación de tren, de donde sale el que va al aeropuerto, así que, como el vuelo salía por la tarde, decidí ir por la mañana, llevando ya la mochila, para coger después directamente el tren y no tener que volver al hotel.
Como la mochila no pesaba mucho, no la dejé en la consigna de la estación, pero hay esa opción si también hacéis lo mismo que yo y aprovecháis el último día para verlos.
Tengo que deciros que, sorprendentemente, encontré en internet muy poca información de los cementerios y, una vez allí, no existen indicadores en absoluto, así que espero que lo que digo aquí pueda seros de utilidad.
Lo primero, aquí tenéis un plano de localización.
Para llegar, simplemente se tiene que atravesar el paso subterráneo de la estación, salir a la estación de autobuses y seguir a mano derecha hasta llegar a una calle que sube a la izquierda, y pasar junto a una gasolinera. A mano derecha veréis enseguida el cementerio civil, no tiene pérdida. Desde la estación son apenas diez minutos caminando.
Encontraréis una puerta lateral -que no es la principal, que está más arriba- atravesáis el cementerio por completo, salís por otra puerta lateral en la que hay un puesto de flores y 50 metros a la izquierda tenéis la entrada al cementerio militar soviético.
Nunca había estado en uno, así que me impresionaron esas estrellas blancas tan fotogénicas.
Hay unas lápidas negras con los nombres de los soldados.
Hay 3.089 soldados soviéticos enterrados aquí, caídos durante la toma de Danzig en marzo de 1945.
Esta cruz no me cuadra en un monumento soviético, así que seguramente es posterior.
El cementerio estaba bastante bien cuidado aunque, paradójicamente, transmitía una sensación de abandono. Parece que hace mucho tiempo que no se celebra allí ninguna ceremonia de conmemoración.
No había nadie más visitándolo.
Me gustó este monumento en el mejor estilo soviético.
Esta es la vista del cementerio desde el monumento:
Y aquí, dos figuras escultóricas, que supongo que representan a las apenadas madres y novias/esposas de los soldados caídos por el padrecito Stalin y la gloriosa Unión Soviética en la Gran Guerra Patriótica.
Visto el cementerio soviético, me puse a buscar el alemán, del que no había conseguido averiguar en internet su localización exacta, apenas que estaba "detrás del soviético" (?).
Así que comencé a deambular por los alrededores cargado con mi mochila, metiéndome por caminos que acababan llevando a casas particulares, con el ladrido de los perros de fondo, o por otro que conducía a la cima de una colina cercana en la que, al final, había una antena.
Un tanto frustrado y confundido, regresé al cementerio civil, en donde había algunas personas mayores cuidando las tumbas. Debía haberles preguntado, pero imaginé que no entendían el inglés, y yo tampoco hablo polaco. En todo caso, lo de preguntar allí por un cementerio nazi me echaba un poco para atrás, así que seguí dando vueltas.
Llevado más por la intuición que por otra cosa, comencé a ascender por el cementerio, emplazado en la ladera de una colina, hasta que por fin, arriba del todo, vi las inconfundibles cruces típicas de los cementerios militares alemanes.
Aquí veis esta cruz dedicada a los que murieron durante la Segunda Guerra Mundial.
Allí no hay sólo soldados de la guerra de 1939-1945, sino también de la Primera Guerra Mundial e incluso de la guerra franco-prusiana (1870-1871), como podéis ver en este pequeño conjunto:
Según he leído, hay un total de 562 soldados alemanes enterrados en este cementerio.
Tampoco había nadie visitándolo.
Como todos los cementerios militares germanos, éste también resulta triste y desangelado.
Una vez visitados ambos cementerios, y satisfecho por haberlos podido encontrar, regresé a la estación para tomar el tren al aeropuerto.
Pues con esta última entrada doy por finalizada mi crónica del viaje a Gdansk. Si os decidís a visitar esta ciudad y necesitáis alguna información práctica, quedo a vuestra disposición.
martes, noviembre 14, 2017
MI VISITA AL ESCENARIO DE LA BATALLA DE WESTERPLATTE (1939), ESA GRAN DESCONOCIDA
Bien, amigos, vamos con la penúltima entrega del material que recogí en mi pasado viaje a Danzig, del que ya veis que he podido extraer bastante jugo.
Antes que nada, quiero deciros que estoy contento porque ya sé la fecha de salida de imprenta de mi próximo libro.
Después de algún retraso -ya que tenía que haberse publicado este mes de noviembre-, saldrá de imprenta el próximo 27 de enero, así que supongo que a mediados de febrero lo tendréis en las librerías, pero ya habrá tiempo para hablaros de él.
Hoy vamos con una batalla de la que todos habéis oído hablar, pero que me temo que quizás no conocéis bien cómo discurrió. No os preocupéis por eso, porque hasta creo que el bueno de Antony Beevor tampoco lo tiene muy claro; en su monumental libro La Segunda Guerra Mundial asegura en la pag. 39 que "a las 04:45 se dispararon desde el mar, cerca de Danzig, los primeros obuses. El Schleswig-Holstein (...) se había trasladado durante las últimas horas de la noche previas al alba a una posición próxima a las costas de la península de Westerplatte".
Esa descripción denota que Beevor ni ha visitado la zona ni se ha documentado, ya que el famoso acorazado no estaba en el mar, frente a la costa, sino en el interior del puerto, tal como podéis ver en este gráfico extraído del libro de Steve Zaloga La invasión de Polonia 1939, publicado por Osprey, en el que señalo la posición del Schleswig-Holstein con una flecha:
Bueno, después de enmendarle la plana a Beevor, vamos con mi visita al escenario de la batalla.
Si estáis en Danzig, es muy fácil ir a la península de Westerplatte, ya que hay dos líneas de barcos recreativos que van hasta allí.
Una es la de este barco pirata. Si hubiera ido con el niño, ya tenía excusa para ir en él, pero no fue así y -como no me pareció serio que un historiador se dirigiese al escenario de una batalla de la Segunda Guerra Mundial en un galeón pirata- me quedé con las ganas y decidí tomar este otro.
El precio del viaje de ida y vuelta, que dura media hora, fue de 45 zlotys, unos 10 euros.
Yo tomé el barco de las 12.00 y regresé en el de las 15.00, lo que me dio el tiempo necesario para visitar la zona.
Hay que agradecer que los polacos han llevado a cabo un extraordinario trabajo de recuperación del campo de batalla, impulsado por el Museo de la Segunda Guerra Mundial que ya os mostré.
Cuando uno se baja del barco, camina hacia adelante unos 100 metros y se encuentra, a la derecha, con el primero de los espacios jalonados con paneles. El recorrido está muy bien señalizado y es fácil de seguir. Las informaciones están en polaco y en inglés.
Esta es la entrada por ferrocarril a la parte de la península que había sido asignada a los polacos.
Pero vamos primero con la historia. Como sabéis, en 1939 Danzig era una Ciudad Libre bajo la administración de la Sociedad de Naciones, aunque las autoridades locales eran nazis. Los polacos tenían una oficina de correos y disponían de una guarnición en la península de Westerplatte, situada en la bocana del puerto. Por tanto, para los alemanes era crucial apoderarse de esa base para disponer de las instalaciones portuarias.
Así, a las 4.48 h del 1 de septiembre de 1939 -esa fue la hora exacta- , la base polaca en Westerplatte fue bombardeada sin previo aviso por el acorazado germano Schleswig-Holstein, que se encontraba fondeado en el puerto en visita de “buena voluntad”, en lo que serían los primeros disparos de la Segunda Guerra Mundial.
En una tienda de recuerdos de Gdansk vi esta taza dedicada al histórico acorazado y, aunque era horriblemente kitsch, no pude resistir la tentación y me la compré.
Seguimos. Los alemanes, que disponían de cerca de 2.000 hombres para la captura de la península, creían que la guarnición polaca apenas contaba con 88 hombres, por lo que esperaban que ésta caería rápidamente -incluso desplazaron un equipo cinematográfico para documentar el triunfo-, pero no sería así.
Temiendo un ataque, el comandante de la base, el mayor Henryk Sucharski, había reforzado la guarnición el día anterior, elevando la cifra de defensores a 210 hombres. Además, los polacos habían realizado obras de fortificación por la noche, para no ser observados por los alemanes, construyendo casamatas de hormigón y colocando alambradas, sobre todo en el istmo, que era por donde se esperaba el asalto principal.
Aquí podéis ver algunos de esos búnkeres.
Este había sido construido por los alemanes en 1911, y ahora sería aprovechado por los polacos.
De paso, pongo aquí esta torre de observación de la artillería de costa, construida durante la época soviética.
Cuando los germanos lanzaron su ataque se encontraron con una dura resistencia. A los cañonazos del Schleswig-Holstein se sumaron los de otro acorazado, el Schlesien, además de los bombardeos en picado de 60 aviones Ju 87 Stuka.
Aunque el 2 de septiembre los polacos estuvieron a punto de rendirse debido a la violencia de la embestida, Sucharski decidió continuar resistiendo, aun sabiendo de sobras que la guarnición estaba condenada a caer.
Aquí podéis ver cómo quedó el cuartel general de Sucharski después de la visita de los Stuka.
Era emocionante poder caminar por dentro del edificio. Está todo bien asegurado con cables de acero, pero da la impresión que se puede derrumbar en cualquier momento.
Son claramente visibles los vestigios de los combates.
A pesar de su enorme superioridad, los alemanes se veían incapaces de doblegar a los aguerridos polacos. La abrumadora cantidad de proyectiles caídos sobre la estrecha península, procedentes de los dos acorazados, hizo que ésta ofreciese el aspecto que habían presentado los castigados campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, como veis aquí.
Los sucesivos asaltos de los infantes de Marina se estrellaban ante las minas, alambradas y el fuego de mortero y ametralladoras de los polacos.
Desesperados por no poder ofrecer todavía la victoria al Führer, en la madrugada del 6 de septiembre los alemanes llegarían a lanzar un tren en llamas por las vías que discurrían por el istmo, pero éste perdió impulso y no llegó a alcanzar el depósito de aceite que pretendían incendiar.
Estos son los restos del apeadero que había nada más pasar la barrera. Por la tarde hubo un nuevo intento con otro tren en llamas, pero también falló.
Aquí, los restos de otro andén, situado más adelante.
En la madrugada del 7 de septiembre los alemanes llevaron a cabo una preparación artillera de tres horas para lanzar un nuevo asalto en el que se emplearon lanzallamas, pero los extenuados defensores aun tuvieron fuerzas para rechazarlo. Sin embargo, antes de las diez de la mañana decidieron rendirse y mostraron por fin la bandera blanca. Una hora más tarde, Sucharski rindió formalmente la plaza.
En reconocimiento al valor demostrado por los polacos, los alemanes permitirían a Sucharski conservar su sable en cautividad, pero posteriormente le sería arrebatado en uno de los campos en los que estuvo internado.
El cuerpo de Sucharski fue posteriormente sepultado en el lugar en el que resistió de forma tan admirable, junto a otros compañeros.
Hay zonas que están siendo excavadas.
Los objetos que van encontrando se exponen en una sala anexa al Museo de la Segunda Guerra Mundial, cuya entrada valía 1 zloty (25 céntimos de euro).
Aunque la valentía de los defensores de Westerplatte había impresionado a los alemanes, tras la guerra, los soviéticos trataron de ridiculizar a los anteriores gobernantes “burgueses”, lo que no encajaba con la heroica actuación de los hombres de Sucharski. Por tanto, la historiografía polaca de posguerra, férreamente controlada por Moscú, simplemente la ignoró.
Sin embargo, el proceso de desestalinización emprendido a partir de mediados de los años cincuenta permitiría la recuperación de ese episodio histórico que alimentaba el orgullo nacional polaco. Curiosamente, el pueblo consideraría su reivindicación como un gesto de afirmación y resistencia ante la dictadura comunista.
Tratando de apropiarse de ese impulso en beneficio propio, el gobierno optó a su vez por reivindicarlo también, con la construcción en 1966 de este gran monumento conmemorativo en el lugar de batalla, elevándose imponente sobre una colina.
El monumento me parece feo de narices, pero qué se le va hacer.
Esta es la visión desde la colina.
De este modo, los héroes de Westerplatte consiguieron por fin el reconocimiento de sus compatriotas.
Por último, indicaros que hay allí varios puestos de souvenirs interesantes, con artículos a muy buen precio. Yo me hice con este fantástico imán para la nevera.
Tenéis dos películas polacas sobre estos hechos (por desgracia, no están dobladas ni subtituladas). Un año después de la inauguración del monumento se produciría una titulada simplemente Westerplatte, en la que se inmortalizaban los épicos combates (la podéis ver AQUÍ). Y más recientemente, en 2013, se ha estrenado otra, La batalla de Westerplatte (AQUÍ).
Como es difícil seguir la trama en polaco, os aconsejo acudir directamente a las escenas de lucha para haceros una idea de lo que tuvo lugar allí.
Después del plato fuerte del viaje a Gdansk, os emplazo a la última entrada, a modo de epílogo.
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