Bien, amigos, aquí estamos de nuevo. Espero que estéis todos bien.
Por mi parte, aquí sigo trabajando en mi nuevo libro, que debería salir este otoño, pero que ya me hago la idea de que, con suerte, no podrá ver la luz hasta la primavera que viene...
Para un juntaletras, acostumbrado a trabajar en casa, este confinamiento no representa un cambio de vida demasiado profundo, pero he aprovechado para remodelar mis rutinas y comenzar a aprender alemán, algo que tenía pendiente desde siempre; resulta imperdonable hablar tanto de Alemania y no desenvolverme mínimamente en la lengua de Goethe, así que me he puesto manos a la obra y de momento estoy progresando más de lo que auguraba, teniendo en cuenta su aparente dificultad.
Pues vamos con una entrada para conmemorar el 75º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial en Europa o "VE Day".
Para muchos de vosotros esta entrada resultará superflua, ya que conocéis de sobra por qué no hay una fecha clara e inequívoca para este efeméride, pero he podido comprobar que hay bastante gente interesada en la Segunda Guerra Mundial que no lo tiene tan claro, así que vamos a explicarlo.
Como sabéis, existen tres fechas en las que se celebra el final conflicto en Europa: el 7, el 8 y el 9 de mayo.
La razón de esta confusión hay que buscarla en el propósito de Estados Unidos de no enemistarse con los soviéticos, pese a las continuas exigencias de Stalin. Pero retrocedamos en el tiempo, al momento en el que los alemanes se vieron forzados a admitir su derrota y aceptar la rendición incondicional.
Tras el suicidio de Hitler el 30 de abril de 1945, el almirante Karl Dönitz se convirtió en Jefe del Estado, tal como figuraba en el testamento del Führer, en el que el máximo responsable de la Kriegsmarine pasaba a ser presidente del Reich y comandante supremo de las fuerzas armadas. Dönitz, en uso de sus atribuciones, envió el 4 de mayo a dos representantes al cuartel general del mariscal Montgomery para negociar la rendición. El famoso militar inglés les indicó que para formalizar la rendición debían acudir al cuartel de Eisenhower, en la ciudad francesa de Reims.
Se avisó a la prensa para que estuviera atenta al momento histórico de la rendición de Alemania. Para ello se escogieron a 17 corresponsales y se les trasladó a Reims en avión. Como los representantes aún se encontraban enfrascados en las negociaciones, se exigió a los periodistas discreción absoluta hasta el momento en el que se firmase el documento.
Esto no ocurrió hasta las 2:41 h de la madrugada del lunes 7 de mayo, hora en la que estampó su firma el general Alfred Jodl en nombre del Ejército alemán. Representando a los aliados occidentales firmó el general norteamericano Bedell Smith, y el general Ivan Susloparov en nombre de las fuerzas soviéticas. Como testigo firmó el general francés François Sevez.
Una vez concluido el acto, a los periodistas se les dijo que esperasen el momento indicado para transmitir al mundo la noticia. A las cuatro de la madrugada se les comunicó que no podrían decir nada hasta las tres de la tarde del martes. Es decir, tendrían que esperar treinta y seis horas.
Naturalmente, los periodistas se indignaron y no entendieron el porqué de esa censura informativa. La explicación había que buscarla en las altas esferas. Desde Washington se habían dado órdenes precisas de retrasar el comunicado de la noticia, para hacerla coincidir con otra ceremonia de rendición que se iba a celebrar el martes en Berlín, en la zona ocupada por los soviéticos.
Los corresponsales no compartían estas razones, considerando que la rendición había sido incondicional y el representante soviético había firmado su aceptación, así que no consideraban necesarias más ceremonias. Sin embargo, fueron puestos bajo vigilancia y se les prohibió hacer pública la noticia hasta que no lo hiciese el mando supremo aliado.
Durante la tensa espera, se extendían por todo el mundo los rumores que hablaban de la rendición, aunque nadie tenía noticias del acto celebrado en Reims. Pero a las dos de la tarde del lunes, una emisora alemana proclamaba la rendición incondicional, aunque sin dar más detalles.
Entonces, un periodista norteamericano de los que había asistido al acto de la rendición, Edward Kennedy -sin relación de parentesco con los Kennedy- , decidió que el mundo debía conocer de una vez la noticia más esperada de toda la guerra.
Así pues, el audaz reportero burló la vigilancia, se hizo con una línea telefónica militar, llamó a la oficina de la agencia de noticias de United Press en Londres y explicó con detalle la ceremonia de rendición.
Desde la capital británica se transmitió de inmediato la noticia a todo el mundo y los periódicos se dispusieron a sacar a la calle una edición especial anunciando la victoria en Europa. A partir de aquí estalló un escándalo de enormes proporciones; la agencia fue suspendida y los teléfonos fueron cortados, mientras que el resto de agencias se mostraron muy indignadas porque no habían podido recibir ninguna comunicación. Pero lo más importante era que el mundo sabía ya que la paz había llegado a Europa y por todas partes hubo grandes manifestaciones de júbilo.
Kennedy fue desposeído de su credencial de corresponsal de guerra, una decisión que fue aplaudida por sus colegas, que consideraban que había faltado al compromiso que todos habían adquirido de no dar la noticia hasta recibir el permiso oficial, para disfrutar así del honor de informar de aquella trascendental primicia.
Pero Kennedy, que había actuado motivado por la defensa de la libertad de prensa, no quiso que su nombre quedase manchado por esa acción que él consideraba legítima, por lo que forzó la celebración de un juicio en su país. Durante la vista, se demostró que el mando supremo aliado había dado permiso a la emisora de radio alemana para comunicar la noticia, por lo que se entendía que los corresponsales quedaban ya liberados de mantenerla en secreto por más tiempo.
El periodista, apoyado por la opinión pública norteamericana, fue rehabilitado, aunque nunca conseguiría el respeto y la comprensión de sus compañeros de profesión, que lo seguirían considerando como un traidor a la ética periodística. Curiosamente, Edward Kennedy fallecería en 1963, el mismo año en el que su homónimo el presidente John F. Kennedy fue asesinado.
Tras la confusión provocada por el adelanto de la noticia, se confirmó el motivo del retraso en la comunicación. Efectivamente, los rusos, aduciendo que el general Susloparov había firmado la rendición de Reims sin contar con el permiso oficial de Moscú, habían exigido que no se conociese la rendición hasta el acto que iban a celebrar en Berlín al día siguiente, 8 de mayo, para ofrecer la sensación de que ésta era la ceremonia válida. Al principio los occidentales se negaron, pero al final admitieron participar en ese acto para no enemistarse con el siempre susceptible Stalin.
Aunque la noticia se supo antes de la teatral representación de Berlín, los soviéticos no vieron arruinada su pretensión de parecer los únicos vencedores, al menos entre sus compatriotas. Lo resolvieron a la manera de Stalin, cortando por lo sano: la controlada prensa rusa sólo informaría de la ceremonia berlinesa y no publicó ni una palabra sobre la de Reims.
El mariscal Wilhelm Keitel (
arriba) firmó la rendición incondicional de Alemania ante las potencias aliadas a las 22:43 h del 8 de mayo. Sin embargo, la diferencia horaria entre el centro de Europa y Moscú haría que en la capital rusa fueran ya las 0:43 del 9 de mayo cuando el representante del Reich estampó su firma en el documento de rendición.
Por lo tanto, desde entonces, el 9 de mayo se conmemora el Día de la Victoria, siendo festivo en Rusia, Ucrania y en la mayoría de antiguas repúblicas soviéticas, mientras que en occidente el Día de la Victoria en Europa se celebra el 8 de mayo.